BILBAO - El votante vasco tiene el voto prácticamente decidido. Así se desprende del sondeo de Gizaker Encuestas donde se refleja que el número de indecisos verdaderos se sitúa en el 13,4%, un nivel incluso menor del que existía a un mes de celebrarse la convocatoria para ayuntamientos y diputaciones del pasado 24 de mayo, donde este índice era del 15,7%. Las razones pueden ubicarse en varios sentidos: por un lado, la fidelidad que siempre ha caracterizado al ciudadano de la CAV a la hora de acudir a las urnas, principalmente el que respalda a las fuerzas soberanistas; por otro que, aunque sean comicios generales, el escenario parece mimetizar resultados de últimas citas electorales; y además, que en esta comunidad, al margen de la fuerte irrupción que se le vaticina a Podemos, que podría alcanzar cuatro escaños, la escasa implantación que parece tendrá Ciudadanos despeja la interrogante que se presenta en el Estado, donde muchos votantes del PP y PSOE sopesan dar su apoyo a la formación de Albert Rivera.
Y es que la fluctuación de los sufragios parece estar clara en suelo vasco donde, según la prospección de Gizaker, el PNV subiría en un escaño para recuperar la hegemonía al obtener 6 asientos, mientras que EH Bildu pasaría de 6 a 4, lo que podría explicarse también por la gran entrada en escena de la fuerza morada, que igualmente mordería en el espacio del PSE, que se quedaría con la mitad de representación (2), mientras que el PP obtendría el farolillo rojo con 2 diputados. Nada que ver con el horizonte que se percibe en España, bastante abierto entre cuatro opciones políticas.
De la macroencuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), con 17.400 entrevistas presenciales, se deduce que 87 de cada 100 ciudadanos dicen con toda seguridad, o muy probablemente, que irán a votar. De ellos el 58% ya ha decidido el color de su papeleta, en tanto que un abultadísimo 41,6% reconoce no haber tomado todavía una postura definitiva. Ahora bien, ese porcentaje que sostiene que “no lo ha decidido aún” es el número de gente que responde de esa forma cuando se le plantea la siguiente cuestión: “¿tiene ya decidido su voto?”. Sin embargo, cuando la interrogante formulada es “si mañana fueran las elecciones, ¿a qué partido votaría?”, el número baja hasta el 19,1%, lo que se denomina como “indecisos reales”. O lo que es igual, no es tanta la gente a la que el transcurso de la campaña electoral puede hacerle cambiar de parecer.
Si en la CAV, normalmente, el voto fluctúa dentro de los dos grandes bloques, soberanistas y unionistas -aunque la aparición de Podemos abre una tercera vía, sobre todo en el aspecto referente al estatus-, en España las dudas basculan principalmente entre optar por el PP o Ciudadanos (11%), entre PSOE o Ciudadanos (9,1%), entre PP y PSOE (9%), PSOE y Podemos (7,7%) y finalmente entre Ciudadanos y Podemos (6,6%). La marca naranja se considera como alternativa seria por uno de cada cuatro indecisos, de manera que esta formación que en la estimación final de la encuesta del CIS aparece prácticamente empatada en intención de voto con el PSOE, cuenta con sólidas opciones de dar el sorpasso y situarse como segundo partido, algo que beneficia a un PP que podría apoyarse en él como muleta para seguir al frente del Ejecutivo.
Caben tener en cuenta sobre este estudio de referencia otros dos apuntes: primero, que el sondeo del CIS se realizó entre el 27 de octubre y el 16 de noviembre, cuando ni siquiera se habían proclamado las diferentes candidaturas en cada circunscripción electoral; segundo, que la población femenina es menos abstencionista pero más indecisa. A la pregunta sobre intención directa de voto -donde solo el PSOE resultaría más votado por las mujeres que por los hombres, dato que coincide con el grado de simpatía o con que lo sienten más cercano-, frente a un 15,8% de indecisos de género masculino hay un 22,1% de población femenina indecisa, lo que podría determinar que en el conjunto del Estado el voto de la mujer será ciertamente el decisivo.
Según los analistas, a mayor edad, mayor decisión respecto a la intención de voto. La conocida como generación millenial (18 a 34 años) concentra un tercio de electores indecisos, seguida por la generación X -entre 35 y 50 años- (30,6%), los baby boomers -entre 50 y 65 años- (26,3%) y los mayores de 65 años -o generación silenciosa- (22%). Los responsables de los sondeos explican que la crisis, igual que nos ha hecho más prudentes a la hora de comprar, nos ha hecho más cautelosos para decantar el voto. “Más de un 10% de los electores lo decidirá el mismo 20-D. Cuando había menor oferta electoral, la mayoría de electores tenía lo decidido antes de entrar en campaña. La volatilidad, sin ninguna duda es joven”, afirman los sociólogos. Esta vez habrá millón y medio de nuevos votantes, más del doble de los nuevos mayores de edad que se incorporaron en 2011. Quizás sean ellos quienes garanticen una noche electoral apasionante. Menos en Euskadi, donde la mayoría de papeletas están prácticamente metidas en sus correspondientes sobres.
Fidelidad electoral. Amén de que el voto vasco acostumbra a ser fiel, esta vez, pese a ser generales, se prevén unos resultados en sintonía con convocatorias precedentes, con preeminencia soberanista. Además, no existe el factor de incertidumbre que en el Estado otorga la presencia de Ciudadanos, donde puede restar sufragios a PP y PSOE.
Solo dos de cada diez votantes dudan cuando se le pregunta “si las elecciones fueran mañana mismo, ¿a quién votarían?”. Ahora bien, el índice se eleva al 41,6% cuando se interroga a los encuestados si “tienen decidido su voto”. Ello obedece a que cuando la acción es inminente, es más fácil posicionarse.