No he entendido que ETA haya tutelado cómo debía ser el paso por prisión de sus militantes. A qué podían acogerse dentro de la ley y a qué no. Las críticas públicas y el ostracismo subsiguiente al que el entorno político que hasta entonces les consideró héroes les sometía a los que no obedecían a pie juntillas lo que la dirección de turno marcaba. No lo he entendido antes y no lo entiendo ahora.

No sé qué autoridad se arroga quien desde la libertad se atreve a decirle a quien está preso cuál es el camino verdadero hacia la calle. Ahora es ATA la que asume ese papel de guía advirtiendo lo pernicioso que puede suponer admitir el daño causado y a partir de ahí, acceder a beneficios penitenciarios que marca la ley. Habrá que darles la razón en uno de los silogismos: “Es falso que aceptando la legalidad penitenciaria y judicial se puedan superar las consecuencias del conflicto”.

Cierto. Los problemas políticos, los conflictos existen antes de que ellos fueran encarcelados y seguirán después de que recobren la libertad.

No es cierto que avanzar hacia la libertad con los recursos que permite la legalidad les desvista de un carácter político. Ser un preso político no significa que el crimen por el que cumple condena sea más leve, solo hace referencia al motivo por el que lo cometió.

El comunicado viene a decirles a los cuatrocientos que están entre rejas que no se preocupen, que los que firman son conscientes de la situación en la que se encuentran y que eso lo arreglan ellos “con cualquier método”. Cualquier es un apócope de cualquiera, ese adjetivo indefinido que hace referencia a la totalidad del conjunto denotado; es decir que ATA nos avisa a la vez que comunica a los presos que empleara “todos” los métodos que hagan avanzar a la amnistía. ¿Cuáles son los que consiguen avanzar al objetivo? Los que decidan ellos, claro.

Sin restar importancia a este inquietante paso que da ATA, tampoco conviene exagerar la magnitud del movimiento. En la última manifestación celebrada el sábado 2 de abril en Bilbao ATA reunió a un millar de personas.

Es evidente que la falta de avances en la situación penitenciaria, con un evidente tratamiento de excepción injustificado e ilegal hacia los presos del EPPK, está creando tensiones, pero la mejor respuesta a este encastillamiento la da otro preso. Se llama Sergio Garcia Errazkin, pasó 24 años en la cárcel por asesinar al guardia civil Francisco Robles en Pasaia, y en enero se confesaba preocupado por el fenómeno de ATA en unas declaraciones al diario Gara. Allí, instaba a los responsables de este movimiento a que explicaran a la madre de un preso “cómo plantea en este momento la amnistía, con qué estrategia, con qué aliados y en qué plazos”. Por desgracia, ya tenemos la respuesta: con cualquier método.