Anda suelto el titiritero. Y no se trata de los protagonistas del espectáculo provocador de Títeres desde Abajo en el barrio madrileño de Tetuán, que dio con sus huesos en la trena, como si nuestros cuerpos o nuestras almas estuvieran más seguros por mantener encerrados a dos provocadores cuyo gusto puede ser cuestionable pero cuya caracterización de criminales por apología del terrorismo insulta a la inteligencia en cualquier democracia.

El verdaderamente peligroso en términos de sanidad intelectual es otro. Uno que agita con insistencia su marioneta favorita ante un público que aún le compra las funciones, no nos engañemos. El pelele de ETA baila en el escenario cada vez que el ministro de Interior mueve los hilos en el teatrillo. Siempre programa la misma representación porque sólo sabe hacer de sí mismo y es actor de un solo registro.

El apocalíptico Fernández Díaz es obsceno en el uso de su cargo. Produce cierto espanto la simplicidad argumental de sus acusaciones políticas y hasta sonrojo cuando pretende criminalizar a la oposición al PP -desde PSOE a IU, de Podemos al PNV- enmarcándola en el círculo de intereses de ETA. Pero eso es precisamente lo que hizo ayer el ministro y para eso está ahí: para reforzar en el imaginario común de los españoles la presencia de una amenaza inexistente. Una que oculte la carencia de respuestas a las que realmente producen pesadillas en la sociedad a la que debe dar explicaciones: el deterioro del estado de bienestar, la precarización del empleo, la ausencia de alternativas de desarrollo personal y colectivo...

Fernández Díaz comparte cosmogonía con Jaime Mayor Oreja. No sabemos si, como el segundo, hace suya la percepción del franquismo vivido en Euskadi como un período de “extraordinaria placidez” (sic) pero es evidente que sí lo hace en la teoría de que todo lo que no redunda en favor de un gobierno de la derecha en España es parte de un contubernio en el que ETA es alfa y omega.

Mayor Oreja agitaba un par de semanas atrás, en una aparición cargada de crujir de dientes y rechinar de cadenas, un discurso de reminiscencia guerracivilista en el que aludía a la amenaza de lo que llamó “frente popular” aliado con los nacionalistas que coincide estratégicamente con ETA. Le faltó nombrar a la CEDA como antídoto de la enfermedad, pero en su propuesta de renovación del PP estaba implícito el rescate del voto que se le escapa por la derecha,... hacia Ciudadanos.

El exabrupto de Fernández Díaz sobre un acuerdo -que dio casi por cerrado- de PSOE, Podemos, IU y PNV que beneficiará a ETA es sólo la versión burda de tanto relato; el trailer de los espectros que intenta hacer volar sobre las cabezas de todos. Si no tuviera consecuencias sería una anécdota pero, la exuberancia con la que florecen en el último año las demandas por ensalzamiento del terrorismo y desprecio a las víctimas, da qué pensar. El espectáculo de títeres no empezó ni acabó el viernes en Tetuán.