El juicio a la portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, por su protesta en 2011 en la capilla de la Universidad Complutense o el padrenuestro “sexual” leído en la entrega de los premios Ciutat de Barcelona constituyen los episodios más recientes de los problemas alejados de la realidad municipal que han surgido en torno a las alcaldías de Madrid y Barcelona. Algo más de medio año ha bastado para que a las denominadas “alcaldías del cambio” en las mayores metrópolis del Estado les hayan brotado los quebraderos de cabeza, una veces por erróneas decisiones, otras por un difícil maridaje entre el prometido giro social y la gestión del día a día. Las últimas polémicas se unen en Madrid a la multicultural Cabalgata de Reyes o el caso de los titiriteros que han desplazado, al menos en los titulares, la labor gestora de la alcaldesa Manuela Carmena y han generado tensiones en Ahora Madrid y, en el caso de Barcelona, las tomas de decisiones a nivel municipal han derivado en cierta discordia vecinal. Pero ¿hasta qué punto la política municipal y su día a día tiene encaje con el prometido giro social? ¿Es el ámbito municipal el más difícil para llevar a cabo políticas de izquierdas? “Se pueden adoptar medidas de choque en la emergencia social, pero hay un límite a las posibilidades de desarrollar las políticas de izquierdas, cosa que en las comunidades autónomas es más sencillo porque hay capacidad legislativa”, señala el catedrático de Ciencia Política de Universidad Autónoma de Madrid, Fernando Vallespín.
A esta limitación se unen los conflictos con el interés económico de la ciudad o de un sector de los vecinos. Es el caso de Barcelona con, por ejemplo, el apoyo de la alcaldesa a los top manta y su visto bueno a la creación de un Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes que, para el Ayuntamiento, abrirá la puerta a la negociación con un colectivo vulnerable mientras las asociaciones de comerciantes critican que el beneplácito consistorial perjudica a los comerciantes legales. La apuesta de Ada Colau pasó también por la reducción de los horarios comerciales, incluidos la apertura de en domingos y festivos como fórmula para neutralizar las resistencias. Para Carles Sabaté, jefe de Sociedad de El Punt Avui, “se intentó compensar al pequeño comercio por la inacción contra el top manta. Es un claro ejercicio de equilibrio, de intentar gobernar para todos”. Otra decisión polémica ha sido suspender la concesión de licencias para alojamientos turísticos lo que supondría para Barcelona un negativo impacto económico. Vallespín indica que “los intereses turísticos de la ciudad se subordinan a otros tipos de criterios de habitabilidad o buscar focos de mayor vida comunitaria. Su posición puede ir en contra de los intereses económicos generales”. Con todo, “la gestión funciona sola, porque Barcelona es una ciudad que genera muchos ingresos por turismo y congresos. Si no tocas la gallina de los huevos de oro -añade Sabaté- puedes decidir en otros matices”.
Pareciera en todo caso que estos grupos funcionan con la prueba- error y ver así cómo pueden mediar en algunos conflictos. Es por ello, que nos hallemos ante alcaldías fuertemente basadas en lo simbólico, en la expresividad y en la puesta en escena de ese giro de izquierdas que representan y aquí Vallespín pone el ejemplo del cartel Refugees welcome en la fachada del Ayuntamiento de Madrid: “Expresa una política de bienvenida a refugiados cuando a España no vienen refugiados; es una competencia que afecta al Estado como un todo, un gesto meramente simbólico y una curiosidad para los turistas”. Sabaté añade el factor sorpresa, “al principio se dibujó cierto estado de shock en Barcelona porque esto no estaba previsto aunque ya se empieza visualizar que se ha perdido el miedo a decepcionar a los inicialmente votantes”.
La gobernanza local, el día a día, las problemáticas específicas están haciendo el caldo gordo además a una oposición fuerte y heterogénea que en pocos meses están viendo resultados en su trabajo de desgaste. Vallespín señala que “a Colau, cuya situación es más precaria, le salva su carisma y el hecho de que su figura tenga una proyección más allá de Barcelona, su movimiento con Podemos le ha dotado de visibilidad y legitimidad”. Además, indica Sabaté, “la oposición empieza a entender que si lo bloquea todo no será bien visto por la ciudadanía y tampoco eso le beneficia a CiU”.
Asimetrías El día a día tampoco parece hacerse fácil intramuros de ambos ayuntamientos. La detención de los dos titiriteros causó tensiones en Ahora Madrid e incluso circulan teorías sobre la existencia de dos almas de la candidatura ciudadana que encabezó Carmena. “Tiene las ventajas de enlazar movimientos sociales que comparten visiones de la ciudad, unirse en torno a un proyecto u persona”, afirma Vallespín. Sin embargo, existe una cara B que tiene que ver con la falta de jerarquía y ligazón. Y añade, “carece de la cohesión propia de un partido político que hace apreciar ciertas asimetrías a la hora de calcular los efectos cuando cada uno de ellos en cada concejalía dispara a su aire o no sigue un plan marcado. En Barcelona el grupo de apoyo de Colau, En Comú Podem, es mucho más heterogéneo lo que hace que tampoco no sea tan sencillo un gobierno cotidiano pero para Sabaté, “Colau se ha rodeado de personas no solo cercanas sino de distinto perfil, de gerentes que llevan unas áreas y compensan las actuaciones de los otros”. El resto de la legislatura dirá si funcionan los equilibrios y los resultados traspasan los símbolos y las intenciones para la consecución de políticas eficaces.