París - El primer ministro francés, Manuel Valls, defendió ayer con vehemencia su reforma laboral, atacada en el Parlamento por una moción de censura y en las calles del país por una nueva jornada de protesta convocada por la mayor parte de los sindicatos.
La moción obtuvo 246 votos a favor, frente a los 288 que necesitaba para ser aprobada, por lo que el Gobierno se mantiene y la reforma laboral se considera aprobada en su primera lectura parlamentaria. La moción fue respaldada por la oposición conservadora y de centro, además de los neocomunistas, algunos ecologistas y algunos diputados socialistas.
Sin embargo, no contó con el respaldo de los llamados diputados socialistas disidentes, representantes del área izquierdista del partido, que la víspera habían tratado de presentar su propia moción y que ya anunciaron que no apoyarían una iniciativa lanzada por la derecha.
Es la segunda vez que el Ejecutivo de Valls supera una moción de censura, quince meses después de que lo hiciera tras la aprobación de la llamada ley Macron, que contenía medidas liberalizadoras.
Como entonces, a falta de suficiente apoyo parlamentario para sacar adelante la reforma laboral, el jefe del Gobierno apeló al artículo 49.2 de la Constitución, que le permite aprobar una ley sin aval parlamentario.
Sin embargo, sí que le obliga a someterse, si la oposición lo decide, a una moción de censura, que en caso de tener el apoyo de la mayoría simple de la cámara supone su destitución.
Valls puso toda la carne en el asador en esta ley, considerada la última gran reforma del mandato de François Hollande, lanzada a un año de las elecciones presidenciales y legislativas y que recibe críticas tanto desde la derecha como la izquierda.
jornada convulsa Pese a todos los frentes abiertos, Valls y Hollande parecen determinados a mantener un proyecto de ley que unos consideran demasiado tibio e insuficiente para flexibilizar el mercado laboral mientras que otros lo tachan de excesivamente liberalizadora. En medio de esas dos corrientes, el Ejecutivo socialista vivió ayer una jornada convulsa, tanto en el Parlamento como en la calle.
Mientras Valls veía cómo su respaldo parlamentario decaía, en la calle la mayoría de los sindicatos convocaban una nueva jornada que vio cómo descendía el número de participantes, y que según el Ministerio del Interior se situó en 55.000 personas en todo el país.
Los organizadores restaron importancia a la caída de la movilización y aseguraron que, pese a que ya van seis jornadas de protesta siguen siendo miles los franceses que salen a la calle para mostrar su oposición. Al igual que en las pasadas manifestaciones, el final de las mismas se vio empañado por enfrentamientos entre radicales y las fuerzas del orden en algunas ciudades, como París, Rennes o Nantes. - Efe