Unos días después del registro en la sede del PP de Madrid ordenado por el juez Eloy Velasco para investigar si los pagos de la trama Púnica sirvieron para financiar ilegalmente la formación, Esperanza Aguirre anunció ayer su dimisión como lideresa del PP de Madrid. Aseguró hacerlo por “responsabilidad política” por el nombramiento de Francisco Granados (desde 2004 hasta 2011 fue secretario General del PP de la Comunidad de Madrid), uno de los principales acusados en la operación Púnica. “El hecho de que un juez lo mantenga en prisión durante tanto tiempo es un dato que nos hace pensar que algo grave debe de haber”, aseguraba ayer.

Aguirre deja el partido que encabezó durante una década sin voces discrepantes negando cualquier tipo de “responsabilidad material” en la supuesta trama y tras entender que la gente “quiere gestos” a raíz de los casos de corrupción.

La corrupción ha precipitado su salida, pero Aguirre ya había puesto fecha a su etapa al frente del PP de Madrid. Tras los malos resultados cosechados por el PP en la ciudad de Madrid en los comicios locales del 20 de mayo, en los que se impuso, pero sin posibilidad de convertirse en alcaldesa, ya reclamó un congreso extraordinario para dejar de ser presidenta del PP madrileño.

La expresidenta de la Comunidad de Madrid dijo entonces que en ese congreso extraordinario se debía afrontar una “refundación” de la formación y daba por concluido un período más de diez años como lideresa, una década en la que el partido logró sus mayores triunfos en las urnas con contundentes mayorías absolutas en la región y en el Ayuntamiento.

Tras dejar la Presidencia del Ejecutivo madrileño en septiembre de 2012, Aguirre no tardó en ofrecerse en reiteradas ocasiones a Mariano Rajoy para ser elegida candidata a la Alcaldía de Madrid, volviendo así a la primera línea política que, de facto, nunca había abandonado, puesto que nunca llegó a dejar de ser presidenta del partido en la Comunidad.

Y argumentaba su empeño de ser candidata apelando a sus anteriores victorias electorales, que sin embargo esta vez no repitió tanto por el desgaste de las medidas para afrontar la crisis como por los casos de corrupción -primero Gürtel y, a pocos meses de la cita con las urnas, la trama Púnica-.

Tanto en un caso como en el otro se han visto envueltos consejeros de los gobiernos de Aguirre, aunque nunca se ha visto directamente salpicada.

La pérdida de la Alcaldía, sumada a los errores -admitidos por ella misma- de su campaña y a las fallidas propuestas de pacto tras las elecciones para evitar que Manuela Carmena fuera alcaldesa llevaron a que muchos de quienes antes la apoyaban en el PP de Madrid se lo plantearan a la hora de renovar el liderazgo.

‘animal político’ La primera mujer que presidió el Senado y venció en unas elecciones autonómicas, la que fuera también ministra de Educación y Cultura y el animal político que no fue capaz de dejar del todo la cosa pública a pesar de abandonar el Gobierno de la Comunidad de Madrid, renuncia así a encabezar la renovación que ella misma reconoce que necesita el PP madrileño.

Y lo hace cuatro días después de los registros ordenados por el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco para investigar si los pagos de la trama Púnica sirvieron para financiar ilegalmente al PP de Madrid.

El viernes, a su llegada a la comisión sobre corrupción de la Asamblea de Madrid, aseguró sentirse respaldada por la dirección nacional del partido. Ya en la comisión, advirtió que la corrupción está “destrozando” a todos los partidos, incluso a las nuevas formaciones como Podemos y Ciudadanos.

Aguirre aún sigue siendo concejal del PP en el Ayuntamiento madrileño, precisamente donde su carrera política arrancó hace ya 32 años. En su etapa de jefa del Gobierno de la Comunidad de Madrid afirma haber manejado 200.000 millones de euros y haber nombrado a medio millar de altos cargos, de los que, según ella, sólo dos le han salido rana, Granados, en prisión por su implicación en la trama Púnica, y el exconsejero de la Comunidad Alberto López-Viejo, imputado en el caso Gürtel.