WASHINGTON. Los republicanos infligieron hoy al presidente Barack Obama su peor derrota desde que llegó a la Casa Blanca en 2009: se hicieron con el control absoluto del Congreso y arrasaron en las elecciones a Gobernador en feudos demócratas como Massachusetts, Maryland e Illinois.

Sólo necesitaban arrebatar seis escaños a los demócratas, pero les han quitado siete (Virginia Occidental, Dakota del Sur, Arkansas, Montana, Colorado, Iowa, y Carolina del Norte) y el total podría ascender a diez, si vencen en Alaska y Virginia (donde aún se recuentan votos ante la ajustada contienda), y en Luisiana (pendiente de una segunda vuelta el 6 de diciembre).

Colorado y Carolina del Norte fueron las derrotas más dolorosas y significativas: en 2008 el empuje de Obama rompió la tendencia conservadora de estos estados, que retuvo en 2012 con la excepción del último, que volvió a manos republicanas.

En Colorado, donde Obama venció holgadamente en las dos últimas Presidenciales, la creciente población hispana (21%) no fue suficiente para que los demócratas conservaran su escaño en estas legislativas.

Carolina del Norte, histórico bastión republicano, votó sólo una vez demócrata en las últimas siete Presidenciales: a Obama en 2008, aupado por el crecimiento de las minorías en el estado.

La estrecha batalla en Virginia ha sido una de las grandes sorpresas, ya que este estado no se contaba entre los 13 llamados a decidir el futuro del Congreso.

Virginia, que no era demócrata desde los años 60, fue uno de los grandes triunfos de Obama en 2008 y 2012, una tendencia hacía pensar que sería un lugar bastante seguro para el partido en estas legislativas y en las Presidenciales de 2016, explicó a Efe John Hudak, experto en elecciones del centro de estudios Brookings Institution.

Obama reconoció horas antes de las elecciones que los estados en liza en el Senado le eran especialmente desfavorables: sólo dos (Iowa y Nuevo Hampshire) de los 13 llamados a decidir el futuro del Congreso eran feudos demócratas.

Por eso la pérdida de Iowa, demócrata en seis de las últimas siete presidenciales, fue especialmente representativa del voto de castigo que hoy quisieron enviarle los electores a un Obama en sus horas más bajas incapaz de superar el 40% de popularidad desde hace un año.

Conservar Nuevo Hampshire, sólido bastión demócrata, fue el único respiro que tuvieron los demócratas, el único de los 13 en contienda ajustada en el que han logrado vencer hasta el momento.

La llave del control del Senado la tenían trece estados: Colorado, Carolina del Norte, Georgia, Luisiana, Arkansas, Alaska, Kansas, Iowa, Kentucky, Nuevo Hampshire, Montana, Dakota del Sur y Virginia Occidental.

Montana, Dakota del Sur y Virginia Occidental eran las tres victorias seguras que las encuestas daban a los republicanos, donde la retirada de los senadores demócratas ha abierto el paso a la oposición.

Además de Alaska y Virginia, queda por saber aún el vencedor en Luisiana, tradicional estado conservador, que celebrará una segunda vuelta el 6 de diciembre después de que ninguno de los candidatos superara hoy el 50 por ciento de los votos.

Cuando Obama inauguró su presidencia en 2009, el Senado y la Cámara de Representantes eran demócratas. En 2010 los republicanos asestaron un duro golpe a su Presidencia arrebatándole la Cámara Baja, hoy consumaron su avance tomando el control absoluto del Congreso.

Las elecciones de medio mandato atraen históricamente a menos votantes que las presidenciales y se plantean como un referendo sobre la gestión del partido que ocupa la Casa Blanca, que acusa el desgaste de gobernar y -salvo contadas excepciones- siempre pierde escaños en el Congreso en estos comicios.

El votante más leal a las legislativas es además el hombre republicano blanco y de más edad, mientras que los colectivos que menos participan son los más fieles al Partido Demócrata: jóvenes, minorías y mujeres, que sí acuden a las urnas en las Presidenciales.

Sin embargo, aunque la demografía juega a favor de los demócratas de cara a 2016, los resultados de la noche del martes lanzan una contundente señal de alarma al Partido Demócrata, con el reto de frenar lo que los principales diarios estadounidenses ya bautizan como la "ola republicana".

A Obama le quedan ahora dos años en la Casa Blanca con un Congreso totalmente controlado por los republicanos en el que le será muy difícil sacar adelante sus grandes promesas aún por materializar: la reforma migratoria, el cierre del penal de Guantánamo o el aumento del salario mínimo.

Aunque los republicanos prometen desmantelar el legado legislativo de Obama, especialmente la reforma sanitaria, el presidente tiene el poder de veto y la mayoría de leyes requieren 60 votos (la mayoría en el Senado sólo 51) y en el mejor escenario los republicanos tendrían 55.

El Congreso que se va es el más dividido de la historia del país y uno de los menos productivos, queda por ver si republicanos y demócratas serán capaces de llegar a acuerdos en los próximos dos años y sacudir el fantasma de la parálisis que ha reinado en el Capitolio desde 2010.