EL capitán Muñecas y el inspector González Pacheco se van a ir de rositas. Siento ser así de directo y ojalá me equivoque. Lo digo para ensalzar la perseverancia de los Arrizabalaga de Ondarroa, de los otros diez que se fueron a Argentina a reclamar lo que nunca les ha dado el Estado español, de quienes ahora, como nos contó José Luis Uriz en Onda Vasca, han decidido sumarse a este clamor. Los crímenes del franquismo, la tortura a la cabeza, no pueden quedar en el olvido. Cabe que no tengan recorrido judicial, y tiene pinta de que así será, pero nunca el olvido como método para alcanzar la paz.
La principal lección que me traje de Colombia en el último viaje me la dio la Ruta Pacífica de las Mujeres. Decidieron que no buscaban venganza, sino verdad; Y empezaron a remover donde nadie se había atrevido porque apestaba. Los querellantes que se han marchado a Argentina saben que el recorrido judicial de su demanda es incierto, pero son conscientes de que han abierto una espita en una olla a presión que lleva sellada desde la muerte del dictador.
Repasen a su alrededor... ¿No hay nadie de sus conocidos que tiene motivos para demandar aunque sea una pizca de justicia reparativa por el daño físico o moral causado durante decenas de años? La ley de punto y final española, en eso consistió "la transición", fue un mal menor para evitar una involución golpista, pero no debería ponerse como ejemplo y menos ser exhibida internacionalmente como un éxito; en realidad, debería presentarse como un ejercicio de praxis política amoral, en el que las víctimas fueron olvidadas, los criminales ascendidos en el seno de una estructura estatal heredera del franquismo, derechos fundamentales negados por la superior causa democrática, tortura sistematizada, espiral de terror de acción y reacción... de verdad, fue una porquería, aunque ahora discutamos si fue la única posible.
El presidente de Sortu, Hasier Arraiz, ha contribuido (con enorme cinismo, eso sí) a clarificar el discurso: la izquierda abertzale no aceptó aquellas reglas y por eso fue consecuente. Tratar de culpar penalmente a alguien por mantener esa postura es un síntoma de que tiene parte de razón. Pero a Arraiz se le olvidó decir que fruto de aquella rebelión contra la reforma franquista asesinaron con el aplauso de lo que representa a centenares de personas y aún esperamos una revisión crítica. Al fin y al cabo, nada distinto hizo ETA en Euskadi de lo que perpetraron los que trataban de perpetuar el franquismo desde los cuarteles: Rodríguez Galindo, sin ir más lejos. O esa rebaja moral que supone negar la subvención, y por lo tanto el crimen, a las víctimas de los GAL como ha hecho esta semana el Gobierno del PP.
Esa revisión aún está pendiente. La de unos y la de otros. Los asesinados no van a peso, no dan o quitan razón, son lápidas nominales de una barbarie en la que ellos participaron. El resto también tendremos que revisar nuestra actitud, pero algunos podremos decir que no asesinamos ni aplaudimos. Lo tenemos más fácil para admitir nuestros errores. Los hubo, claro. Algunos graves, pero no tienen que ver con el plomo o el amonal.
Precisamente como no pido la misma responsabilidad a ETA que al Estado español, al que pago con mis impuestos, le exijo que ponga fin a la transición de nunca acabar , que levante las alfombras, que investigue a los torturadores, que ponga medios para que no se repita hoy una práctica policial deleznable, que no contrate a al asesino de Yolanda González con dinero público, que pida perdón en nombre de las víctimas de Muñecas o González Pacheco, que acabe con los indultos arbitrarios, que respete los tratados internacionales que firma, que respalde la "Justicia Universal", que ponga cámaras en cada una de las dependencias policiales (esto va por España y por Euskadi), que admita abogados y médicos desde el primer minuto, en fin... si se quiere hay tantas cosas por hacer para asimilarse a una democracia.