La situación política catalana va a permitir al Partido Popular aparecer ante la opinión pública española como el partido refugio en una situación de emergencia. La gente no va plantearse qué cuota de responsabilidad corresponde al gobierno español en la situación actual. Una parte importante del electorado va reaccionar ante la estrategia catalana por la “desconexión” apoyando a los partidos que más garantías ofrecen de que España no “se romperá”. Y esos partidos son el PP y Ciudadanos. El PP tiene la ventaja de que gobierna y aunque hay muchos que se consideran damnificados por sus actuaciones, a buena parte de ellos le bastará con que, al menos, no hayan hundido definitivamente al país. Tiene también la ventaja de que se beneficiará del voto útil en las circunscripciones electorales de menor tamaño.

El Partido Socialista lo tiene mucho más difícil. Sus posibilidades de llegar al gobierno pasan por pactar con Podemos y, al menos, con los partidos nacionalistas. Pero en este contexto, los pactos con los nacionalismos periféricos serán percibidos por muchos de sus votantes potenciales como una operación de alto riesgo. Los discursos centrados en los agravios -la polémica relativa al Concierto y el Cupo han sido un anticipo- arreciarán, y en ese ambiente será muy difícil que el PSOE obtenga un resultado que le permita aspirar a gobernar.

La evolución de las encuestas de opinión dibuja, además, un escenario muy favorable a Rajoy. El PP perderá muchísimos votos, sí, pero lleva unos meses instalado en estimaciones de porcentaje de voto superiores al 25%, mientras que el PSOE se ha mantenido sistemáticamente por debajo de ese porcentaje desde que surgieron los nuevos partidos, y si las tendencias recientes se confirman, podría incluso ser superado por Ciudadanos. Para poder gobernar, los socialistas necesitarían el apoyo de más de un grupo, quizás de tres o de cuatro, y eso no ofrece ninguna garantía de estabilidad al electorado. Por su parte, para gobernar, al PP podría bastarle con que Ciudadanos se lo impida al PSOE. No creo que aquellos se comprometan firmemente con ninguno de los dos grandes partidos. Si apoyasen claramente a uno o al otro, su prestigio quedaría automáticamente comprometido por ese apoyo. Sin apoyarles, sin embargo, podría condicionar de forma decisiva la acción de gobierno, y hacerlo, además, sin el desgaste que supondría entrar en un posible gobierno de coalición. Para un partido interesado en sustituir a alguno de los que ha venido gobernando desde la transición, lo mejor es dejar hacer, condicionar las políticas y aprovecharse después del desgaste.

Rajoy ha arriesgado al conceder un importante protagonismo a Albert Rivera en relación con el asunto catalán. El trato dispensado por el presidente del gobierno a un político que, a pesar de las encuestas, es todavía extraparlamentario en las Cortes Generales le ha dado una proyección de la que carecía. Rivera aparece ahora como un presidente del gobierno verosímil, algo que, sin embargo, no cabe decir de Pablo Iglesias. La jugada, de momento, le ha salido bien al actual presidente del gobierno: Ciudadanos erosiona al PSOE y podría alcanzarlo en las encuestas, pero no se acerca lo suficiente al Partido Popular.

Queda mes y medio para las elecciones generales y pueden pasar muchas cosas todavía. El Partido Popular ha demostrado ya que puede ser el peor enemigo de sí mismo y podría, incluso, ahorcarse con su propia soga. Pero por el momento, las cosas se le están poniendo más fáciles de lo que parecían y la cuestión catalana podría ser el empujón definitivo que permitiría mantener a Mariano Rajoy en la Moncloa.