ha sido la mar de sencillo. En Madrid ganó Esperanza Aguirre, del Partido Popular, pero como sus oponentes tuvieron más concejales y se pusieron de acuerdo para elegir a Carmena, la señora Aguirre y sus compañeros de partido se han tenido que fastidiar. Es lo que tiene la política en democracia, que, si mediante acuerdos sumas más votos que el rival, te llevas el gato al agua. Y ha sido una bonita lección para todos los que, durante estos años de atrás, se quejaban amargamente de que en España no hay democracia? solo porque no les gustaban quienes gobernaban.

Es cierto que el sistema electoral español tiene sus peculiaridades y eso introduce algunas distorsiones en la representación que sale de las urnas. Pero también lo es que todos los sistemas tienen las suyas. En el Reino Unido de nada sirve obtener muchos votos en un distrito si otro candidato ha obtenido un solo voto más; eso sí que distorsiona: deja a miles de votantes sin representación parlamentaria. Sin embargo, nadie diría que los británicos viven sojuzgados bajo un régimen autoritario.

Y es que nadie vota obligado. Cuando un elector mete la papeleta en el sobre, es la papeleta que él o ella ha querido la que acaba en la urna. El Partido Popular ha gobernado en Madrid y Valencia desde hace decenios por una razón tan sencilla como que la gente ha depositado su confianza en ese partido. Y ahora gobernarán otros, porque mucha gente ha dejado de confiar en ellos. En Navarra ha ocurrido algo parecido con UPN. Antes la gente votaba a los “navarristas” en una proporción suficiente como para que hayan podido gobernar -solos o acompañados- durante decenios. Y ahora muchos se han hartado. Así que serán otros los que gobiernen. En Vitoria ha ocurrido lo mismo. Gobernaba el PP y ahora lo hace el PNV. Y hace unos años un acuerdo entre el Partido Socialista y el Partido Popular dio la presidencia del Gobierno Vasco a Patxi López, impidiendo que gobernara el candidato ganador, Juan José Ibarretxe. Es cierto que en aquel caso miles de votantes fueron privados -ilegalización mediante- de la candidatura a la que hubiesen querido votar, y que eso condicionó de forma decisiva el reparto posterior de parlamentarios y facilitó la operación; pero también lo es que el resto de partidos no renunciaron a presentarse a las elecciones, con lo que, de forma implícita, aceptaron las reglas del juego.

Convendrá recordar esto cuando cambien las tornas, que cambiarán. Y conviene tener esto presente ante el rasgar de vestiduras a que asistimos estos días.

Otra cosa es si lo de desbancar al candidato ganador es buena o mala idea. ¡Ojo! Lo digo en términos de estricta estrategia política. Y al respecto, hay muy variada casuistica: Odón Elorza no ganó sus primeras elecciones y, sin embargo, acabó siendo el más votado. No ocurrió lo mismo con Patxi López, porque para que aquello hubiera salido bien había que haber hecho las cosas muy bien, y no fue buena idea gobernar contra demasiada gente. Ya veremos cómo salen estas cosas en Madrid, Barcelona o Valencia; las izquierdas -las dos, la “verdadera” y la otra- asumen un riesgo, como lo asume Geroa bai en Navarra. Y qué decir de Vitoria: desalojan al ganador que, además, ha mejorado resultados; gobierna el tercero en discordia; y, por si fuera poco, será el segundo el que tenga la sartén por el mango. Me parece a mí que el PNV se la juega en Vitoria, pero nunca se sabe; si algo tiene el “partido de las mayorías vascas” son doctores.