gasteiz - “Nosotros visualizamos este momento como si estuviéramos en torno a un estanque, cada uno bien arraigado en su sitio marcando su posición, en un clima de tensa quietud, el agua en aparente calma. Nadie se atreve a lanzar un canto rodado que remueva el agua estancada. Todos están mirándose los unos a los otros? Hoy os propongo dar la vuelta a la cámara enfocarnos a nosotros mismos y mirar hacia nuestro interior”. La vicepresidenta de la Fundación Fernando Buesa e hija del dirigente socialista asesinado por ETA hace 16 años, Sara Buesa, convirtió ayer el anual acto In Memoriam en recuerdo de su padre y de su escolta también asesinado, Jorge Díez, en todo una invitación a la implicación y la reflexión para, más de cuatro años después del cese de la violencia de ETA, superar esta “especie de impasse” en el que “seguimos sin terminar de coger las riendas y de abordar importantes cuestiones para la construcción de nuestra convivencia”. En la misma línea, el periodista Iñaki Gabilondo, invitado de este año a participar en el acto, recordaba que “coexistir y convivir son cosas diferentes”. “No estamos conviviendo”, denunció para reclamar un trabajo pendiente de reconocimiento y deslegitimación.
El lema del acto de este año, Generando impulsos de futuro, condensó la intervención de Sara Buesa, quien relató ante el nutrido público asistente al acto celebrado en el Artium su vivencia desde el asesinato de su padre, cómo hace cinco años declinó participar en un encuentro restaurativo con un preso de la Vía Nanclares -“no armé la confianza y la seguridad suficiente para disipar ese miedo, supongo que los mensajes que veía en el contexto no ayudaron: mensajes contradictorios y ambiguos en relación a la legitimidad de la violencia terrorista”- y cómo, finalmente, hace dos años se decidió a tomar parte en el programa Adi-Adian de testimonios en las aulas.
Una experiencia que le permitió entrar en contacto con otras víctimas, la mayor parte afectados por la violencia de ETA, pero también de los GAL y de abusos policiales: “Lo que resultó más impactante para mí fue comprobar cómo, partiendo de contextos e historias de vida tan diversas, habiendo recorrido caminos dispares, convergíamos en algo profundo y nuclear, en unos fuertes principios, valores y convicciones”, relató Sara Buesa: la postura en contra de la violencia y el valor de los derechos humanos como un absoluto ético. “Cualquier víctima merece ser tratada con igualdad”, subrayó la vicepresidenta de la Fundación, reclamando memoria, justicia y reparación. Al mismo tiempo, defendió la necesidad de “hacer análisis independientes y detallados de cada situación”: “En mi caso, demando y exijo que se haga un tratamiento específico del terrorismo de ETA”, continuó, insistiendo en que “no debe olvidarse el significado político de la violencia de ETA y sus víctimas” y “que la utilización de esa estrategia violenta ha tenido importantes apoyos, siendo tolerada por una parte de la sociedad vasca”. “Nos habituamos tanto a la violencia que perdimos un poco el norte de lo que está bien y lo que está mal, de lo normal y lo anormal. Un norte, una brújula de valores, que es muy importante recuperar”, reivindicó. “Mente abierta, corazón abierto, voluntad abierta”, fue la invitación que hizo Sara Buesa para iniciar ese proceso de compartir.