Teherán - Las elecciones parlamentarias y a la Asamblea de Expertos que se celebran hoy en Irán constituyen una crucial prueba de fuego para la estrategia conciliadora del presidente Hasán Rohaní, y es que servirán de barómetro para comprobar la profundidad y las posibilidades futuras del cambio político y social en la República Islámica, inmersa en un innegable proceso de deshielo. El resultado del voto de los casi 55 millones de iraníes llamados a las urnas no se prevé que cause un terremoto o una revolución en el país, cuyo régimen teocrático aún parece estable y sólido, pero sí permitirá ver el alcance del deseo, demostrado por el triunfo del moderado Hasán Rohaní en las elecciones presidenciales de 2013, de aproximarse a la comunidad internacional y de avanzar hacia un sistema menos rígido.
Si los reformistas lograran imponerse tanto en el Majlís (Parlamento) como en la Asamblea de Expertos, Rohaní saldría fortalecido y podría seguir con su política de acercamiento a Occidente, que ve en este mandatario y en un Irán integrado un elemento de estabilización de la volátil región de Oriente Próximo. Sin embargo, el hecho de que muchos candidatos reformistas hayan sido vetados por el Consejo de Guardianes de la Constitución, un órgano controlado por los conservadores, complica las opciones de victoria de esta corriente. Casi la mitad de los candidatos fueron descalificadas por este organismo, nombrado directamente por el líder supremo, que sirve como instrumento para impedir la postulación de personas críticas con el régimen o que no abrazan los principios fundamentales.
Aun así, estas elecciones tienen el mayor número de contendientes de la historia: 6.229 candidatos para los 290 escaños del Majlís y 161 clérigos para los 88 asientos de la Asamblea de Expertos. Una de las peculiaridades del sistema iraní es que los candidatos no se presentan dentro de partidos políticos, sino que lo hacen de forma independiente y se agrupan en listas según afinidades ideológicas. El Parlamento lleva en manos de los conservadores desde 2004, tras unas elecciones ensombrecidas precisamente por el veto a miles de candidatos reformistas. La polémica, en esta ocasión, también está servida.
Eliminación de candidatos El pasado martes, el poderoso expresidente y candidato reformista a la Asamblea de Expertos, Akbar Hashemí Rafsanyaní, lamentó como un evento “no agraciado para el sistema islámico” y como “una buena excusa para la propaganda del enemigo” la eliminación de candidatos reformistas en estas elecciones, entre ellas, la del nieto del fundador de la República Islámica, Hasán Jomeini, que se presentaba a también la Asamblea. “Es cierto que han eliminado a muchos reformistas, pero también han quedado fuera muchos de los elementos más radicales. Lo que hemos visto es que el sistema prefiere un Parlamento formado por Lariyanis. Y creemos que es positivo, dada su tendencia a la moderación”, señala, en cambio, un diplomático europeo en referencia a Alí Lariyani, el influyente presidente del actual Parlamento.
Lariyani, una de las figuras centrales del movimiento “principalista” conservador ha ido durante la presente legislatura moviéndose hacia posturas moderadas y apoyó abiertamente a Rohaní durante la negociación nuclear, abriendo una brecha con los sectores más radicales.
En cualquier caso, las esperanzas reformistas se centran en lograr que acudan a las urnas los amplios sectores, particularmente entre los acomodados y entre los profesionales liberales, que constituyen su principal sostén pero que rechazan al régimen y que no desean apoyarlo participando en las elecciones. Así, su campaña se ha centrado en pedir a la gente que acuda a votar, incluso con pedidos específicos a los que “no creen en el sistema”.
Y en eso han coincidido con el propio Jameneí y con los defensores de los principios de la Revolución Islámica, para los que una amplia participación ciudadana en la votación serviría para reivindicar el sistema, exhibir su buena salud y desmontar las acusaciones de que no cuenta con el apoyo de la ciudadanía.
Pero si las elecciones al Majlís son cruciales, más puede serlo el voto para la Asamblea de Expertos, cámara compuesta por 88 clérigos chiíes cuya misión principal es la de elegir al líder supremo, máxima autoridad de Irán, puesto que controlo el Ejército, la Justicia y los dossiers más importantes como el nuclear. Y todo apunta que Alí Jameneí, de 77 años y frágil de salud, puede ser remplazado pronto.