Atenas - El referéndum de mañana en Grecia definirá el porvenir de Alexis Tsipras como primer ministro, pues ha vinculado indirectamente su permanencia en el Gobierno al respaldo popular a su campaña por el No. En caso de imponerse esta opción, es decir, el rechazo a la propuesta de los acreedores -que ni siquiera está ya sobre la mesa-, lo que en realidad se plantea es qué acuerdo es el que se acabará firmando, y sobre todo cuándo abrirán los bancos.
En una entrevista a la televisión privada griega, Tsipras sostuvo que gane el Sí o gane el No, el martes habrá un compromiso con los acreedores y ese compromiso permitirá reabrir los bancos. Si efectivamente ganase el No es poco probable que Tsipras entre en un nuevo pulso prolongado con los acreedores, sino posiblemente buscaría lograr una firma bajo la última propuesta que formuló el pasado martes a las instituciones, en la que ya había cedido posiciones.
Solo en el caso improbable de un No abrumador, el Gobierno podría tener un mandato más potente para intentar arrancar alguna concesión más, pero con los bancos cerrados nada apunta a que ese pueda ser el caso. Tsipras ha asegurado que el corralito impuesto el pasado lunes terminará en cuanto se llegue a un acuerdo, pues los bancos, dice, no tienen problemas de solvencia sino únicamente de liquidez, fruto de la decisión del BCE de cortar los préstamos de emergencia.
La agencia de calificación Fitch no comparte este optimismo y no solo ve posible que los controles de capital todavía duren algún tiempo, sino que no excluye la liquidación de algún que otro banco. Una victoria del Sí podría acelerar la reapertura de los bancos, pero no evitará la inestabilidad política que se derivará de la derrota de Tsipras.
Posibles escenarios Los escenarios que se plantean son varios: por un lado está la posibilidad de que el primer ministro cese su cargo a alguien de su equipo, encargado de sellar el acuerdo y llevarlo al Parlamento para su aprobación. Otra opción sería que el Gobierno dimitiera al completo y no se opusiera a la formación de un Ejecutivo de “salvación nacional”, “amplio consenso”, “tecnócrata” o cualquiera que sea la definición que se le otorgue, que sería el encargado de legislar el compromiso. En ambos casos, el problema estará en convencer a los diputados de la actual coalición, Syriza y Griegos Independientes, de no entorpecer este proceso, tarea que no parece fácil por mucho que se lo pida Tsipras.
Paradójicamente, lo que podría acabar ocurriendo en este escenario es que el acuerdo que vaya a sellar finalmente cualquiera que sea el Gobierno podría ser nada menos que el propuesto por Tsipras mismo el pasado martes pero sin él al frente. La tercera opción es la formación de un Gobierno cuyo cometido exclusivo sería la preparación de unas elecciones generales, que se celebrarían como muy pronto tres semanas después de convocarse. Este escenario se presenta casi como el más problemático, pues si bien es posible que Syriza podría fracturarse y sufrir un fuerte descalabro, la oposición no ha tenido tiempo para regenerarse desde los comicios de enero, y, por el contrario, ha seguido cayendo en picado en las encuestas.
Para los griegos, en cualquier caso, el peso de la responsabilidad que se les ha encomendado es gigantesca, pues la opción que se les plantea es elegir entre la peste y el cólera.