Hilarante, si no fuera porque nos dan ganas de llorar, bien sea de rabia cuando no de impotencia, las cosas como son. Ganitas de protagonizar un público pataleo, de los de figurar en el diario de sesiones, si tuviéramos eco. Cómo darle salida a esta angustia no resuelta, este dejarle por poderes el país y el futuro a unas señorías que practican el más genuino despotismo (lo de ilustrado, ejem, para otra ocasión).

No estamos aquí con propósito de martirio, que sobra, ni de presionar a nadie, con lo que se lleva. Con qué arte y parte se citan, la luz y los taquígrafos no pasan, en ausencia de los elementos ahora incómodos. ¿Cuántas veces ha faltado la exalcaldesa Rita Barberá a la llamada de Génova, sede ante la que se agolpan las cámaras y micrófonos? Los periodistas se apostan en el exterior de la sede popular, consabida la fórmula de las filtraciones. Célebre manera de contar las cosas, nadie le pone apellido al comentario pero es la sinuosa opción de hacernos saber lo que les ha dicho Mariano Rajoy a los suyos. El presidente en funciones, sin corbata, gran emoción. No hay intención alguna de que ahí fuera se sepa qué se cuece, pero quién se resiste a enviar un par de recados.

En el máximo órgano del partido entre congresos, donde se gobierna y administra el PP, pero? se ha hecho otra cosa distinta a buscar soluciones, sin aclarar concretamente qué. Aún así, está muy feo amenazar de continuo al personal. Podría dar la impresión de que lo que se persigue es tener al censo inseguro, temeroso, sometido. Es como si lo de la herencia recibida, este tiempo absurdo en el que los demás no han arreglado el futuro de España, vaya a servirnos para tragar sin pestañear los próximos miles de millones de euros de esfuerzos adicionales, la multa que nos hemos ganado a pulso ciego y lo que ustedes digan, señores de la UE. No, si se veía venir.

Así, por ejemplo, suena no tan mofa/befa/escarnio que a las preguntas de ¿qué hay de las condiciones de Albert Rivera?, ¿para cuándo la sesión de investidura?, ante el estupor general, la respuesta sea: “vayan ustedes y pregúntenle a Pedro Sánchez, que, en realidad, está detrás de toda esta situación -ay, don Ramón María del Valle-Inclán- en la que el PP solo busca la defensa de los intereses de todos los españoles”. Conclusión: los comités ejecutivos están sobrevalorados y yo no he llegado hasta aquí para que me invistan en balde.