BILBAO- Ana Iribar habla desde la serenidad de aquel 23 de enero de 1995 en el que enviudó con 31 años y un hijo de 14 meses después de que ETA asesinara a su marido, el concejal del PP Gregorio Ordónez, mientras comía en la Parte Vieja donostiarra. Dos décadas después, repasa aquel día aciago y aborda el futuro de una Euskadi “mutilada e insuficiente” por los que ya no están pese al fin de los atentados.
¿Cómo encara este 20 aniversario?
-Es una fecha en la que sigues pasando el dolor porque sigue costando recordarlo, contarlo, hablar de ello. Sigue siendo una fecha muy dolorosa.
¿Cómo ha ido evolucionando el modo de enfrentarse a la fecha durante 20 años?
-Yo necesito mucho mirarme al espejo de mi hijo que me recuerda que van pasando los años. La evolución de mi hijo es en la que me gusta mirarme. Estos veinte años han sido muy duros para los dos, pero especialmente para Javier. Un chico que creció huérfano de padre. Pienso en todos los momentos maravillosos que se han perdido. Todos vamos evolucionando, vamos cambiando, pero el dolor sigue siendo intenso, son días difíciles de pasar pero siempre buscando lo positivo que es mi hijo, es el lado más amable de mi vida.
¿Qué es lo más claro que recuerda de aquel día?
-Las caras de Eugenio Damborenea y María San Gil, que fueron las personas que vinieron a casa a contármelo. Una voz en la radio que anuncia que ha habido un atentado en el bar La Cepa, en ese tiempo me llama Eugenio y me dice que no ponga la tele ni la radio, que viene a mi casa. En ese momento supe que había sido Goyo. Me quedé petrificada, le pasé mi hijo a mi madre porque no quería trasladarle esa terrible sensación. De todo lo demás me vienen imágenes, emociones y la cara de mucha gente que llega a mi casa, el coche fúnebre y yo seguía sin podérmelo creer. Negaba el atentado, negaba la tragedia
¿Y lo que no recuerda, sucedió y después le contaron?
-Luego te van contando cosas las personas que te han acompañado. Recuerdo de aquellos días también la llegada al Ayuntamiento, los aplausos, a Goyo le gritaban “alcalde”, los rostros, la emoción de la gente y la rabia contenida. Un padre nuestro muy especial que rezó Antonio Beristain en la capilla ardiente. Muchas cosas, muy dramáticas y terribles.
Poco después de aquel 23 de enero se marchó a Madrid.....
-Tomé la decisión al año y medio y pensando en mi hijo. No quería que Javier, que iba a crecer con una deficiencia importante sin su padre, fuera marcado ni para bien ni para mal por ser el hijo de Gregorio Ordóñez. Pensé que era lo mejor para él sacarlo de aquel ambiente contaminado para que creciera como un chico más, con el oxígeno que hay en estas ciudades y que no lo había ni lo hay en el País Vasco.
Javier, su hijo ¿cómo es?
-Se parece mucho a su padre. Es disciplinado y ordenado. Es tímido, inteligente e intuitivo. Se está sacando la carrera bien, está muy pegado a su familia y amigos. Es una persona muy tranquila.
¿Qué le ha trasladado estos años?
-Las emociones son las que son pero siempre le he querido trasladar desde muy pequeño aunque no me entendiera quién fue su padre. Me espantaba que al no tener recuerdos de él, para Javier su padre fuera un personaje casi de ficción. Mi obsesión era que mi hijo supiera qué era, qué hacía, todos los detalles que pudiera saber de mi mano, de mano de sus tías o sus abuelas. Sobre las emociones a un niño solo puedes darle ejemplo de buenas emociones, una madre a un hijo le comunica amor, honestidad, sinceridad, empatía, cariño y solidaridad. Todo eso es lo que le he intentado dar.
¿Y cuando ha preguntado por las personas que han causado esa tragedia en su familia?
-El sabe muy bien y desde hace mucho tiempo que su padre murió en un atentado terrorista. Que mientras estaba comiendo en un bar, entró un individuo y disparó contra su nuca. Sabe que eran de ETA, que fueron juzgados y que los tres están cumpliendo condena. Siempre le he contado el relato de los hechos. Hemos visto los informativos desde que era muy pequeño, lo mismo que le contaba un cuento veíamos lo que pasaba en el mundo y en su ciudad y lo que le puede tocar de cerca como era ETA y la política. Siempre desde la naturalidad y la normalidad, sin añadir más drama al que existe en nuestra vida
Usted le ha trasladado el relato ¿Qué le ha enseñado Javier?
-El me ha sido de más ayuda a mí que yo a él. Era muy pequeño pero yo tenía que levantarme. El ha sido la persona que ha dado sentido a mi vida, ha sido mi gran pilar. Tuve la suerte de haber conocido a Gregorio Ordóñez y de compartir poquitos años con él porque no nos dejaron más, y después aprender a vivir con un niño, y luego un joven que me demuestra que es excepcional como su padre.
El perdón es una palabra muy grande pero ¿qué piensa cuando otras víctimas de ETA han perdonado cuando hay arrepentimiento?
-Lo que pienso sobre todo es en la cantidad de hombres valiosísimos como lo fue Gregorio Ordóñez o Fernando Múgica, como los hay tantos que desgraciadamente hoy no pueden estar en la actividad pública y política. Pienso no solo en el daño personal sino social, público y político que ETA ha hecho a este país. Cuando me hablan del perdón pienso que cuando alguien comete un delito tiene que ser juzgado y cumplir su condena. El arrepentimiento va más allá y que tiene que ver con la conciencia de cada uno, no con la mía. A las personas que atentaron contra él, Goyo ya nos les puede perdonar ¿quién les va a perdonar a esos individuos? Goyo está muerto. Yo no puedo perdonar algo por otros, solo exigir responsabilidad a quien ha cometido el delito, a quien está gobernando o está debajo de la toga. Yo no tengo nada que perdonar pero sí me gustaría decirles que si están arrepentidos, que colaboren con la Justicia y que cuenten lo que saben. Porque por desgracia hoy hay más de 300 casos sin resolver cometidos por ETA. El mejor arrepentimiento probablemente es colaborando con la Justicia para resolver una gran injusticia.
¿Qué está pasando entre las propias víctimas? ¿Qué le sugiere esa división?
-Veo un trabajo excepcional, que es el de Consuelo Ordoñez en Covite. Consuelo ha entendido muy bien cuál es el problema, sabe que tiene que sacar adelante esos 300 casos sin resolver, está peleando contra cualquier injusticia contra las víctimas del terrorismo y me quedo con ese trabajo.
¿Tiene la sensación de que muchas veces se habla de política en lugar de víctimas?
-Es inevitable. Las víctimas de ETA son víctimas políticas hayan o no ejercido la política. Ha asesinado cargos públicos, a agentes de las fuerzas de seguridad, a periodistas, a magistrados. A todas las instituciones del Estado, y lo ha hecho para imponer un proyecto político y desbaratar un Estado de Derecho. Es imposible que separemos el concepto de política del de víctimas porque insisto, si ETA ha matado a más de 800 personas es para imponer un proyecto político que sigue activo. ETA ya no mata y hay una derrota parcial, sería total y completa si su proyecto político no estuviera en las instituciones y su proyecto político; para mí, lo está.
¿Comprende las presiones de algunas asociaciones de víctimas que reprochan a Rajoy cesiones?
-Cualquier colectivo y más una asociación de víctimas tiene que exigir máximos. Podemos presumir de moderación pero entiendo de alguna manera la radicalidad. Siempre somos radicales las víctimas: hablamos de una ley justa, de la necesidad de resolver casos pendientes, de que ETA no esté en las instituciones y somos acusadas de radicales.
Covite no estuvo en el acto por las víctimas el lunes en Bilbao...
-A mí me llamaron para ir como viuda de Gregorio Ordoñez, no sé qué ha pasado con Covite.
¿Ha hablado alguna vez con la presidenta del PP vasco, Arantza Quiroga?
-Me he encontrado con ella pero no me ha llamado un día y me ha dicho vamos a tomar un café, vamos a charlar.
¿Cuál es su relación con el actual PP vasco?
-Es cero, ni buena ni mala, no tengo ninguna relación con ellos, es inexistente.
¿Se imaginó alguna vez una Euskadi en paz?
-Es una pena que no tengamos una Euskadi como las que debiéramos tener, con personas como Gregorio Ordóñez, Múgica, Fernando Buesa, Miguel Ángel Blanco... Me da mucha pena porque nunca vamos a tener esa Euskadi que nos merecemos todos porque siempre será una Euskadi mutilada por ETA. Todo lo que rodea a ETA desde sus inicios está viciado. Aunque ya no haya asesinados será siempre una Euskadi insuficiente y podría haber sido muchísimo mejor si no nos faltaran algunas personas.