Ya no cabe la menor duda. Estamos metidos en harina electoral hasta el tuétano. La campaña, de manera oficiosa pero real como la vida misma, ha empezado. Los dos partidos que se han relevado en el Gobierno español en estas últimas décadas y el outsider que amenaza esa hegemonía han celebrado en las últimas fechas importantes actos que han supuesto el pistoletazo de salida. Entre nosotros, en Euskadi, aún no se han iniciado estos actos, pero los signos de la larguísima campaña, son cada vez más evidentes. Ahí está lo ocurrido esta semana en las Juntas Generales de Bizkaia o en el Parlamento Vasco, y eso que para nuestras autonómicas faltan casi dos años. La campaña electoral salpica a todo lo que se ponga por delante, ya sea la Comisión de Sanidad del Parlamento, la directora general de EITB o el director de Metro Bilbao. Da igual lo que pase. Todos a una, leña al mono, sin ningún escrúpulo, aunque a alguno le suponga desdecirse de sus propias actuaciones anteriores.

A todo este tipo de actos abiertamente electorales, se le ha sumado esta misma semana la firma de un Pacto Antiterrorista, el cuarto en las tres últimas décadas, si bien esta vez va dirigido contra el terrorismo yihadista, con lo que nos hemos ahorrado el esperpento de tener que leer en su preámbulo cómo sus firmantes nombraban más veces a partidos democráticos como PNV y EA que a la propia ETA. Pero hemos visto con este pacto que tras ese falso mensaje de unidad que nuevamente protagonizan PP y PSOE se esconde la exclusión de todos los demás, incluyendo quienes dirigen dos comunidades estratégicas al ser fronterizas con el Estado francés y que disponen de sendos cuerpos de Policía integral. Pero todo sea por la foto, aunque ésta suponga tener que comerse con patatas la cadena perpetua que pocos días antes había marcado el PSOE como línea roja y facilitando el gol electoral, en propia meta y por toda la escuadra que sube al marcador del PP. Qué papelón, Sánchez, qué papelón.

Curiosamente esa unidad, no ha sido buscada en absoluto en otras cuestiones que, en todas las encuestas publicadas, son, para la ciudadanía, bastante más prioritarias. Nada menos que veinte preocupaciones de los ciudadanos españoles figuran antes que el terrorismo yihadista en el listado publicado esta semana por el CIS, empezando por el paro, la corrupción y la economía. Ninguno de esos tres, ni los dieciséis siguientes, han merecido el esfuerzo de esos dos grandes partidos para alcanzar un acuerdo, mostrando su escasa sintonía con las preocupaciones de la ciudadanía. Sin embargo, representantes de esos partidos, a los que se unen, esta vez sí, al unísono, los demás representantes del unionismo español, como UPyD, Ciudadanos y Podemos, se empeñan, todo ellos, repito, en acusar a los abertzales de olvidar esas cuestiones esenciales como el paro y la economía y preocuparse solo de cosas secundarias como el autogobierno. Con ese juego de manos esconden que cuando hablamos de autogobierno hablamos precisamente de dotarnos de las herramientas necesarias para solucionar los problemas básicos de los ciudadanos, sin tener que tragarnos, por ejemplo, reformas laborales de otros, límites al déficit público de otros, austeridades de la troika tragadas por otros, limitaciones al empleo público de otros y un largo etcétera con el que la falta de autogobierno nos limita para solucionarlos de manera eficaz. Mayor autogobierno es, simplemente, mayor capacidad de resolver las prioridades ciudadanas.