El lehendakari ha dejado en manos de los partidos el debate del nuevo estatus de autogobierno porque quiere que el articulado de la propuesta sea fruto de un acuerdo amplio, y no quiere que se perciba como una iniciativa de parte, gestada solo desde su Gobierno. No obstante, ha lanzado varias ideas generales que a su juicio deberían fijar el perímetro del debate. La palabra clave en el planteamiento de Urkullu es el pacto. El nuevo estatus debería instaurar una relación en pie de igualdad con España, de tal manera que las leyes básicas estatales no actúen como una apisonadora anulando las competencias vascas y obligando a Euskadi a aplicar recortes en materias de su competencia. Su apuesta por el pase foral se traduce en “acatar pero no cumplir” las leyes que invadan competencias vascas, es decir, no aplicarlas, pero con la vocación de encauzar la discrepancia. De ese modo, no se quedaría en un mero incumplimiento o desobediencia. Ayer volvió a defender la necesidad de recuperar y actualizar esa herramienta porque forma parte de los derechos históricos y podría servir como mecanismo de autodefensa ante invasiones de competencias como las que ha detectado durante el mandato de Rajoy. A día de hoy, cuando una ley estatal invade una competencia vasca, no queda suspendida de manera preventiva mientras se negocia una solución o cuando se recurre a los tribunales. Sin embargo, el Estado sí suspende automáticamente las normas vascas cuando recurre al Tribunal Constitucional mientras se decide el fondo del asunto.
El lehendakari defendió el pase foral en la sesión de control del Parlamento Vasco. Lo hizo a preguntas del popular Antón Damborenea, quien acusó al PNV de inventarse la recentralización para justificar su apuesta por un nuevo estatus. Urkullu esgrimió el abuso de los decretos por parte de Rajoy, los recursos contra la ampliación de plantilla de la Ertzaintza o las becas educativas vascas, y los conflictos en materia de sanidad y vivienda. “Se constata una actitud renuente del Estado a mantener una relación bilateral y pactada, esa que se derivaría por ejemplo de la actualización de ese concepto de pase foral. Y no es recurrir a un mantra. Es recurrir a los derechos históricos”, zanjó. El lehendakari recalcó que pide “garantías de cumplimiento” del autogobierno.
El pase foral estuvo en vigor hasta su derogación en 1841, y suponía “acatar, pero no cumplir” las normas españolas que fueran contrarias al fuero vasco. Esa herramienta permitía aplazar el cumplimiento de esas normas hasta llegar a un acuerdo sobre su alcance de tal manera que no colisionaran con la normativa de los territorios históricos. No supone un desacato ni una vía unilateral, sino que esa figura está engarzada en la vía pactista que supone la tradición foral. No es la primera vez que Urkullu lo defiende, pero ha vuelto a estar de actualidad después de que lo planteara en las jornadas de autogobierno del miércoles. En esa cita aclaró que el pase foral permite detectar vulneraciones del autogobierno, evitarlas y encauzarlas, “pactar su interpretación bilateral en caso de conflicto y garantizar el cumplimiento de lo pactado”. Busca una relación de “bilateralidad efectiva, garantías y condiciones de lealtad”.