washington - Ben Bradlee comenzó repartiendo periódicos en su Massachusetts natal y terminó convirtiendo una redacción mediocre en la referencia que es hoy The Washington Post: una cabecera que transformó con su carácter brusco, su liderazgo inspirador y una férrea obsesión por la verdad. El legendario periodista, fallecido este martes a los 93 años en su casa de Washington D.C., vivió su etapa dorada al frente del Post entre 1965 y 1991: 26 años en los que hizo historia con la publicación de los papeles del Pentágono y el escándalo del Watergate, que propició la primera y única dimisión de un presidente de Estados Unidos, Richard Nixon en 1974.
“Él transformó para siempre este negocio. Su único principio inflexible era búsqueda de la verdad. Tenía la valentía de un militar”, recordaron tras su muerte los periodistas del Watergate, Carl Bernstein y Bob Woodward. El del Watergate fue uno de los 17 premios Pulitzer que el diario ganó bajo su dirección.
Los suyos fueron 26 años de liderazgo en los que duplicó la tirada del rotativo (de 446.000 ejemplares a 802.000), dobló la nómina de empleados hasta los 600 trabajadores e incrementó el presupuesto consagrado a la información de 3 a 70 millones de dólares. Junto a la gloria, Bradlee también tuvo sus momentos de humillación. El mayor disgusto se lo dio una prometedora joven periodista, Janet Cooke, que se inventó un magnífico reportaje de un niño adicto a la heroína. El espeluznante texto de Cooke ganó un Pulitzer, un galardón que con enorme sonrojo tuvo que devolver Bradlee al confirmarse la falsedad de la historia. Fue el peor momento de su carrera.
Su gran personalidad quedó inmortalizada en la célebre película Todos los hombres del presidente (1976), la adaptación del libro en el que Woodward y Bernstein relatan la investigación del Watergate. En su autobiografía A good life, Bradlee cuenta que muchas de las cosas que le han pasado en su vida han sido por casualidad, como el azar que le hizo tropezarse una tarde de domingo junto a su esposa con el matrimonio Kennedy en el barrio de Georgetown, cuando John era un prometedor senador. Ambos mantuvieron durante años una estrecha relación. - Efe