Apenas faltan unas horas para que la campaña electoral llegue a su fin. Una campaña electoral anodina, de perfil bajo por parte de los dos grandes partidos estatales, tal y como todo el mundo esperaba y tal y como les interesa para mantener su statu quo. Tan solo el exabrupto de las caducadas ideas del candidato popular y las reacciones a las mismas, con la sobreactuación de rigor por parte del PSOE, ha provocado que miles y miles de personas se enterasen de que había en marcha una campaña electoral, que hasta entonces estaba pasando desapercibida. Exactamente tan desapercibida como había pasado el propio debate televisivo Cañete-Valenciano hasta el regüeldo del exministro doce horas después del mismo. Sí, ese castrado debate entre las dos caras de la misma y devaluada moneda.

Mientras en Europa los debates televisivos se celebraban con cinco candidatos y en Euskadi con seis, la España del encefalograma político plano se regocijaba con un tramposo debate basado en el artificial bipartidismo. Cierto es que luego hubo otro debate televisado para quedar bien en el que estaban presentes otras cuatro candidaturas. Pero la soberbia de quienes se pretenden perpetuar en la polarización bipartidista, favorecidos esta vez en el absurdo escenario de la circunscripción única, se encuentran tan incómodos en esa situación, que a ese debate mandaron a sus segundos espadas, tratando de restarle trascendencia y de evitar que la imagen de sus primeros candidatos se viera perjudicada al ser contrastada con la de otros, tal vez no tan favorecidos por el sistema, faltando al respeto de muchos electores.

Esa falta de respeto no se ha producido únicamente en las formas, sino también en el fondo. Tanto en esos debates como durante toda la campaña, los grandes partidos estatales han evitado en todo momento hablar de Europa, favoreciendo así el desinterés del electorado español por estos comicios y consolidando su posición de privilegio ante la gran abstención que se barrunta. Su único interés ha sido el de hablar de temas domésticos para mantener sus maquinarias engrasadas y a sus fieles movilizados y atentos de cara a la próximas elecciones municipales y generales. Nada hemos oído de sus propuestas para el Parlamento Europeo en los próximos cinco años y nada hemos oído sobre el balance de su actuación en esa institución durante los últimos cinco años. Tan solo han pronunciado la palabra Europa para amenazarnos a los vascos -y catalanes- de lo que nos quieren reservar si seguimos siendo malos.

Qué decir en Euskadi, donde los principales candidatos de los partidos españoles, minoritarios aquí, ni siquiera se han dignado aparecer llevándose con ellos de gira a los directores de sucursal con aspiraciones. Y qué decir de aquellos candidatos vascos diluidos en esas listas, de los que solo hemos oído insultos y menosprecios mientras esconden sus cinco años de inoperancia y cobro indebido de dietas. Tan solo la candidata Izaskun Bilbao Barandika ha podido mostrar orgullosa su trabajo como europarlamentaria y también su proyecto de futuro que indudablemente pasa por más Euskadi y más Europa, frente a las dudas y contradicciones de la cuarta pata del banco. Que nadie tenga la tentación de quedarse en casa para castigar al sistema o al dúo PSOE-PP. Todos ellos se carcajean de tal posibilidad. Y recuerden aquello que si no se preocupan de Europa, ya se preocuparán por ustedes Cañete, Valenciano y Merkel. Que nadie se quede en casa el domingo.