LEIOA - No estamos hablando de uno de los presos acogidos a esta vía, ni tampoco de un altruista funcionario de prisiones, un refulgente abogado de reclusos o un alto responsable institucional con mando en plaza para alentar y facilitar el camino seguido por alrededor de una veintena de presos que han reconocido el daño injusto causado con sus atentados. Se trata de un inquieto pero discreto religioso claretiano que en los últimos diez años se ha dedicado a patear varias cárceles para hablar, y solamente hablar y escuchar, con los presos que en un momento de su vida hicieron la autocrítica que les llevó a dar el paso de salir de la disciplina de ETA, cuestionar su actividad y su estrategia, reconocer el mal generado a sus víctimas y a la sociedad y apostar por la reinserción. Como dijo recientemente Carmen Gisasola, una de los referentes del colectivo en libertad desde el pasado mes de noviembre, “es más difícil salir de ETA que entrar en ella”. Y de eso sabe bastante Josu Zabaleta (Legazpi, 1939)en sus numerosos encuentros con presos críticos con la banda pero también con algunos de la línea oficial que se mantienen fieles al colectivo con los que se ha entrevistado.

¿Cómo y por qué empezó a ayudar a presos?

-En primer lugar por sentirme humano, vasco y cristiano. Todo lo que afecta a toda persona me interpela. Como vasco siempre he sentido como una gran tragedia los asesinatos de ETA. Siempre he intentado estar cerca de las víctimas pero también de los victimarios, aunque siempre he dicho a estos que primero están las víctimas. Como cristiano no puedo olvidar lo que Jesús de Nazaret dice y practica respecto al amor al prójimo. Jesús no excluía a nadie.

Para eso ya está la política.

-Me entristece que algunos políticos que se proclaman cristianos en público digan a propósito de los presos de ETA que se pudran y mueran en la cárcel. Me parece una gran incoherencia. Entiendo esa reacción en una víctima y en un primer momento, momento que puede durar años, pero no toda la vida. Intentar manifestarse como cristiano supone amar a todos, también al enemigo. Nunca he tenido como enemigo a nadie, ni a los de ETA ni a ningún otro. El escrito que mandó Txelis a un grupo de cristianos familiares de presos de ETA en la cuaresma del año 1998 me iluminó y dio fuerzas y el hecho de tener varios exalumnos míos ahora metidos en ETA y otros en las cárceles me ha movido a interesarme por ellos.

Txelis, apodo con que se conoce a José Luis Alvarez Santacristina, y Kepa Pikabea fueron los primeros en desbrozar la vía Nanclares. Deviene su nombre de la ya desaparecida prisión alavesa de Nanclares, donde el Gobierno español concentró en los primeros años de este siglo a los presos disidentes de ETA que optaron por desvincularse de la banda y reconocer el inane dolor causado. En la actualidad estos presos (algunos de ellos ya están en libertad) cumplen condena en la nueva cárcel de Zaballa, no muy lejos de la anterior. Sus reflexiones, privadas primero y públicas después, críticas con la actividad de ETA, venían ya desde los años 90 del siglo anterior, lo mismo que las de Joseba Urrosolo Sistiaga y Carmen Gisasola. Pero no se sustanciaron en un grupo hasta pasados unos años del nuevo milenio, destronado ya el presidente José María Aznar y con José Luis Rodríguez Zapatero en Moncloa.

En los albores de la génesis de la vía Nanclares. Josu Zabaleta entró en contacto con Txelis, en su día uno de los jefes de ETA. Fue a raíz de una carta que envió a familiares de presos que solían reunirse en Aranzazu, a cuyo contenido accedió Josu dos o tres años después, en 2002. En la misiva explicaba cómo era su vida de recluso y cómo había cambiado su vida su estancia en la cárcel. “Cuando la leí me entraron unas ganas inmensas de conocerle. Él estaba preso en Algeciras y a través de un político muy conocido por aquí logré hablar con Ángel Yuste, entonces director de Instituciones Penitenciarias, para pedirle una visita con Txelis. Accedió de inmediato, pero resulta que yo creía que estaba en Granada en vez de en Algeciras y finalmente no pudimos vernos. De todos modos ahí empezamos a cruzarnos cartas y hoy somos muy amigos. Desde entonces nos hemos visto bastantes veces”, explica. Sin saberlo él mismo, aquella carta fue el embrión de la vía Nanclares y el principio del camino hacia la reinserción.

Hay sectores que cuestionan la reinserción de presos y piden el cumplimiento íntegro de la pena. ¿Qué opina usted?

-La reinserción es el principal objetivo a conseguir para un preso. El actual código penal permite suavizar el cumplimiento íntegro de las penas si hay una voluntad por parte del preso y del Gobierno.

¿La reinserción también es extensible a los presos de ETA?

-Sin ninguna duda.

¿Qué le parece la posición del Gobierno español con los presos ETA?

-Creo que por cálculos electorales lleva una política penitenciaria nada flexible y sí de pura venganza. Por ejemplo, en cuanto a la dispersión de presos de ETA es una verdadera injusticia y a su vez alimenta al otro extremo, esto es, a algunas asociaciones de víctimas.

¿Están la izquierda abertzale y la propia ETA comprometidas con la reinserción de los presos o lo subordinan a estrategia política que a día de hoy pasa por el fin de la dispersión o nada?

-Si la izquierda abertzale para conseguir la legalización de Sortu se ha rebajado hasta límites insospechados ¿por qué no hace otro tanto el colectivo oficial de presos de ETA con respecto del reglamento penitenciario y al código penal? Parece que ETA quiere negociar con el Estado español el problema de los presos, pero tiene todas las de perder.

La entrevista tiene lugar en un pequeño despacho de las instalaciones del colegio Askartza Claret de Leioa, un centro de grandes dimensiones por donde han pasado miles y miles de alumnos y también muchos de sus padres con los que este claretiano ha conversado largas horas durante su tiempo de profesor o de director del centro, entre 1982 y 2001. Se maneja bien en las distancias cortas y utiliza con habilidad su simpatía, bonhomia y su facilidad discursiva (a poder ser, como hoy, en euskera). Así pues no es extraño que llegara bien a presos que no le conocían más que de referencias y luego sintonizará con ellos. Dice Josu que “ha recibido más de estos presos de lo que él les ha dado”, aunque para ello haya tenido que echarse a la espalda kilómetros y kilómetros para visitarlos en las cárceles de Córdoba, Logroño, Villabona (Asturias), Zuera (Zaragoza) y finalmente Nanclares. Esa es la geografía que ha recorrido este religioso de aspecto de buen samaritano y adicto al periódico y al Athletic (aunque también de la Real, equipo del que tiene unas pocas acciones) en su labor que, a la postre, coadyuvó en la génesis de la vía Nanclares.

Tras ‘Txelis’ y Pikabea, Joseba Urrosolo y Carmen Pikabea dieron un gran impulso a la ‘vía Nanclares’. ¿Cómo les conoció?

-En 2004 escribí una carta a Joseba Urrosolo, que estaba en la cárcel de Córdoba, en la que le decía que fue alumno mío en el colegio Corazón de María de Donostia, a comienzos de los años 70. Le decía que si quería algún tipo de ayuda que estuviera en mi mano, lo haría. Pasó un año sin respuesta, pero al final recibí una carta suya. Era una misiva extensa, de cuatro o cinco folios. Me decía que le costaba mucho escribir pero que me agradecía infinito mi interés y disposición. Me preguntaba sobre el paradero y la situación de antiguos compañeros suyos de colegio, sobre algunos profesores? ese tipo de cuestiones. Yo le respondía a lo que me preguntaba. Y al cabo de unos meses se me acercaron sus padres, que siempre han vivido en Pasaia. A su madre ya le conocía de los tiempos de profesor en Donostia. Me pidieron que, a petición de Joseba, le visitara en la cárcel, que querían estar conmigo él y también su compañera Carmen Gisasola. Estuve con los dos, el sábado con Joseba y al día siguiente con Carmen.

Cuenta Josu Zabaleta que el encuentro con Urrosolo duró los 45 minutos establecidos para las visitas con el cristal de por medio y confiesa que salió más que contento de la visita. El todavía preso en Zaballa había dejado ETA en 1994 por sus discrepancias con la línea armada de la organización y sus palabras sorprendieron al claretiano por la convicción con la que se las transmitió. “Llegué a preguntarle si me lo decía de veras o lo hacía porque estaba ante un cura”, confiesa.

¿Y el encuentro con Carmen Gisasola?

-Fue al día siguiente pues también estaba recluida en Córdoba. Aquello fue lo más. La vi tan abierta y me contó cosas tan bellas? Entre otras cosas me decía que para avanzar hacia delante en Euskal Herria es necesario contar con todos, con PP, PSE, PNV, izquierda abertzale? La vi muy madura en su autocrítica. También recuerdo que ella (licenciada en Filosofía Pura y en Historia y con el título de francés en Alianza francesa, en París) me decía con pesar que algunos presos a los que no se les permitía cursar estudios en la Universidad del País Vasco decidían no seguir estudiando, rechazando hacerlo en otras universidades españolas. Ella decía que si estuviera en su lugar lo intentaría en otras universidades porque lo importante era estudiar y seguir aprendiendo y formándose como persona. Fueron 45 minutos maravillosos. Desde entonces mantenemos una relación, mejor dicho una amistad sincera y profunda.

Pero todavía la ‘vía Nanclares’ no estaba formada, por decirlo así. Fue más tarde. ¿Cómo fue?

-Desde la cárceles de Córdoba y Zuera, Carmen y Joseba empezaron a extender boca a boca sus reflexiones y a tejer una especie de red con aquellos presos críticos con la lucha armada y la violencia. Ahí empece a hablar con ellos y con otros reclusos que estaban allí. Recuerdo que algunos pedían que fuera a hablar con ellos y otros que no. Recuerdo uno, cuyo nombre voy a omitir, que pidió reunirse conmigo y cuando lo hicimos lo primero que me dijo fue que yo fui su profesor en Bilbao. Me contó muchas cosas y cómo él, que era de HB, estaba en la cárcel sin comerlo no beberlo por llevar las cuentas y que dentro solía decirles a los de ETA que él estaba en contra de la lucha armada y que la organización tenía que desaparecer. Lo decía alto y claro dentro de la cárcel, como me pudieron confirmar algunos funcionarios de prisión con los que entablé relación. Ese hombre ya está libre en la calle.

¿Qué le parece el camino iniciado por los presos de la ‘vía Nanclares’?

-Ha sido un hecho histórico muy importante y positivo en el camino de la reconciliación y de la convivencia de su pueblo. Ha supuesto una autocrítica muy exigente y valiente. Hace falta mucho amor a la verdad y a la vez mucha humildad para reconocer el daño causado. La Historia sabrá reconocer su ejemplo.

¿Qué tipo de ayuda precisan cuando empiezan a salir con permisos?

-Reconocimiento por el camino recorrido y me atrevo a decir que agradecimiento por el ejemplo que nos han dado. Ellos nos han enseñado que se puede cambiar. Yo suelo decirles como San Pablo: donde abundó el pecado sobreabundó la gracia. En mi relación con ellos, yo he recibido mucho más de ellos que lo que yo les he podido dar.

¿Qué problemas suelen tener que afrontar para encontrar trabajo, buscar una vivienda, llevar una vida digna?? ¿Y los problemas de adaptación a la nueva vida tras muchos años de reclusión?

-Tras pasar más de veinte años en la cárcel los problemas de adaptación tienen que ser necesariamente muy duros y muy difíciles. Como personas que son no podemos abandonarlos a su suerte, ni a ellos ni a los del colectivo oficial. Sería un error muy grande por nuestra parte. Intuyo que en general la sociedad está con otros problemas y no se interesa por esto. Es una pena.

¿Les ofrece la Administración algún tipo de apoyo? Y la sociedad en general, ¿cómo les trata?

-De la Administración vasca esperaría alguna ayuda, pero temo se retraiga por las posibles reacciones de algunas personas de Madrid, de asociaciones de víctimas y partidos políticos. Creo que los de la izquierda abertzale son más solidarios con los presos del colectivo que nosotros con los del colectivo y también con los de la vía Nanclares. En eso sí son un ejemplo. Deberíamos ayudar a todos los presos, incluidos los comunes, para que rehagan sus vidas.

¿Los presos de la ‘vía Nanclares’ han recibido o reciben presiones del mundo de la izquierda abertzale por su disidencia?

-Los presos de la vía Nanclares no creo que hayan percibido muchas presiones en las cárceles por parte de los del colectivo, pero sí sus familias en sus pueblos. Algunos de la izquierda abertzale se han portado cobardemente y con una crudeza inmisericorde hacia sus familiares. Creo que para los de la vía Nanclares fue un paso muy importante el Manifiesto de Mugarre (Lapurdi) impulsado por Demos de Iparralde, un colectivo anarquista pero no violento que aboga por la desobediencia. Yo estuve allí junto con el resto de familiares de presos críticos portando el nombre de Txelis pues su familia no pudo asistir. Aquel acto tuvo bastante repercusión pública y mucha importancia para estos presos y mucho eco entre los del colectivo oficial y su entorno.

¿Qué le parece la experiencia de los talleres restaurativos entre presos disidentes de ETA y sus víctimas?

-Ha sido un gran acierto. Es una pena que el actual Gobierno de Madrid haya cortado de raíz estos encuentros entre víctimas y reclusos. Esta experiencia demuestra que la sociedad civil puede avanzar decididamente hacia la convivencia.