esta semana me han convencido. Ha sido como un viaje en el tiempo; esa sensación de ver fotos en sepia y pantalón corto, las película en Tomavista donde toda la familia aparecía alegre y unida; esos momentos en los que uno tenía la certeza de que no se equivocaba porque los mayores les iban a decir lo que había que hacer y no hacer, esa dulce falta de libertad que daba seguridad, incluso cuando uno desobedecía pero al mismo tiempo era consciente de que siempre tendría el plato en la mesa, el beso de ama, aita alborotándote el pelo y la propina del tío generoso. Además del cachete tan mal considerado entre nuestros pedagogos de hoy en día.

¡Ay qué tiempos aquellos! Rajoy me evoca todo esto y alguna cosa más: ser español es una cosa maravillosa. Uno se puede despreocupar de los pequeños y grandes problemas. De los más importantes, un grupo de juristas, una docena -como los huevos-, decide a toda mecha; así decíamos entonces. De los más pequeños, de lo que pasa en el cole, del padre que no cobra, de la madre con el salario congelado, del abuelo que paga dos veces la medicina y hasta de los policías que vemos en la calle... de todas esas pequeñas cosas sin importancia, los mismos juristas solo deciden de vez en cuando... muy de vez en cuando. No me digan que no es un lugar maravilloso; saben mejor que nosotros cuáles son las prioridades.

Bajan hasta el detalle para que nos despreocupemos. Lo mismo es la independencia de Catalunya que las prospecciones de Repsol en Canarias. De lo que se trata es de que velen por nuestro bien común y nos ahorran el trance de tener que elegir. Un trabajo menos. Hasta cuando congelan salarios, rebajan ayudas sociales o ayudan a que en el sur asesinen a peligrosos inmigrantes que cruzan la valla... hasta en eso, solo piensan en nuestro bienestar. Para que luego vengan desde “la periferia”, Catalunya o Euskadi, a quejarse ¡Con lo bien que se vive despreocupado!

No les aconsejo leer otra prensa que no sea española porque igual que en el contubernio, todos los demás mienten. Empezando por los “periféricos”. La verdad española debe andar hoy en la media ideológica entre los editoriales de El País y El Mundo. Difieren tanto que España hasta se parece a un país democrático, salvo cuando mandan los que deciden en última instancia, esa docena de obedientes, sobre las cosas que ya hemos dicho, son las importantes.

Esto tiene una explicación. Una vez en España intentaron que unos cuantos, los que votaban, decidieran qué era importante y qué no lo era tanto. Gracias a Dios y a las armas aquel experimento fue laminado. Fue hace mucho tiempo, le llamaron república, que significa algo así como “la cosa del pueblo”. Intentaron algo llamado democracia, que es algo parecido pero con poder para ese pueblo. Los que sabían más que el pueblo se la cargaron y desde entonces se escucha a ese pueblo pero sólo si va a ganar el que manda. Y el que manda sabe lo que nos interesa; así que vivimos muy felices desde entonces y nos dejan votar sólo si sale lo que quieren los que saben y mandan.

Lo curioso es que algunos de los que fueron laminados hoy son sustentadores del estupendo tinglado en el que todos tenemos que vivir encantados y dando las gracias de ser tan afortunados. Gracias, de verdad, por hacerme ver esta semana en qué país vivo y la suerte que tengo de ser español.

Di que puestos a elegir y siendo español, me pido ser exministro que abandona la política. Ese sí que tiene suerte. Ocho mil al mes por dar una vuelta una vez a la semana para compartir charla con eso que Iñaki Anasagasti llama “jarrones chinos”. Esos tienen incrustaciones de esmeralda entre hormigón armado. Ahí se quedan, empotrados en el sistema. Lo mismo da que sean exizquierda como Leguina, exnacionalista como Astarloa o derecha presente como Gallardón. Lo importante es no caerse del caballo como San Pablo. Mejor “pa´lante”. Muy español. No me digan que no tienen que sentir envidia en Europa de ser español.

Ser español es un chollo. Por ejemplo, para compartir paro. Cuanto más paro hay, más fácil encuentras un trabajo, aunque sea una porquería de dos horas semanales como monitor de deporte extra escolar. Está claro, si eres un español en paro es mucho más fácil que encuentres trabajo que si eres un vasco en paro. Es una razón de peso.

No es un cuento. Ese es el retrato de España. Unos que mandan y cuando se les nota mucho que su calidad democrática no llega al umbral de lo admisible, ordenan a unos que ni tan siquiera tienen que ser jueces a hacer el trabajo. Como los que tienen que hacerlo dependen de los que mandan, se cierra el círculo. Yo he crecido acostumbrado a este juego y a estas alturas sólo me quedan dos caminos: o aceptar que soy español y feliz o eternizarme como perdedor. Voy camino de lo segundo.