VITORIA - Doce años y tres meses. No se puede decir que sea poco tiempo para estar al frente de un partido político. Patxi López lleva liderando el PSE ese periodo y si cumple su propia agenda tiene por delante otros cuatro meses antes de que un congreso extraordinario designe a la nueva dirección de los socialistas vascos, donde él ya no estará. Tras los respectivos anuncios realizados el lunes por Alfredo Pérez Rubalcaba y Roberto Jiménez, dando un paso atrás para posibilitar el recambio en el PSOE y el Partido Socialista de Navarra, ayer fue el turno de López. Los peores datos electorales de la historia del PSE, la pérdida de casi cien mil votos respecto a las anteriores elecciones europeas y la constatación de que otras formaciones de izquierda están bebiendo del manantial del electorado socialista le han obligado a tirar la toalla. Lo explica López: "Ha sido una clara llamada por parte de las bases socialistas".
A partir de ahí, dos interrogantes: quién le sucederá en Euskadi y cuál será el futuro del político vasco. ¿Madrid, quizá? ¿Seguir con su proyecto de presentarse a las primarias del PSOE, o tirar por elevación y tantear si puede relevar a Rubalcaba al frente del Partido Socialista? Ante estas cuestiones planteadas por la prensa, López se salió por la tangente durante su comparecencia de ayer en la sede socialista en Bilbao, en la que dio a conocer su decisión de convocar el congreso extraordinario del relevo para mediados del mes de septiembre, posiblemente el fin de semana de los días 20 y 21.
El dirigente socialista siguió jugando una vez más a la ambigüedad, que tanto ha utilizado en el último año y medio ante su pretensión de presentarse a las primarias. El terremoto de la marcha de Rubalcaba ha trastocado todos los planes y a estas alturas ya ni se sabe cuándo va a ser la fecha de las primarias, previstas en principio para noviembre. López demostró ayer que se está guardado sus cartas ante el gran hito que tiene planteado el PSOE en pocos días, la elección de un nuevo líder. Ante las insistentes preguntas de los periodistas -que acogió con evidente incomodidad- no descartó nada y se limitó a repetir hasta la extenuación que "el guion no está escrito". Tampoco aclaró si los malos resultados del PSE en las urnas, peor que la media del PSOE, serían un obstáculo para su hipotética pretensión de liderar desde Madrid el Partido Socialista. Casi lo mismo que cuando se le preguntó sobre su sucesor en el cargo, del que dijo que "no es hereditario y será la militancia la que decida". No obstante dejó claro que, como Rubalcaba en el PSOE, no se trata de una dimisión, por lo que estará al frente del PSE hasta el mismo septiembre, con lo que se asegura que pilotará el proceso de sucesión.
sin dramatismo Una vez pasado el trago la noche electoral de tener que reconocer los malos resultados "sin paliativos" del PSE, su anuncio de ayer estuvo despojado de dramatismo. Como en cualquier comparecencia, al fondo de la sala escuchaba sus palabras su número dos, Rodolfo Ares, escoltado por Isabel Celaá. No dio la impresión de ser un adiós, sino un trámite antes de pasar a otra cosa.
López transmitió su decisión a la ejecutiva del PSE el lunes por la tarde y será el Comité Nacional del próximo martes el que aprobará finalmente la convocatoria del congreso, que tendrá por objeto poner la bases para que el partido pueda enfrentarse al ciclo electoral -municipales y forales, además de generales, de 2015, y autonómicas de 2016- con mejores garantías que las dadas por las 104.000 papeletas que obtuvo el domingo y que sitúan al PSE con un mediocre porcentaje del 13% de los votos. A causa de la "paz interna" que vive el PSE, nadie de su ejecutiva le pidió el lunes su marcha pese a la debacle. "Podía haberme quedado tranquilamente".
Con su movimiento, López quiere "provocar una catarsis" en el partido, y cambiar rostros y mensajes, ya que la pretendida renovación del congreso del año pasado tras el batacazo de las autonómicas, a la vista está, no ha servido de nada. "Nosotros somos los únicos responsables de no haber sabido conectar con la gente y de no habernos convertido en la gran referencia política de las personas progresistas de Euskadi y del conjunto de España. Por lo tanto, creo que el PSOE está obligado a adoptar decisiones que nos ayuden a cambiar esta deriva preocupante que nos ha hecho perder apoyos de manera continuada en los últimos años", resumió.