Bilbao - En la operación que tuvo lugar en Begoña el 29 de agosto de 1991 murieron dos personas. El miembro de ETA Juan María Ormazabal Tturko fue quien asesinó al ertzaina Alfonso Mentxaka y estuvo a punto de rematarlo en el suelo cuando estaba herido, según la sentencia dictada por la Audiencia Nacional en 1995, que condenaba a 27 años de cárcel al miembro del comando Bizkaia Jesús María Mendinueta, que había resultado herido. Para el relato quedó que Tturko fue el primer militante de ETA muerto por la Ertzaintza, aunque Mentxaka fue el quinto miembro de la Policía autónoma asesinado. Ormazabal recibió homenajes en Hernani, su localidad natal, y es recordado anualmente en el lugar en el que cayó muerto. Mentxaka, aparte del funeral, tuvo su primer homenaje el año pasado en Arkaute, organizado por sus compañeros, gesto que la familia agradeció especialmente.

La muerte de Tturko -calificada de “asesinato” por la izquierda abertzale, que difundió una versión según la cual recibió un tiro a bocajarro- fue el detonante del recrudecimiento de una campaña de desprestigio y acoso sobre la Er-tzaintza que prácticamente llega hasta la actualidad. La Policía vasca fue acusada de “enemigo del pueblo” y de actuar como la Guardia Civil. Dos años después, ETA asesinó al sargento mayor Joseba Goikoetxea, responsable del operativo de Begoña.

“El asesinato de Mentxaka fue un batacazo impresionante dentro del cuerpo”, afirma Juan María Atutxa, en aquel momento consejero de Interior. Asimismo, la muerte de Tturko “nos puso en el punto de mira”. “En ese momento de confrontación violenta, quienes actúan desde el totalitarismo no entienden que la función de una policía es perseguir al delincuente. Al totalitario no le entra en la cabeza que la policía le tenga que detener”, insiste.

“Éramos conscientes de ello, creaban el ambiente en sus medios, repetían falsedades, construían una campaña, pero ni los políticos ni la Ertzaintza podíamos arrugarnos ante el chantaje”, afirma Atutxa quien, 25 años después, pide una reflexión: “Todo aquel sufrimiento, ¿para qué? Absolutamente para nada”, responde. - E. Santarén