llevaban ya año y medio inmersos en un proceso de diálogo discreto, interpersonal, en el que han podido debatir en profundidad y con respeto cuál es su papel en la recuperación de la convivencia normalizada tras décadas de desencuentros. Les unía el carácter de víctimas de una violencia injusta y la convicción para llevar adelante una iniciativa que demande a los partidos unidad y compromiso.

Las quince personas que han presentado esta semana el informe Eraikiz (construyendo) vivieron ya la experiencia de víctimas educadoras, como fruto del Plan de Convivencia Democrática y Deslegitimación de la Violencia aprobado por el Parlamento Vasco en 2010. Ahora, y profundizando en su trabajo común a impulso de la Secretaría de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco, han trasladado a los partidos políticos su planteamiento para desbloquear la Ponencia de Paz.

No se trata de una asociación al uso, de uno de esos colectivos monolíticos relacionados con las víctimas. Entre los quince firmantes de Eraikiz hay víctimas de ETA, de los Comandos Autónomos, de los GAL, de la extrema derecha o de excesos policiales. Si hay que concretar, entre ellos se cuentan dos hijas de Fernando Buesa, un hermano de Txiki Paredes, la viuda del concejal Jesús Pedrosa, dos hijos de Joxe Mari Korta, un hijo de Joseba Goikoetxea, la hermana de Joxi Zabala, un hijo de Froilán Elexpe o el hijo de José Manuel García. Una lista sobre la que no puede caber ninguna duda de su condición de víctimas, con muchas lágrimas derramadas y mucho dolor sobre sus espaldas a causa de una violencia injusta.

Fruto del diálogo íntimo y discreto de todos estos meses ha sido el documento que plantea siete demandas directas a la clase política que pueden concretarse en tres mensajes fundamentales: que todos los partidos sean unánimes en declarar que matar estuvo mal; que se reconozca a todas las víctimas, sin exclusiones; que de la misma manera que ellos, víctimas, se han puesto a trabajar por la convivencia, los partidos políticos lo hagan también.

El primer mensaje, evidentemente, va dirigido a la izquierda abertzale que, como asignatura pendiente, sigue siendo requerida para que reconozca de manera clara y contundente que ETA nunca debió existir, que cualquier forma de lucha no es válida para lograr un objetivo político.

El segundo mensaje, también indudable, lo destinan a los partidos políticos, medios de comunicación y colectivos de apoyo a víctimas del terrorismo que se empeñan en negar la condición de víctimas a todas las que no lo han sido por atentado de ETA. Obsesión excluyente abanderada por el PP y los colectivos de apoyo que les son afines (AVT, Covite, etc.), secundada de tapadillo y con tibieza por amplios sectores del PSOE y UPyD y con entusiasmo digno de mejor causa por los principales medios de comunicación de ámbito estatal sin excluir a algunos de ámbito vasco.

El tercer mensaje emplaza a las fuerzas políticas a que sigan el ejemplo que ellas, las víctimas, están dando y dejen de defraudar a la ciudadanía vasca que desea una convivencia en paz y normalizada. Es hora, pues, de desbloquear la Ponencia de Paz y acordar un suelo ético común.

Los mensajes que trasladan a la clase política interpelan a los que todavía se empeñan en que la memoria debe comenzar a partir de los años 88-90 en los que padecimos la cara más cruel con una ETA en desenfrenada actividad violenta y una izquierda abertzale desnortada implantando la socialización del sufrimiento (ponencia Oldartzen). Interpelan también a los que olvidan que entre los 70 y los 80 camparon a sus anchas asesinando y amedrentando con total impunidad en una cadena de atentados nunca esclarecidos.

Interpelan asimismo a quienes por preservar su cohesión política interna y evitar su desgaste político no se atreven a reconocer y condenar en público lo que reconocen y condenan en privado. La izquierda abertzale, lógicamente, no va a ceder a las exigencias imperiosas del resto de las fuerzas políticas que a veces van cargadas de rencor y de rechazo. El ánimo constructivo y el ejemplo de las quince víctimas podrán servir de ejemplo para que, a su tiempo y sin presiones, la izquierda abertzale reconozca sin ambigüedades que lo que se hizo mal, se hizo mal.

El paso adelante que las quince víctimas han dado en su manifiesto Eraikiz es un valioso gesto que servirá para un futuro relato compartido, un anuncio profético de que la convivencia entre todos es imparable y una denuncia de que los comportamientos del pasado son perjudiciales y además inútiles. Porque los firmantes, esas quince personas unidas por un dolor de origen tan diverso como perverso, no se han limitado a elaborar el manifiesto y darlo a conocer. Han venido para quedarse y se han comprometido a trabajar para que los políticos contribuyan a la convivencia sin esperar unos la reacción de los otros.

Aunque solo sea por el trabajo hecho en silencio y discreción durante todos estos meses, aunque solo sea por el ejemplo que están dando a la sociedad vasca, los componentes del grupo que ha elaborado Eraikiz han dejado claro que la convivencia es posible.