Será porque estoy mucho tiempo en casa, pero el hecho es que recibo bastantes llamadas de empresas que llevan a cabo encuestas para esto y aquello. Aunque también es cierto que por mi ya avanzada edad a menudo no entro en los perfiles que necesitan. No hace mucho tiempo, en una encuesta electoral, obviamente sí entraba en sus perfiles. En un momento de la encuesta me preguntaron a quién votaría como presidente del Gobierno español. Sin pensarlo mucho respondí que Pedro Sánchez. Me quedé un tanto sorprendido por mi rápida respuesta y, durante varios días y semanas, me preguntaba, aunque sin mayor preocupación, por qué habría dado esa respuesta cuando mi opinión sobre el actual candidato socialista no era precisamente muy buena. Claro que, a continuación, me preguntaron que, si no a él, a quién de los otros principales contendientes, Rajoy, Rivera o Iglesias, daría mi voto. Y mi funesta manía de pensar demasiado, que diría una fugaz novia de mi adolescencia (lo que supuso, me temo, que me quedara a cuatro velas), me ha llevado a darle vueltas a la cuestión: si tuviera que votar, digamos, en Madrid, a qué partido o formación política daría mi voto. Lo que me obliga a diseccionar mi lectura del PP de Rajoy, del PSOE de Sánchez, del Ciudadanos de Rivera y del Podemos de Iglesias. Que me perdonen los demás partidos de ámbito estatal pero ya tengo bastante con los cuatro que, a todas luces, van a obtener el mayor número de sufragios.
No le recuerdo una idea digna de ese nombre. Su España federal es un café con leche para todos en envoltorio post-moderno. Sus discursos no pasan de mitineros. Claro que siempre se puede objetar que no se espera de un presidente que haga buenos discursos sino que sea, como poco, un buen gestor y, si da la talla, un líder. Pero si no le cae encima una especie de gracia presidencial que haga de él un líder, por lo hasta aquí mostrado nada hace pensar que algo así hubiera de ocurrir. Además, por lo que llevamos visto, Sánchez tampoco es un buen gestor. Basta ver algunos nombres que ha fichado para las candidaturas a las elecciones del 20 de diciembre. Particularmente la de Madrid, creando el enfado de sus propios militantes.
Luego ¿a quién votar si lo hiciera fuera de Euskadi? Mi mujer me dice que me falta una opción: votar en blanco. Porque votar, hay que votar siempre, si se es demócrata. Incluso si se piensa que nuestra democracia es imperfecta. ¡Ay! ¡Qué sabia es mi mujer!