gasteiz - Incluso dentro del propio PSOE había quien daba por muerto políticamente a Pedro Sánchez -y en algunos casos se confundían deseos y previsiones-, y fuera nadie tenía dudas. Los socialistas se iban a hundir; su masa electoral estaba muy envejecida, las pugnas internas no daban la mejor imagen posible del partido, formaban parte de la casta y sus puertas giratorias, Sánchez era un producto prefabricado.
Y todo ello fruto de unas encuestas que, una tras otra, han ofrecido la misma fotografía, con escasas variantes, una fotografía que en nada se parece a la realidad y que por eso es más llamativa en su coincidencia, desde el CIS hasta la famosa frutería de Andorra. Lo dijo Miquel Iceta en Vitoria la semana pasada: “Cuidado con las encuestas, a mí una vez me dieron ocho escaños y saqué dieciséis”.
Sánchez no ha duplicado las previsiones, pero con el peor resultado en la historia del PSOE, perdiendo cinco escaños y más de 200.000 votos con respecto a diciembre, ha abortado las conspiraciones internas que llegaban desde Andalucía, donde además el PSOE ha perdido frente al PP. De puertas afuera, Sánchez ha apuntalado el bipartidismo con su victoria sobre Pablo Iglesias, lo que a la postre le hace coganador moral de unas elecciones -ex aequo con Mariano Rajoy y con ese propio bipartidismo- en las que la derecha sigue votando en bloque pase lo que pase, con más fidelidad y disciplina si cabe que hace seis meses.
Sánchez salía ayer comedido, consciente de que tras su victoria moral se esconde una derrota aritmética, pero no perdió la oportunidad de reafirmarse después de meses de haberse sentido acosado, y a veces subestimado, y en alguna ocasión puede que hasta humillado, por los emergentes. “A pesar de las dificultades extraordinarias y los augurios, el PSOE ha vuelto a reafirmar su condición de partido hegemónico en la izquierda española, frente a una coalición de más de veinte partidos coaligados con el propósito de ganar el PSOE”, resumió.
Habrá muchos análisis esta semana, dará tiempo a desmenuzar los números, a elucubrar sobre los votos del miedo o sobre los votos útiles, pero hay un dato incuestionable. Ciudadanos ha sufrido un varapalo, y del naufragio se han beneficiado los partidos tradicionales. Sólo en eso las encuestas se acercaron a la realidad, en la derrota de Albert Rivera, cuyos votos y los de los indecisos han nutrido al establishment del que la propia sociedad que ahora lo ratifica renegó en las calles en 2011.
Ahí posiblemente resida la clave de la rotunda victoria de Rajoy, pero también de la imposibilidad de un sorpasso que se daba tan por seguro que Unidos Podemos salía ayer a reconocer su fracaso aun habiendo mejorado, por poco, los resultados de diciembre.
No fue Pablo Iglesias, sino Iñigo Errejón, quien compareció cuando el porcentaje de escrutinio hizo irreversibles el desenlace. Errejón, el más reacio a una unión con Izquierda Unida que no ha dejado rédito alguno a la formación morada, confesaba que sus resultados “no son buenos”, que la sentencia popular de este domingo no es ni la que esperaban ni la que querían. Dentro de la asimilación de la realidad que Errejón practicó ayer ante los medios, sí hubo en todo caso lugar para el optimismo en las filas moradas. “En España se ha abierto un proceso que no tiene vuelta atrás”, manifestaba Errejón, ejemplo práctico ayer para sus propios alumnos de lo que en política significa el término amarga victoria. Es, en concreto, el antónimo de la dulce derrota socialista que, en un mapa de España abrumadoramente azul, permite al PSOE seguir siendo el interlocutor oficial con la derecha, el antagonista del PP.
La clave de que una victoria sea una derrota y una victoria sea una derrota, con unos resultados que apenas se mueven en el caso de Unidos Podemos y PSOE, está en una palabra que ayer pronunció un desconcertado Pablo Iglesias en su escueta comparecencia: expectativa. “Teníamos unas expectativas diferentes”, dijo. Unidos Podemos salió “a ganar las elecciones” y por eso ayer la decepción era palpable en las palabras y los gestos de Iglesias, que en todo caso no tira la toalla. “No renunciamos, vamos a seguir trabajando para ganar las elecciones en España”, concluyó.
Euskal herria y països catalans Por otro lado, merece la pena echarle un vistazo a ese mapa azul, porque si se filtra la vista y se limita a la pugna del sorpasso, salen perfectamente delimitados los mapas de dos realidades que no existen como entidades políticas, Euskal Herria y los Països Catalans, que aparecen en morado desde Cortes a Cobarón y desde Torrevieja a Portbou, pasando por Baleares. Y en Galicia, las mareas también han ganado al PSOE en Pontevedra y A Coruña. Fuera de estas comunidades, donde la perspectiva nacional es distinta, donde hay lenguas propias, sólo hay una circunscripción en todo el Estado donde Unidos Podemos haya materializado el sorpasso; Madrid.