Habemus pacto. Bueno, lo de menos es el pacto, porque lo verdaderamente importante es lo que significa esa foto de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez firmando al alimón un texto por otra parte bastante impreciso en sus contenidos; tan impreciso como para esconder que lleva consigo la cadena perpetua, aquella “línea roja” (¡toma topicazo!) que el propio PSOE se puso para no apoyar en el Congreso la reforma del Código Penal.
Huele tanto a intento de afianzar el bipartidismo precisamente en el momento político en el que se vislumbra su final, que atufa a gesto propagandístico más que al declarado objetivo de hacer frente al yihadismo. Porque para plantarse ante esta amenaza no hacen falta reformas penales que vayan más allá de los límites que actualmente marca la ley. Explíquenme, si son capaces, qué medidas de las que se apuntan refuerzan la defensa ante los futuros crímenes yihadistas. ¿Acaso la cadena perpetua disuadirá a quien está dispuesto a inmolarse como demuestran los tristes acontecimientos que han inspirado esta reforma exprés? ¿De verdad no hay suficiente control en nuestras fronteras exteriores como para detectar y perseguir en su caso a quienes se entrenan en una guerra? ¿No son las leyes suficientemente contundentes para perseguir los delitos que se cometen a través de las redes sociales? A mí me parece que sí. De hecho, lo vemos cada día.
¿Entonces? Pues sólo imagino un claro interés electoral. Tanto del PP como del PSOE, aunque en este último caso sospecho que le saldrá el tiro por la culata. Para Mariano Rajoy, tener “domesticado” al PSOE supone que prefiere fajarse con Podemos y que, llegado el caso, asistiremos a una gran coalición entre ambos. Así que entiendo al PP que, a pesar de su mayoría absoluta actual, adivina que necesitará apoyos en cuanto se celebren las elecciones.
¿Y el PSOE? Pues eso sí que tiene más difícil explicación. Supongo que Pedro Sánchez pretende dar la imagen de partido institucional frente al revolucionario Podemos. Pero el precio, también es sólo una intuición, va a ser altísimo. Tanto que, en su inconsistencia ideológica, Sánchez va a pasar de ser el secretario general que terminó hundiendo a un partido centenario. Vamos, que el único que no fue a Grecia era el que tenía que haber estado allí para comprobar las consecuencias que tuvo para el PASOK el coqueteo y los pactos con la derecha.
Es tan disparatada esta posición de Sánchez con respecto al pacto, que él mismo quedó atrapado en las declaraciones posteriores a la firma. Por cierto, sin preguntas. Al secretario general del PSOE sólo le faltó un plasma para terminar siendo del PP. Dice Sánchez que si le votamos derogará lo que acaba de firmar. Con razón la revista Mongolia lo calificaba de “ofertón” electoral. O un amigo de Facebook, con mucha sorna, emulaba a Gila y añadía: “Alguien está firmando el acta de defunción del partido de alguien...”. Y otro no pudo evitar al ver la foto recordar episodios históricos: “Cánovas y Sagasta, versión siglo XXI”.
El chiste se completó cuando todo solemne, Mariano Rajoy dijo que en esto del terrorismo PP y PSOE siempre han estado juntos. Siempre que les ha interesado, añado.
Porque mientras el PP sostenía el artificial gobierno de Patxi López en Euskadi, le montaba un fin de semana sí y otro también manifestaciones de la mano de la AVT con la única finalidad de tachar de “traidor” al ejecutivo de Zapatero. Y en estas cosas andan PP y PSOE, tanto monta monta tanto.
La encuesta del CIS, con o sin cocina, tiene su explicación por extraños que sean los resultados.