Pamplona - Ni elecciones ni cambio de Gobierno. Yolanda Barcina completará íntegra la legislatura, y lo hará acompañada por quienes a día de hoy se siguen sentado junto a ella en el Consejo de Gobierno. Incluidas las consejeras Marta Vera y Lourdes Goicoechea, especialmente cuestionadas tanto dentro como fuera de la Administración Foral, y a quienes la presidenta ratificó ayer hasta el final de la legislatura. Barcina queda atrincherada así en el Palacio de Navarra junto a su fiel y cada vez más reducido núcleo de confianza, con quienes gobernará 14 meses más en un intento de ganar tiempo a la espera de una recuperación económica que sirva para recuperar la depauperada imagen de la que a día de hoy gozan tanto la presidenta como su Gobierno.

La presidenta ya avanzó la decisión el pasado viernes ante su partido, a quien le ha querido hacer corresponsable ante el previsible bloqueo institucional que queda abocada la comunidad lo que resta de legislatura. Tiempo en el que difícilmente la presidenta va a poder recuperar la confianza de la oposición, no que augura nuevas derrotas parlamentarias y complica la aprobación de los proyectos principales para los próximos meses: el proyecto de presupuestos, sobre el que vuela ya la sombra de la tercera prórroga presupuestaria, un hecho sin precedentes tanto en Navarra como en el resto del Estado; y la reforma fiscal, a la que el Ejecutivo da un carácter estratégico para reforzar la recuperación económica y crear empleo, pero que posiblemente saldrá del Parlamento muy diferente a como la lleve el Ejecutivo foral.

Un escenario al que sin embargo Barcina quiso restar importancia ayer. La presidenta admitió que este año será "difícil y complicado", aunque recordó que desde que llegó al Palacio de Navarra "nunca hemos tenido un mes fácil". A partir de ahí, la presidenta trató de justificar su rechazo a las elecciones anticipadas, y que consideró una "excepcionalidad" para la que no hay motivos. "La continuidad de este Gobierno da confianza, seguridad y estabilidad a Navarra", alegó Barcina, que advirtió de la "incertidumbre" que implicaría un proceso electoral, al que auguró además una "incierta" configuración del nuevo Gobierno que implicaría "una larga permanencia del Ejecutivo en funciones". "Lo que da confianza, seguridad y estabilidad es cumplir el mandato de cuatro años", afirmó Barcina, que recordó que fue elegida "democráticamente por el Parlamento".

La presidenta trató así de culpar del bloqueo institucional al Parlamento, al que calificó de "oscuro" por la forma en la que se negociaron las conclusiones de la comisión de investigación del denominado caso Goicoechea, y evitó cualquier autocrítica invitando "a todos" a "no mirar atrás" y pensar "en el futuro". Apenas hubo novedades en su intervención, más allá de anunciar la venta de las acciones de Iberdrola forzada por los problemas de endeudamiento de la empresa pública Sodena; justificar el incumplimiento del déficit presupuestario de 2013, un duro golpe para Gobierno, que había centrado toda sus actuaciones en la sacralizada estabilidad presupuestaria; y el llamamiento al "diálogo social" con la CEN, UGT y CCOO.

Y junto a todo ello, la reforma del Convenio Económico con el Estado, cuya inminente negociación sirvió a la presidenta para sumar un argumento más a la lista de motivos que le aconsejan alargar la particular soledad política del Gobierno durante un año más. Y la mejora de la financiación para la construcción del TAV, proyecto estrella de la legislatura que ha acabado convertido en una triste metáfora del propio Gobierno. Sin margen económico ni capacidad de iniciativa, ambos quedan desde hoy semiparalizados y pendiente de la ayuda económica y política que pueda llegar de Madrid.