Pamplona - Si el próximo 24 de agosto el Parlamento foral no ha nombrado a un nuevo presidente, Navarra deberá repetir las elecciones autonómicas. Se trata de una excepción legal que nunca se ha aplicado hasta ahora porque, bien o mal, al final siempre ha habido una mayoría de Gobierno al inicio de la legislatura. Pero que ha empezado a sobrevolar una precampaña electoral marcada por la atomización política y la posible dificultad de llegar a acuerdos tras el 24 de mayo. Es lo que en la política navarra se ha denominado “segunda vuelta electoral”. Un escenario todavía lejano, pero que con mayor o menor interés algunos partidos se empiezan a plantear.
La hipótesis ha cobrado fuerza a la luz de las encuestas que auguran un Parlamento fragmentado para la próxima legislatura. Pero sobre todo por la complejidad de los pactos necesarios entre las distintas fuerzas políticas, que pueden hacer imposible formar una mayoría suficiente y estable para gobernar durante cuatro años.
Más allá de las propuestas que los líderes políticos vienen esbozando las últimas semanas, el tema central del debate en este inicio de año ha sido la política de pactos, con las líneas rojas como lema protagonista. Así, PSN y EH Bildu se han descartado mutuamente; Podemos también rechaza cualquier alianza con los socialistas, y éstos se niega a apoyar un nuevo Gobierno de UPN, lo que complica la investidura de Esparza. Al menos en un primer momento.
Un complejo escenario en el que las distintas fuerzas, situadas en el bloque del cambio o en el de la continuidad, aguardan el reparto de escaños para conocer el juego de mayorías en un Parlamento que garantice cierta estabilidad al próximo Gobierno. Y aunque el cambio parece más posible que nunca, éste volverá a depender del equilibrio de fuerzas que depare la noche electoral.
Tactismo político No obstante, la hipótesis de la segunda vuelta va más allá de la mera aritmética parlamentaria, y esconde también cierto tactismo electoral. Es por ello que se observa además con diferente prisma según la fuerza política, lo que puede marcar la estrategia política después de que se abran las urnas.
No obstante, y como es algo que no se ha producido nunca, tampoco hay precedentes a los que agarrarse. El jurista Miguel Izu afirmaba hace escasas fechas en un artículo que más allá del interés de cada partido, con la legislación actual los nuevos comicios deberían ser el 18 de octubre. No obstante, con las elecciones generales también en el horizonte cercano, en algunos ámbitos se ha empezado a especular con la posibilidad de que ambos comicios pudieran coincidir el mismo día.
Un escenario del que fuerzas como EH Bildu, Geroa Bai o Izquierda-Ezkerra, claramente situadas en el eje del cambio, no quieren ni oír hablar. Tras años de oposición, ven en el 24 de mayo la mejor oportunidad en la historia reciente de Navarra para construir una alternativa a lo que vienen denominando como “el régimen” representado por UPN, PSN y agentes socioeconómicos afines. Perder esta oportunidad, y hacer volver a los ciudadanos a las urnas tres meses después, puede llevar a la desmovilización de buena parte de los votantes.
A la apuesta por el cambio se suma ahora Podemos, cuya aportación puede ser determinante para acabar inclinando la balanza tras el próximo 24 de mayo. Sin embargo, la cercanía de las elecciones generales, previstas para noviembre, han despertado algunas dudas en torno a la formación de Pablo Iglesias, que la semana pasada fijaba la prioridad del partido en las elecciones de Madrid y Valencia, y pedía no hablar de pactos hasta después de los comicios, de forma que el debate sobre una hipotética alianza con EH Bildu no interfiera en las expectativas electorales del partido. Lo que sin duda será más fácil si las decisiones más comprometidas se retrasan hasta después de las estatales.
A un escenario similar se enfrenta el PSN, que públicamente ya ha señalado que no tiene miedo a una nueva convocatoria electoral en otoño. Un argumento con el que los socialistas quieren dotar de credibilidad su negativa a pactar tanto con UPN como con EH Bildu, aunque ello implique volver a llamar a los ciudadanos a las urnas. En la formación socialista hay incluso quien considera que las expectativas podrían mejorar en un segunda vuelta si estas se acercan en el tiempo a las elecciones generales.
Repetir los comicios puede ser también un buen balón de oxígeno para UPN, que afronta la cita de mayo con el temor real a la pérdida del Gobierno, por lo que cualquier cosa que sea mantenerlo algunos meses más será una noticia positiva. Los regionalistas saben además que si el PSN cumple su palabra Javier Esparza difícilmente será elegido presidente. La continuidad en el poder pasa por lo tanto por que el bloque del cambio no llegue a los 26 escaños sin los socialistas, y que estos rechacen sumar sus fuerzas al resto, dando paso a un nuevo proceso electoral al que UPN podría concurrir como fuerza mayoritaria y principal opción de Gobierno.
Algo que, además de suponer un importante gasto adicional, abocaría a Navarra a varios meses más de parálisis institucional, con un Gobierno que lleva en funciones prácticamente tres años. Y que queda lejano todavía, cuando ni siquiera ha empezado la campaña electoral, y sin que los ciudadanos se hayan pronunciado en las urnas. Hasta entonces, todo serán cábalas y cálculos sobre liderazgos, pactos y alianzas. Un argumento más para el debate político de las próximas semanas.