madrid - Agostazo en Ferraz. El asalto del sector crítico liderado por Susana Díaz contra el secretario general Pedro Sánchez culminó anoche con la dimisión del líder del PSOE y la constitución de una nueva gestora que dirigirá el partido al menos hasta el próximo sábado. El líder socialista perdió la votación en el comité federal tras más de doce horas de discusiones y enfrentamiento que dejan un partido roto y hundido. Una división que abre además una brecha entre los ganadores de la guerra civil y las bases de un partido que había recuperado la autoestima con la firmeza de Sánchez en su no a Rajoy.
El Comité Federal de ayer será recordado durante muchos años en el PSOE. En un choque de legitimidades había citado a dos bandos en medio de una luchar encarnizada para dirimir quién tenía de verdad el control del partido. Pero ni siquiera fueron capaces de ponerse de acuerdo sobre qué y cómo había que votar. Esa fue la gran discusión de fondo durante 12 horas de reunión en medio de un tenso ambiente avivado en la calle por una protesta en apoyo a Sánchez. Un encuentro filtrado minuto a minuto por unos y otros, y narrado con gran dosis de sorna en las redes sociales.
Los partidarios del secretario general querían someter a votación la celebración de un congreso extraordinario este mismo mes en el que pudieran opinar todos los militantes. Los contrarios, la creación de una gestora. No hubo acuerdo, y ambas partes se enzarzaron en un cruce de propuestas y acusaciones (los críticos llegaron a coger firmas para forzar una moción de censura al líder) en medio de abucheos entre unos y otros. Finalmente, y en vista de que aquello iba por mal camino, llegó el punto de encuentro. Se votaría la propuesta de Sánchez, pero se haría a viva voz, tal y como había exigido Susana Díaz. Un detalle nada menor en un cónclave donde la mayoría de sus miembros son cargos públicos.
Uno por uno los 239 delegados todavía presentes en el comité federal (algunos se habían marchado ya asustados con el espectáculo), fueron cantando su sí o su no al congreso hasta inclinar la balanza del lado de la líder andaluza: 132 a 107.
Una victoria muy cara Díaz y el PSOE andaluz salen así victoriosos de una guerra interna que sin embargo deja muchas bajas y demasiados daños colaterales. Un precio muy alto a pagar por la cabeza de Pedro Sánchez, que abandona el liderazgo del partido con el reconocimiento de buena parte de la militancia, que los últimos días había recuperado la ilusión viendo la firmeza con la que su secretario general hacía frente a la asonada andaluza y a todos sus resortes mediáticos. Sánchez se va, y aunque ayer garantizó su lealtad a la nueva gestora, conserva capital político para volver dentro de no mucho tiempo.
Antes sin embargo el PSOE deberá resolver el problema de fondo, que no es otro que el bloqueo de la gobernabilidad de España. La derrota de Sánchez abre la puerta a una abstención en la investidura de Rajoy, una opción que parecían defender los críticos, pero que nadie todavía ha verbalizado. Es la salida más probable ahora para un partido que en las actuales circunstancias no está capacitado para liderar un gobierno, y para el que tampoco parece recomendable una nueva repetición electoral.
Una decisión tras la que la nueva dirección deberá de hacer mucha pedagogía entre las bases, y que tendrá que trabajarse la unidad del grupo parlamentario, donde continúan de momento Sánchez y sus principales colaboradores. La abstención se presenta así como la única salida ya Díaz y para el partido, que salen muy marcados ante la opinión pública. Y que ahora necesitan tiempo sanar las heridas y reconstruir puentes a la espera de un congreso que se retrasa al menos hasta el próximo año. Eso siempre que Rajoy y el PP no decidan ahora forzar unas tercera elecciones para acabar de hundir al PSOE en busca de una mayoría absoluta con Ciudadanos.