barcelona - Las senyeras y estelades han regresado al armario. Quizás solo para reposar hasta que el escenario cobre nuevos bríos, pero el fervor secesionista que se apoderó de Catalunya hasta el proceso participativo del pasado 9-N ha disminuido sus biorritmos, tanto que la propia Carme Forcadell, presidenta de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), que en mayo dejará el cargo, admite cierto “desánimo” en las filas soberanistas que su organización quiere revertir, desafiando “obstáculos, maniobras y mentiras”, apretando de nuevo el acelerador y apoyándose en las elecciones municipales del 24-M como palanca hacia el 27-S. La decisión del Consell de Garanties, órgano consultivo del Govern, de tumbar estructuras de Estado como la Hacienda propia que ansían impulsar CiU y ERC antes incluso de las plebiscitarias, da alas sin embargo al sector españolista, que alude también a la decisión del Tribunal Constitucional de echar abajo por unanimidad la Ley de Consultas catalana, dictamen que la Generalitat pretende trasladar a las instituciones europeas. “Estamos en un impasse”, resume Josep Rull, coordinador general de CDC, compás de espera donde se entremezclan la presión del calendario electoral, las batallas internas y la situación económica, que obligan a ajustar el relato en este contexto.
Reconoce Francesc Homs, portavoz del Ejecutivo de Artur Mas, que una cosa es ejecutar las estructuras para las que ya tienen competencias, y otra “preparar, planificar y diseñar” para tener listas aquéllas que se deben impulsar en caso de una hipotética victoria de las fuerzas independentistas, de forma que la federación nacionalista y los republicanos trabajan en una transacción con un nuevo redactado de las enmiendas que, según el Consell, no se ciñen a la Constitución y/o al Estatut. El objetivo del president es disponer de “un Estado en papel”, encargo que ha recibido el nuevo comisionado Carles Viver Pi-Sunyer, coautor de una especie de libro blanco sobre la creación de una Agencia Tributaria, seguridad social, banco central, pasaporte y Carta Magna catalana, aspecto este último en el que colaboró el juez Santiago Vidal, y por el que el CGPJ le ha suspendido durante tres años. Una paulatina “desconexión” del Estado que Mas liga a las municipales mientras Oriol Junqueras se aferra también a los ayuntamientos como motor de la secesión, al igual que en el año 1931 las urnas trajeron consigo la Segunda República.
Pero la euforia del crecimiento garantizado quedó aplacado con el último sondeo del CIS catalán que por vez primera desde 2012 otorgaba el triunfo al “no” al Estado propio por ocho décimas. La irrupción de plataformas como la encabezada por Ada Colau ha frenado también la previsión de ascenso de ERC, por ejemplo, en el Ayuntamiento de Barcelona. Pasado ese trámite de mayo, tocará desbrozar la ruta hasta septiembre mediante campañas de no agresión entre CiU y ERC tras no cuajar la lista conjunta, pero abiertos a una andadura paralela como socios de gobierno, al menos en materia presupuestaria. “La relación es de más normalidad y tranquilidad”, describe Mas, pese a trastocarse cuando la formación de Junqueras forzó su comparecencia en el caso Pujol, y es que desde su reunión en enero, la sexta en dos meses para acordar el pacto de mínimos, no se han vuelto a ver las caras. La ANC confiesa que ha tenido que apostar por el posibilismo y renunciar a maximalismos por el bien del proceso.
el ‘caso pujol’ En esta tesitura, donde ya no hay fotografías ni cumbres, no ayudan tampoco las reiteradas crisis entre CDC y Unió, saldada la última con el calificativo de “malentendido”, por disentir en el voto sobre el pacto antiyihadista aunque como telón de fondo perviva una lucha sin cuartel que el democristiano Duran i Lleida ha tenido que zanjar con un “nunca he sido independentista y nunca lo seré”. Convergencia prepara un consejo nacional para fijar los ejes y calendario de su refundación al entender que no pueden pugnar con el discurso social y menos todavía con la transparencia: desde el caso Palau, que afecta a la presunta financiación ilegal de CDC, al desfile de la familia Pujol por los juzgados a cuenta de la herencia que el expresident recibió de su padre, de ahí que la independencia sea la única carta que Mas pueda jugarse, algo que UDC, sobre todo su máximo dirigente, muy susceptible con ERC, no puede compartir si bien en sus filas anidan distintas sensibilidades, de ahí que vaya a celebrar una consulta interna entre su militancia para definirse. Los términos del contrato pueden no casar y acabar en ruptura.
“Cometimos el error de fiarlo todo a los partidos y así nos ha ido”, ha llegado a señalar Forcadell, quien en enero salió de la cita entre fuerzas políticas y entidades sociales al grito de “esto es un cachondeo”, por lo que decidieron meter sus contactos en la nevera hasta que los ánimos se aplacaran. Desde otros sectores llaman a la calma: “Estamos en una hora valle porque, como en cualquier proceso, no puedes estar cuatro años en estado de máxima excitación. Desde Madrid, expectantes con la emergencia de Podemos y ahora hasta de Ciudadanos, la marca profundamente antinacionalista en Catalunya, han vuelto a meter el cuaderno catalán en el cajón. Sin la ebullición de movilizaciones como la Diada, el Gobierno del PP da por hecho que el “suflé” ha bajado y confía en que la recuperación económica devuelva a los independentistas “a las cifras clásicas”, aferrándose además a los fondos de liquidez autonómica y al anuncio de inversiones de Fomento para demostrar que el Estado español “no deja tirados” a los catalanes. Ello, aunque la tercera vía parezca ya imposible no solo de ser implantada, sino siquiera de ser testada. Una posición que raya la euforia con proclamas como la aireada ayer por la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría: “Si son tantos los que le dicen ya a Mas que no puede hacer lo que quiere hacer, es que algo no está haciendo bien”. De ahí que el Gabinete Rajoy no vaya a abandonar el inmovilismo quejoso que no acepta que en Catalunya hay una mayoría social que quiere ser actor principal y decidir su futuro. En este trance Mas recurrió recientemente al símil de la conexión eléctrica para explicar su enfoque sobre las relaciones con España. “Hay circuitos que no funcionan y cuando esto pasa y saltan los fusibles, hay que montar un circuito diferente. Aquí es donde estamos”. Hace falta que la luz no termine apagándose. O que le vuelvan a dar al interruptor.