Entre los 15.500 metros de tela que ayer se utilizaron en Donostia, Baiona, Pamplona, Vitoria y Bilbao, hubo varios trozos que llegaron desde el otro lado del Atlántico para construir las urnas simbólicas de los actos centrales. Las euskal etxeak de Argentina, Uruguay y Estados Unidos, entre otras, aportaron su granito de arena a la reivindicación. “Más que sumarnos, nos sentimos parte de este proceso”, asegura Xabier Zubillaga, uno de los argentinos que estos días está en Donostia y ayer acudió al acto de Anoeta.

Él llegó de Necochea, una ciudad de 85.000 habitantes en la provincia de Buenos Aires: “La diáspora es la octava provincia y soñamos con que nos conozcan y se nos sienta parte de esto”.

En una conversación en la pista de atletismo de Anoeta durante los preparativos para el día D, Zubillaga recupera el pasado: “La historia del pueblo vasco se ha escrito también en la diáspora en muchos momentos, desde las fundaciones de las ciudades, las guerras carlistas, el exilio...”

Tanto que, en cierto tono bromista, “hay muchos más apellidos vascos en la diáspora que en los dos o tres millones de personas que se pueden contar aquí”. La diáspora es para Zubillaga “un buen activo que hay que saber aprovecharlo. Invitaría a invertir en ella porque puede ayudar mucho en este proceso que es que el pueblo vasco tenga derecho a decidir su futuro”.

Junto a él, Patxi Soraluce, oriundo de Rosario, a unos 750 kilómetros de donde vive Zubillaga: “Hemos venido de vacaciones y también a hacer esta reivindicación de la autodeterminación. Los vascos de Argentina también apoyan lo de aquí”, asevera, al tiempo que reconoce que “poco a poco la gente ya empieza a saber qué es esto y qué hacemos. Al principio no tenemos mucho eco, pero cuando se ve lo que es, cada vez se une más gente”.

Con familia de origen azpeitiarra, reconoce que la labor desarrollada en la diáspora, donde hace un mes celebraron una gran cita donde cosieron todas las telas de las euskal etxeak argentinas y uruguayas, “no es como aquí, pero poco a poco estamos en ello. En unos años conseguiremos ser la octava provincia y tendremos allí cada vez más de lo que se ve aquí”.

A la conversación con Zubillaga y Soraluce se suma Jon Camio como tercer exponente de que la diáspora ayer estuvo, como en la cadena humana de 2014, en las plazas y estadios de las cinco capitales vascas. En el caso concreto de Camio, por partida doble, puesto que ya participó en la cadena de 123 kilómetros que el 8 de junio del año pasado unió Durango con Pamplona. Procedente de Los Ángeles (California), de su mano llegaron las telas de las euskal etxeak de San Francisco, Boise y Nueva York: “Queremos enseñar que somos muchos en la diáspora los que queremos contribuir”.