eL mensaje que una y otra vez transmite Pedro Sánchez no se sostiene. La cantinela de que Mariano Rajoy ha de buscar aliados en su espacio natural -la “derecha”- y que al PSOE le toca hacer oposición incluso antes de que haya un gobierno al que oponerse, no tiene ni pies ni cabeza. Incluso si se aceptase que unos partidos son de “derecha” y otros de “izquierda” y que coinciden, en cada porción del abanico ideológico, con los que dice Sánchez, nada obliga -ni tan siquiera aconseja- a que los acuerdos hayan de hacerse entre los que, supuestamente, están en la misma zona del espectro. En Euskadi lo sabemos muy bien: ha habido casi todo tipo de acuerdos y los menos han sido, precisamente, entre próximos. El mismo líder socialista ha desmentido con los hechos esa doctrina: su efímero acuerdo con Albert Rivera hace unos meses, sin ir más lejos, fue un buen ejemplo. Todo esto es tan obvio que sonroja ponerlo por escrito.
Es verdad que los socialistas tienen una papeleta harto complicada. Si votan que no a Rajoy no hay ninguna posibilidad de que éste consiga formar gobierno. En tal caso, lo más lógico sería que Sánchez presentase su candidatura y se sometiese, a su vez, a una nueva votación de investidura. Pero sería muy difícil, por no decir imposible, que la superase. Habría de recorrer el mismo o similar camino que hace unos meses. La aristocracia socialista, previsiblemente, mantendría el veto al pacto con Podemos, con lo que Sánchez intentaría llegar a un acuerdo con Ciudadanos, o sea? con la “derecha”. Supongamos que Rivera, por razones de simple supervivencia, acepta. Necesitarían, además, el voto favorable de Podemos. Ahora bien, difícilmente aceptará ahora Pablo Iglesias lo que no aceptó cuando los números de la “izquierda” eran mejores. La única razón para hacer algo así sería el temor a presentarse ante su electorado, por tercera vez en menos de un año, sin haber facilitado un gobierno alternativo al del Partido Popular en dos ocasiones seguidas. No es argumento pequeño, pero la contradicción sería mayúscula.
La otra posibilidad para Sánchez es que, o bien sin llegar a presentar su propia candidatura o bien tras su previsible derrota si la presentase, los socialistas acaben absteniéndose en la de Rajoy. Esta es seguramente la más lógica, aunque si finalmente se acaba materializando, al PSOE no le va a resultar nada fácil explicarla a su electorado. Podemos sacaría petróleo de la abstención socialista, ahora y durante toda la legislatura. La alternativa a las dos posibilidades anteriores, como ya se ha dicho, serían unas terceras elecciones. ¿Piensa la dirección socialista que otros comicios les ayudarían a dejar a Podemos atrás? No creo que lo piensen; es más, si los electores atribuyen a los socialistas la responsabilidad de una segunda repetición electoral, las consecuencias podrían ser catastróficas para ellos. En resumen, la alternativa que afronta el PSOE es la de aparecer ante el electorado de “izquierda” como el partido (de “izquierda”) que facilitó un nuevo gobierno de la “derecha” o aparecer ante la opinión pública como los responsables de una eventual repetición de las elecciones. Es la alternativa del diablo porque, hagan lo que hagan, se producirán muchas bajas.
El problema para el Partido Socialista es que por diabólica que sea la alternativa que afronta, el tiempo pasa y su actitud recuerda cada vez más a Diana, la condesa de Belfor, de la comedia de Lope de Vega: “No dudes: naturalmente / es del hortelano el perro. / Ni come ni comer deja, / ni está fuera ni está dentro”.