Hace 54 años el dibujante Francisco Ibáñez ideó 13, Rue del Percebe, una macroviñeta que en clave de humor plasmaba un edificio de apartamentos que mostraba la vida cotidiana de sus habitantes, sus alegrías y miserias. Un retrato social que forzando el imaginario podríamos extrapolar hoy en día, con similar secuencia, al estrado político y contemplar cómo, a tres meses para las elecciones municipales y, en algunos territorios, autonómicas, las principales formaciones han cambiado el púlpito de campaña por un ring pugilístico donde dirimir sus diferencias internas, que les lleva en ciertos casos a una implosión de consecuencias imprevisibles. PSOE, PP, IU, Podemos, UPyD o CiU han escenificado en las últimas semanas y algunos siguen haciéndolo el ejemplo más clarividente del porqué la ciudadanía se distancia cada vez más del tradicional proceder de los partidos políticos. Pero, como en todo crisol, hay excepciones. PNV y EH Bildu exhiben públicamente una imagen de fortaleza en sus filas. Conducta que erige a las fuerzas abertzales en una isla mientras las marcas constitucionalistas vascas y el resto de siglas estatales nadan entre tiburones.

El movimiento sísmico más relevante llegó desde Ferraz, donde la estructura no deja de tambalearse y amenaza ruina. El golpe de mano que Pedro Sánchez propinó a la federación socialista madrileña con la destitución del candidato a presidir la Comunidad, Tomás Gómez -derecho que se ganó con el procedimiento de primarias que tanto predicó el partido para alardear de democracia-, no solo afecta a las expectativas en la capital española sino que puede acarrear tal efecto que el 24-M deje al PSOE en situación de siniestro total. Si no antes, ya que el 22 de marzo Susana Díaz se juega sus cartas en los comicios andaluces donde se prevé su victoria pero obligada a pactar bien con la IU de la que renegó, bien con Podemos. De hecho, la guadaña que sacó a pasear el secretario general la han entendido algunos como contrapeso futuro frente a las intenciones de la presidenta andaluza de optar a las primarias como aspirante a La Moncloa. Y todo, según el propio Gómez, con la alargada sombra de Rubalcaba.

Tenía poco el PSOE con su objetivo de escapar de la catacumba donde los sondeos le siguen instalando que, en lo que atañe a la CAV, se ha vivido un episodio semejante en Gasteiz, después de que la candidata, Maite Berrocal, renunciara al considerar que desde la ejecutiva territorial le “imponían” quiénes debían ser sus compañeros de plancha a través de una propuesta alternativa que obtuvo el respaldo de la dirección del partido encabezado por Idoia Mendia. La ejecutiva alavesa liderada por Cristina González se decantó al final por el veterano concejal Peio López de Munain, pero el caso ha desenterrado la batalla que parecía atenuada desde que González, estrecha colaboradora de su antecesor, Txarli Prieto, avalara la continuidad de la línea trazada por el aparato. Otro cisma para un PSOE diezmado en sus otrora feudos históricos: qué decir de Catalunya, donde el PSC emprendió una huida hacia al abismo bajo sus postulados de reforma constitucional como alternativa al soberanismo, y que le ha provocado una hemorragia con la marcha de dirigentes proclives al derecho a decidir. El liderazgo de Miquel Iceta no parece que vaya a remediar la debacle al mando de Pere Navarro.

El PP padece su particular travesía en el desierto en tierra vasca. La desavenencia pública entre su líder en la CAV, Arantza Quiroga, con el presidente del partido en Gipuzkoa, Borja Sémper, por la designación de Miren Albistur como candidata para Donostia, en detrimento de Ramón Gómez, ha sido la guinda de un mandato que pinta negro en las urnas, con encuestas que le otorgan la pérdida de hasta la mitad de su representación. Sémper había empeñado su palabra para la reelección de Gómez hasta el punto de que el volantazo de Quiroga, respaldada por Génova, le hizo amagar con la dimisión. Lo cierto es que desde la marcha de Antonio Basagoiti, la presidenta de los populares vascos, lejos de reconducir la nave, la pilota por caminos sinuosos. Meses después de su designación convocó un congreso donde lanzó un mensaje de renovación que pasó por suplir manu militari a Iñaki Oyarzábal por Nerea Llanos como número dos, un terremoto que se unía a su enfrentamiento con el PP alavés y, en concreto, Alfonso Alonso, próximo a Rajoy. Tras el fiasco en las europeas, Quiroga renovó el cartel electoral en Bizkaia y Gipuzkoa, dejando inmaculados a Javier Maroto y Javier de Andrés en Araba, mientras reclamaba un “cambio de actitud” y otras caras. Así se gestó la destitución de la portavoz juntera en Bizkaia, Esther Martínez.

Mientras tanto, Rajoy encara su vía crucis en la resolución sobre las candidaturas de Madrid y Valencia, donde la corrupción puede lastrar el absolutismo popular que desde hace años impera. Quien presiona es Esperanza Aguirre, ansiosa por retomar el mando capitalino en aras de recuperar “las esencias” de un partido al que ha azuzado, sobre todo, por su política antiterrorista -en los últimos días, el estallido del frente judicial de Ignacio González presiona también a Rajoy-. Verso suelto como el presidente extremeño, José Antonio Monago, capaz de discutir la ley del aborto de Gallardón o de mostrar su disposición a pactar con Podemos, como ahora lo hace con IU.

En Izquierda Unida el inconveniente se denomina “convergencia”. Un ánimo de confluir con movimientos sociales que ha suscitado una sima divisoria con tintes de defunción, principalmente en Madrid, donde la candidata a la Comunidad, la mediática Tania Sánchez, se bajó del barco por la actitud de la vieja guardia, reacia a ceder nicho de poder. Ni siquiera el aval de Alberto Garzón, aspirante a presidente del Gobierno español, rescató a la pareja sentimental de Pablo Iglesias, líder de Podemos, y con quien la exdirigente de IU tanteó acuerdos aunque ayer se confirmó que no habrá tal confluencia. “La paz tenía un precio y unos métodos inaceptables”, razonó Sánchez en su adiós. La tradicional alternativa al bipartidismo, discutido su acuerdo con el PP en Extremadura y lastrada por escisiones como la vasca, se topa con obstáculos también en Andalucía, donde la Candidatura Unitaria de Trabajadores, partido cofundador de IU y que lidera Sánchez Gordillo, ha decidido independizarse.

Podemos, además de lidiar con el caso Monedero -dirigente obligado a regularizar con Hacienda lo cobrado por trabajos a gobiernos suramericanos-, afronta la necesidad de coaligar el proyecto oficial que preconiza Iglesias con el modelo del sector crítico que abanderan Pablo Echenique en Aragón, donde arrolló en las primarias con el 70% de los votos, y Teresa Rodríguez en Andalucía. Con todo, el secretario general tiene asegurado el férreo mando territorial después de que 12 de los 15 barones autonómicos que él patrocinaba (de los 16) fueran elegidos por las bases, como en Catalunya, Comunidad Valenciana y Madrid, donde su candidato, Luis Alegre, miembro del núcleo duro, logró una ajustadísima victoria.

Rosa tirando a negro Donde tampoco es todo color de rosa es en UPyD. Amén de su incapacidad para transformarse en opción de cambio, y de verse sobrepasada por Ciudadanos en las encuestas, con el que fue incapaz de pactar por la pugna personalista y de egos entre Rosa Díez y Albert Rivera; la fractura entre el sector crítico y la dirección sí que no ha dejado de crecer. La iniciativa Cex -que agrupa a más de 200 militantes que piden una refundación- pidió a su líder que se aparte, más aún tras su enfrentamiento con Francisco Sosa Wagner.

En Catalunya la fricción anida en CiU desde que la andadura hacia el Estado propio cobrara una fuerza inusitada. Mientras Artur Mas ha depositado su capital político en el 27-S; Duran i Lleida, el líder de Unió, socio de la federación nacionalista, siempre se ha decantado por una tercera vía ya imposible. Las relaciones de Convergència con ERC han sido objeto de discusión por parte del democristiano, que además de crear una plataforma alejada de la independencia, Construïm, que incluso podría convertirse en una opción política, ha acentuado sus diferencias al no haber concordancia de voto entre CDC y UDC en la toma en consideración en el Congreso del pacto antiyihadista.

Donde también han aflorado las disputas es en UPN, aunque en marzo de 2013 Yolanda Barcina, ahora de retirada, lograra la victoria más costosa de su carrera al imponerse por solo 76 votos a Alberto Catalán en la pugna por hacerse con las riendas del partido, dividido por la crisis de las dietas de la Can. La presidenta foral no ha escondido su distanciamiento de su predecesor Miguel Sanz, que llegó a afirmar: “¿Por qué Barcina es futuro y no pasado? No lo entiendo”.

Los roces alcanzan a fuerzas estatales menores como Alternativa Galega de Esquerda, unión de Esquerda Unida y Anova, el proyecto de Xosé Manuel Beiras tras su portazo al BNG; o a Coalición Canaria, con el rumor de que el presidente Paulino Rivero pudiera encabezar otra marca tras renunciar a una tercera reelección al caer derrotado ante el alcalde de La Laguna, Fernando Clavijo. Si las batallas fuesen ideológicas, la calle sentiría vivo a un partido. Otra historia es si responden a luchas de poder.