H ay que admitir que un proceso unilateral de secesión es una fórmula llena de problemas e incertidumbres. Contiene riesgos que el acuerdo bilateral no conlleva, como se encargaron de demostrar checos y eslovacos. No se puede negar que hay un impacto económico asociado a la incertidumbre que genera, al cambio de relaciones financieras y comerciales y que los ciudadanos tienen derecho a conocer el alcance real de las consecuencias de sus decisiones. La sociedad catalana acumula suficientes años de democracia como para discernir que no va a elegir una Arcadia feliz y que su voluntad de tomar sus propias decisiones tendrá un coste en términos de bienestar. Es leal y correcto trasladar esos riesgos y costes.

Pero estamos muy lejos de eso cuando se desata la campaña que protagoniza la gran banca, los grandes intereses empresariales, el Gobernador del Banco de España y hasta la Liga de Fútbol, cuya prioridad no es necesariamente el bienestar de los catalanes. Ni de los españoles, que tampoco los han elegido para estar ahí. Cosa que, por cierto, sí han hecho los partidos políticos que defienden la unidad española con los cargos institucionales, un buen puñado de empresas privatizadas y el regulador bancario, además de la cúpula del poder judicial.

Así que, cuando los Círculos de Empresarios defienden el status quo que sustenta sus intereses económicos, o Linde habla de ‘corralito’ en Catalunya no hay un afán conciliador e informativo sino la expresa voluntad de amenazar con las siete plagas porque prometen un boicot de naturaleza ideológica. Eso de no poder contar con España como un buen vecino sino como un mal enemigo retrata los valores democráticos de quien practica la amenaza mientras ofrece la alternativa de la sumisión; nunca el acuerdo ni el diálogo.

Los catalanes han de saber que quienes amenazan no lo hacen en balde. Están dispuestos a llevar a término el boicot. Y un corralito se puede fabricar sin dificultad y de muchos modos, como acredita la experiencia, pero con un denominador común: evitar una descapitalización. Lo hizo el gobierno argentino en 2001 para evitar la fuga de capitales; lo impuso la troika a Chipre para evitar el desplome de su sector bancario; y lo provocó de nuevo el factotum europeo en Grecia para que se aviniera a negociar el rescate sin renegociar el pago de su deuda. Así que, quienes amenazan con descapitalizar Catalunya sacando sus intereses del país son los mismos que hablan del riesgo de ‘corralito’ como consecuencia de su propio boicot. A Catalunya se le amenaza con expulsarla de la UE y el euro y nadie habla del PIB aportado por los catalanes para que España esté en ambos. O sus cotizaciones al fondo de la Seguridad Social ¿Cómo se devuelven? ¿Cómo se sostiene España sin ellos?

Los adalides del modelo español de unidad nunca supieron seducir. Fían la defensa de sus intereses a la amenaza de bloqueo y a la Brigada Paracaidista. Y con los lodos de esa amenaza tendrán que conducir las relaciones postelectorales no con Mas ni Romeva. Con los catalanes.