Aestas alturas ya sabemos que los datos se maquillan. Desgraciadamente, vemos en demasiados casos cómo se trampea con ellos para demostrar la cuadratura del círculo, con argumentos tan falaces como en su día fueron los brotes verdes o las actuales afirmaciones grandilocuentes de gente con tan poca autoridad moral como la del FMI y sus correveidiles del Gobierno español. Estos días, de nuevo, soportamos la cháchara vacía de que todo va bien, cuando sabemos ciertamente que los efectos de la crisis económica siguen empeorando las condiciones de muchas personas.
El asunto no es para hacer bromas. Cada vez más una parte de la población aumenta su riesgo de exclusión por el empobrecimiento paulatino; grupos sociales que, hasta ahora, podían mantener unos niveles aceptables de vida, ahora ya no. Eso sí que debería ser una cuestión de Estado. Se me ponen los pelos de punta ante la desfachatez y desvergüenza de quienes mienten cuando los números demuestran todo lo contrario.
Hace poco este diario nos informaba de unas estadísticas españolas con datos de empleo al alza. No mentían en Madrid al decirlo, pero tampoco se sujetaban a la verdad, pues, dependiendo de la manera de hacer su lectura, las conclusiones son bien distintas. Es verdad que las tasas de afiliación a la Seguridad Social han crecido, pero si nos quedamos solamente con eso nos equivocamos, ya que una cosa es el número en global y otra su calidad para responder a las necesidades materiales de la ciudadanía. El tipo de contrato y la jornada laboral son, por lo tanto, elementos básicos a tener en cuenta para lograr el empleo de calidad que permite vivir con dignidad y autonomía.
Sabemos que desde el año 2007 se han perdido más de 160.000 empleos a jornada completa en la CAV y, aunque en los últimos meses se observa un ligero crecimiento, el rigor antes de lanzar las campanas al vuelo debería pasar por contrastarlos con respecto al tipo de jornada o su temporalidad. El hecho de que en 2014 el 40% de los contratos sean parciales nos habla de posible precariedad y dificultades para la defensa de las condiciones del puesto de trabajo y de los derechos de los y las trabajadoras. Además, su afección en personas jóvenes conlleva una menor cotización y a futuro unas peores condiciones en su jubilación.
Otro aspecto a tener en cuenta es que las mujeres concentramos el 80% de los empleos parciales y el 58,5% del total del empleo eventual, con la consecuencia de la ya demostrada pobreza de género. Los números son buenos instrumentos que utilizados decentemente permiten llegar al diagnóstico certero para aplicar las necesarias políticas de cambio en este ciclo negativo.
Menos mal que en este maremágnum siempre hay quien nos alegra el día. En concreto, a mí, esos dos personajillos que en una pseudotelevisión abogaron por echarnos al mar a las “ratas separatistas vascas y catalanas”. Tiene su gracia. Últimamente me parece oír pitidos en calles y casas; creo que ha comenzado el ensayo. De aquí a mayo hay tiempo para afinar el tono.