Bilbao - El presidente del EBB afronta el Aberri Eguna apostando por que Euskadi mire a Europa.

¿Europa se ha cerrado a admitir una Catalunya independiente?

-No, no comparto esa opinión. La respuesta de la Comisión Europea era de manual pero, si a cualquier responsable de la Unión Europea se le pregunta si Europa puede perder al 20% del PIB del Estado español, seguro que la respuesta es que no, y que habrá que buscar algún acuerdo.

Si a Catalunya le salen bien las cosas, ¿Euskadi contempla dar un salto más allá del nuevo estatus?

-El nuevo estatus es un nuevo salto. No miramos de reojo a Catalunya. Los vascos estamos haciendo nuestro camino. El punto de llegada será el que los vascos decidan. En eso sí hay cierto paralelismo: ambos queremos que sean los vascos y los catalanes los que decidan su futuro, que seamos un sujeto político.

El jeltzale Koldo Mediavilla ha insinuado que, si sigue habiendo portazos, quizás sea mejor el divorcio. ¿Es una opción?

-Claro, pero era un condicional: si hay. Lo que debiera dejar de haber son portazos. Hay un problema y, o se le buscan soluciones desde el acuerdo, o las consecuencias van a ser negativas y, lógicamente, de ruptura. Nosotros no queremos la ruptura. Creo que la sociedad catalana tampoco es una sociedad de rupturas. Pero, si no te dejan más horizonte que la sumisión o el desafío, pues desafío.

En las conversaciones entre usted y Rubalcaba, ¿el socialista le ha planteado su propuesta de reforma constitucional?

-Sí. Hemos hablado con el Partido Socialista y, además, de manera bastante sincera. Ellos siempre nos han dicho que no hay una solución exclusivamente catalana o vasca, que debe haber una solución para el Estado, y que tiene que mutar hacia un modelo federal asimétrico. Queremos saber qué hay más allá de ese gran titular que puede ser aparentemente bonito. ¿Qué hay detrás del término asimetría? ¿Un reconocimiento plurinacional del Estado español en que Euskadi y Catalunya son reconocidas como nación? ¿Una relación de bilateralidad entre esas naciones y el Estado? Si es otro proceso de descentralización, ya ha fracasado este.

En esa reforma, ¿el PNV volvería a plantear el derecho a decidir?

-Claro, es básico. El derecho a decidir no es un derecho nacionalista, es un derecho democrático. Es inherente a una concepción según la cual Euskadi es una nación y la sociedad vasca tiene que ser dueña de sus propios destinos. Somos conscientes de que estamos cediendo soberanía a Europa, y estamos dispuestos a cederla, pero cederla nosotros, no que Madrid decida por nosotros. Para ir a Bruselas no hace falta pasar por Madrid.

Cuando el PNV habla de derecho a decidir pactado, ¿a qué se refiere?

-Estamos dispuestos a que su ejercicio y su reconocimiento no sea la fórmula que impone una de las partes, el PNV en este caso. Podemos entender que haya dentro del panorama político vasco partidos que legítimamente digan que el derecho a decisión que le asiste al pueblo vasco no debiera traspasar los límites de un Estado constitucional y de derecho. Vamos a ver si somos capaces de llegar a un acuerdo para que esa formulación del derecho a decidir y su ejercicio sean pactados. Algo parecido a lo que sucedió en Quebec y a lo que va a suceder en Escocia.

¿Es una reivindicación irrenunciable? ¿El nuevo estatus deberá contemplar el derecho a decidir?

-Es una parte indisoluble de nuestro planteamiento, pero no vamos a caer en la trampa de la izquierda abertzale o el constitucionalismo más rancio, y no vamos a demonizar el derecho a decidir. Cuando los vascos votaron el Estatuto, ejercieron el derecho a decidir, lo que pasa es que lo ejercieron en base a una disposición otorgada por el Gobierno del Estado. Lo que queremos ahora es que la soberanía para convocar esos actos que hemos hecho ya resida en Euskadi, pero vamos a pactarlo, no queremos imponer.

¿El PNV descarta pactar el nuevo estatus solo con EH Bildu si no logra más apoyos?

-Vamos a intentar el diálogo. El que se baje del acuerdo tendrá que explicar por qué.

¿Se han enfriado las relaciones con Sortu en materia de paz?

-Sortu se ha vuelto a encerrar en su concha. Después de la manifestación del 11 de enero pasó de decir que había nacido una nueva mayoría en Euskadi, a romper todo tipo de relaciones con nosotros. Supongo que puede responder a dos circunstancias: que dentro hay tensiones y, cuanto más cerrados estén, menos trascienden a la calle; y que se dan cuenta de la soledad política en la que están con sus reivindicaciones, de lo desajustada que tienen su estrategia política con respecto a lo que la sociedad vasca necesita. Para ellos es mejor no tener contraste ni cruce porque tendrán miedo a que los contagiemos del realismo que pide la sociedad.

¿Le ha decepcionado que Sortu crea que es una humillación que los presos pidan perdón?

Nosotros no pedimos a los presos que pidan perdón. Lo que tienen que hacer es reconocer que lo que hicieron no estuvo bien, que generó un daño injusto, y que hoy no lo harían. No es humillar, es poner las bases para reintegrarse, porque la sociedad que los acoja debe tener confianza.

¿Le preocupa la deriva de Sortu?

-Sí, porque los pasos van mucho más lentos de lo que nos gustaría, y siempre le echa la culpa al inmovilismo de Rajoy. Pero lo que en el fondo está haciendo es aceptar que el proceso de paz está en manos del Gobierno español, cuando nosotros creemos que se puede avanzar desde Euskadi. El PNV está dispuesto a acompañarlos en esos pasos pero, para eso, tienen que salir de ese victimismo.

¿Puede salir algo de las conversaciones entre el lehendakari y Rajoy?

-Vamos conociendo la forma de hacer política y tomar decisiones de Rajoy. Probablemente él estará midiendo sus tiempos, pero vamos a hacer todos los esfuerzos para que se mueva.

¿Qué tiene que cambiar en la reforma electoral que propiciará el voto en Euskadi de los 'exiliados' por ETA para que el PNV la apoye?

-Tenemos los brazos abiertos a las víctimas que se tuvieron que marchar, pero otra cosa es que estemos metiendo de tapadillo un tongo electoral.

¿Ha podido hablar recientemente con la vicepresidenta española, Soraya Sáenz de Santamaría?

-Sí, tenemos una relación fluida.

¿Aprecia una mayor disposición a los acuerdos por parte del PP?

-Es parecida. Es verdad que, a medida que pasan los meses, se va labrando una relación de confianza y eso propicia acuerdos de mayor calado.

En Euskadi, el PP de Arantza Quiroga se está distanciando del pacto fiscal y antifraude...

-El PP en Euskadi está completamente desnortado, no ha superado la resaca de su situación interna. Necesita ganar el espacio que ha perdido y que le está llevando a la irrelevancia política. Quiere frenar esa caída metiéndose con el PNV. Lo ven como un salvavidas para mantener apiñado a su electorado. Nos acusan de no luchar contra el paro cuando su partido ha hecho la reforma laboral. Nos acusan de no estar cerca de las víctimas cuando acaban de tener una escisión en el partido, Vox, porque el PP ha traicionado a las víctimas. Lo mejor que podrían hacer es estar callados y pasar inadvertidos con el follón que están teniendo.

¿Teme un viraje conservador en el PP vasco?

-No lo temo, lo he constatado. Y no es un temor. Allá ellos. Más irrelevantes serán. La sociedad vasca camina en la dirección contraria a la que Aran-tza Quiroga lleva a su partido.

¿Cómo es su relación con Quiroga?

-En este momento, inexistente. Creo que no habla con mucha gente.

El PSE también está en pie de guerra con el PNV.

-Todos los partidos, cuando llegan los procesos electorales, marcan sus diferencias. Tenemos mucha experiencia en estas falsas escandaleras que monta el PSE que luego al día siguiente de las elecciones se suelen reconducir.

Bildu les ha pedido ayuda para no colocar la bandera española...

-Hemos soportado mucho de la izquierda abertzale por este tema. Por poner la bandera se nos ha llamado traidores. De la misma manera que Garitano lleva en el bolsillo un DNI con la bandera española, le toca poner la bandera en la Diputación. Es su responsabilidad, es diputado general.