donostia - Usted, que es sociólogo, ¿cómo sigue la polémica del PP en torno a la ayuda a colectivos inmigrantes?

-De lejos, porque no me da para todo. El Ararteko dijo que los sentimientos de xenofobia están creciendo. Eso es una verdad como un templo. Hay un runrún de que el dinero se da a los de fuera y no a los de dentro. No es cierto: Cáritas lo ha demostrado por activa y por pasiva. Pero el runrún sigue ahí. No sé si es cierta esa afirmación de que SOS Racismo había empadronado a 1.000 personas en su domicilio fiscal. Eso también plantearía problemas. El tema de la inmigración es uno de los grandes problemas que escapan a Euskadi, Navarra y a España. ¿Qué hacemos? ¿Dejamos que todo el que quiera pueda entrar o vaya a Suecia? Es un problema europeo. Quien tome esa decisión debe decir que hay un principio de humanidad según el cual cualquier persona puede ir a cualquier sitio. Si no nos cargamos las fronteras, ¿dónde ponemos los límites? Yo no tengo respuesta.

Otro de sus objetos de estudio: Catalunya: ¿la consulta es lo más razonable?

-No lo sé... Democráticamente hablando, no permitir a un pueblo que se exprese me parece una barbaridad. Ahí tienen razón Artur Mas y los catalanes cuando piden que se les deje expresar su opinión. Es la diferencia entre la democracia española y británica. Quien no quiera verlo, lo siento mucho: es muy claro. Cuando no se le deja a la ciudadanía dar un punto de vista de un tema, hay un fallo de raíz.

¿Y la solución de Mas?

-Pues no sé en qué va a quedar. No sé si es la mejor solución, pero es secundario. Lo esencial es que hay un problema político en España, que ahora aparece en Catalunya, y que no se va a resolver poniendo la Constitución como paraguas o cortapisa. - J. Arretxe