Podría haber sido peor. El juez José de la Mata podría haber dejado la imposición de fianza al PP para la última semana de la inminente campaña electoral. Que el discurso de la estabilidad y la moderación con el que pretende acudir a las urnas el 26-J llegue trufado de una responsabilidad civil subsidiaria impuesta por la Audiencia Nacional en garantía de lo que pueda acabar siendo la trama de los tesoreros del partido no es la mejor carta de presentación. Y, hablando de cartas, la relación epistolar de Mariano Rajoy con Jean Claude Juncker tampoco es un ejemplo de solvencia y sinceridad. El interino de La Moncloa corteja a los ciudadanos españoles con la promesa de que su estado de bienestar no se va a ver aún más mermado y sus impuestos no volverán a subir pero, a la vez, confiesa amor eterno al recorte del déficit a costa “de nuevas medidas” si gana las elecciones.

Y, sin embargo, los populares pueden ser moderadamente optimistas. No gozarán del rodillo que los españoles les dieron para que amasaran la salida de la crisis, la supervivencia de los servicios y la recuperación del empleo digno. A la presidencia de Rajoy le faltó harina para tanta miga pero el desaguisado en la oposición augura que el PP tendrá una minoría suficiente para un gobierno de las dos derechas.

Euskadi is different. Aquí no le dan las cuentas al PP. A Alfonso Alonso le cabrea más el acuerdo de PNV y PSE en el Ayuntamiento de Gasteiz que el pastizal que le tocaría pagar por las torpezas que el Tribunal de Cuentas le atribuye en el caso San Antonio. Todos los que no son el PP son unos radicales, concluyó ayer. “El Estado soy yo”, dicen que dijo Luis XIV. Y Alonso habría dicho “después de mí, el Diluvio”, si no lo hubiera dicho ya Luis XV. Los Borbones dejaron grandes frases a medida que los números romanos les acercaban a la guillotina. Pero Alonso, que ya actúa moderadamente como candidato a lehendakari, no es el rey sol ni su sucesor aunque firme alquileres a precio de metro cuadrado en Versailles con el dinero de los gasteiztarras. Moderadamente caro.