ni en los planes de Alfonso Alonso, ni en los del propio Mariano Rajoy, entraba que el exalcalde vitoriano acabara como ministro de Sanidad. Alonso dio el salto a Madrid para ser el portavoz del PP en el Congreso en la legislatura de la mayoría absoluta, y en esas lides se defendió hasta que el caso Gürtel se coló en el consejo de ministros. En noviembre de 2014 se supo que el juez Pablo Ruz acusaba a Ana Mato de haberse beneficiado de los regalos y viajes con los que la trama, supuestamente, agasajó a su exmarido, el también popular Jesús Sepúlveda.

Mato dimitió y el presidente del Gobierno decidió que había llegado la hora de Alonso. Quizá pensando en que no hay mal que por bien no venga, Rajoy nombró titular de Sanidad al político gasteiztarra con la misión de rebajar la tensión social en torno a un ministerio sacudido por la mala gestión de la crisis del ébola, la polémica sobre los derechos de sanitarios de los inmigrantes o las desafortunadas y frecuentes declaraciones de Mato sobre todo tipo de cuestiones.

Al poco de recibir la cartera -no sin ciertas críticas por su escasa experiencia en el área sanitaria- Alonso hubo de afrontar su primer y gran crisis, la de la hepatitis C. Los miles de afectados por esta enfermedad hepática de toda España reclamaban acceder a través de la sanidad pública a las nuevas terapias que permitían curar la enfermedad. El ministro impulsó la aprobación del Plan Estratégico para el Abordaje de la Hepatitis C y desde entonces 53.704 enfermos han podido acceder a dichos tratamientos.

El otro gran frente en la gestión de Alonso al frente del ministerio fue la regulación de la prescripción de medicamentos por parte de los profesionales de la Enfermería y que enfrentó al político vitoriano con este colectivo, cuyos integrantes consideraban que la limitación en sus atribuciones que establecía el decreto impulsado por el ministro contravenía la reforma de la Ley del Medicamento que se aprobó por unanimidad en el Congreso en diciembre de 2009 para habilitar nuevas competencias a los enfermeros. A día de hoy, la cuestión está pendiente de sentencia por parte del Tribunal Constitucional.

Además, Alonso congeló el copago de medicamentos hospitalarios a pacientes que no estén hospitalizados, promovido por Mato, y reintrodujo en el calendario infantil la vacuna de la varicela, además de aprobar la venta en farmacias de la vacuna de la meningitis. En el tintero se ha quedado la promesa de devolver la tarjeta sanitaria a los inmigrantes.

El político vitoriano asumía además, con la cartera de Sanidad, las políticas sociales y de igualdad, un ámbito en el ha culminado la redacción y aprobación de una nueva Ley de Protección de la Infancia y la Adolescencia, que incluye la creación del Registro Central de Delincuentes Sexuales en el que se incluyen los datos relativos a los condenados por los delitos contra la libertad e indemnidad sexuales para evitar que trabajen con menores. También con Alonso se aprobó la Ley de Voluntariado y del Tercer Sector, y se ha mantenido por otro lado el desfase entre las garantías que establece la Ley de Dependencia y las prestaciones reales que reciben -o no- los beneficiarios. El ya exministro vasco aprobó también el Plan Integral de Apoyo a la Familia, que establecía la concesión de pensiones a las madres con dos o más hijos.

Ayer Alonso cedió su cartera a Fátima Báñez y se despidió formalmente de la política española para centrarse en la resurrección de un PP vasco en horas bajas que quiere reverdercer laureles en las urnas y que desde la precipitada salida de Arantza Quiroga ha dirigido desde la distancia.