madrid. Mariano Rajoy encara un escenario cada vez más indigesto. Al goteo de rupturas y tensiones que se han forjado con la marcha de Alejo Vidal-Quadras a Vox y la renuncia de Jaime Mayor Oreja a formar parte de la lista popular en las próximas elecciones europeas, el presidente del Gobierno español se vio sacudido ayer por la notificación de que José María Aznar le dará plantón en la Convención Nacional del partido que arrancará este viernes en Valladolid, así como por las críticas vertidas por los exdirigentes del PP de la CAV, María San Gil y Carlos Iturgaiz, no por esperadas menos trascendentes en cuanto al efecto de aluminosis que puede provocar en un edificio, Génova, en riesgo de demolición interna.

El discurso aireado por San Gil, acusando al PP de "consentir" lo que califica como la "pesadilla" que a su entender se respira en Euskadi en relación al proceso de paz, y donde ella engloba a "ETA, Batasuna, los presos, Sortu, Bildu y demás entramado etarra", no deja de ser también una bofetada a las pautas de comportamiento de la delegación vasca liderada por Arantza Quiroga, y por ende a la complacencia de la dirección conservadora desde la central de Madrid. La asociación de víctimas Covite, enfrascada en un cisma interno considerable tras la huida de un sector que desdeña de la filiación política de su presidenta, Consuelo Ordóñez, aprovechó ayer para hacer públicas en su página web las reflexiones de la exlíder del PP de la CAV -"un referente moral junto a Carmelo Barrio y el filósofo Fernando Savater", que han participado con sus opiniones en el cierre del ejercicio anual del colectivo- y denunciar así "una realidad política consentida por el partido que siempre tuvo claro que si matar no tenía premio, dejar de matar tampoco podía tenerlo", define San Gil en clara alusión al proyecto de Rajoy.

Si la pasada semana se constataron las diferencias entre la línea a seguir por Covite y el nuevo tiempo que pretende encabezar Quiroga, la expresidenta de la filial popular en suelo vasco sale en férrea defensa de este colectivo por "seguir defendiendo lo obvio, lo justo y lo moral, a pesar de tenerlo todo, o casi todo, en contra". "Resulta imprescindible exigir que no se diluyan las responsabilidades de los asesinos y que la línea entre víctimas y verdugos no se difumine", sentencia San Gil, afín al núcleo duro del PP, del que se han descolgado, entre otros, Santiago Abascal y Ortega Lara para gestar Vox, una escisión aún más a la derecha de su libreto intelectual, y el propio Mayor Oreja, todos ellos adalides del aznarismo. Savater remata al animar a Covite a continuar "aguijoneando a las instituciones para que no olviden la dimensión moral y social de las víctimas del terrorismo", lo que puede entenderse como otro recado al proceder del Gobierno español.

De forma paralela, desde Bruselas, Iturgaiz instó ayer al PP a hacer "autocrítica" y analizar todo lo acontecido, dejando "la mano tendida y una puerta abierta para intentar recuperar" a los disidentes. Amén de entender como "coherente" la decisión unilateral de Mayor Oreja, la achacó a que "muchísimas veces sus ideas chocaban contra un muro y no era escuchado". El eurodiputado lamentó la pérdida de uno de sus referentes en la política, "un amigo", una baja que puede lastrar a la formación en los comicios de mayo porque -dice- era "una candidato de victoria que arrastra ese voto tradicional del PP". Otra historia es, a su juicio, la salida de Vidal-Quadras, una "coincidencia temporal".

El desplante de Aznar Si a esta avalancha de manifestaciones unimos la baja de Aznar en la Convención popular, el boquete de la nave comandada por Rajoy se agiganta. Se excusa el expresidente, localizado ahora en Israel, en problemas de agenda que le tendrán fuera del Estado español durante una gira internacional que lo trasladará a Londres, Filipinas y Estados Unidos, y por la que no regresará hasta dentro de una semana. Su ausencia es más que un mero detalle. El presidente de honor del PP no se perdió las últimas citas de gran enjundia: las convenciones de Málaga y Sevilla en 2011 y el Congreso de 2012, también celebrado en la ciudad andaluza. Pero su distancia con Rajoy se ha hecho cada vez más evidente, hasta el punto de que el pasado mes de noviembre presentó el segundo volumen de sus memorias en un acto que no contó con la presencia de ningún miembro de la primera línea del Ejecutivo español ni del partido. Solamente estaban los exministros afines de su etapa, entre ellos, Ángel Acebes, Esperanza Aguirre, Eduardo Zaplana, Isabel Tocino, José María Michavila y Josep Piqué. Mayor Oreja, el último en dar un portazo a su actual líder, también participó en aquel evento.

Desde Génova se afanan mientras tanto en rebajar los decibelios. Nadie niega la existencia de un sector incómodo con las decisiones del Gobierno, sobre todo en materia antiterrorista, pero la dirección, con la secretaria general, María Dolores de Cospedal, a la cabeza, trató ayer de minimizar la polémica. "La decisión de Mayor Oreja puede parecer un revés, pero esto no es un revés sino una forma distinta de continuar", aseguró en la Cadena Cope la número dos en una de sus explicaciones con tintes de surrealismo. Esperanza Aguirre, afín a las posiciones del excandidato a lehendakari, no se cortó al expresar su tristeza. "Personalmente, siento mucha pena. Jaime es un referente en el PP y en la lucha contra el terrorismo", soltó. Cospedal le matizó: "Mayor Oreja no era un verso suelto, formaba parte del Comité de Dirección y compartimos las cuestiones básicas". A su vez, trató de restar valor a la creación de Vox porque "en España es muy fácil formar un partido político y existe la libertad de hacerlo. Eso no hace daño". Lo cierto es que Rajoy se ha quedado huérfano en la cúpula del PP, ya que, más allá del segundo plano que ocupa Javier Arenas, se erige en el único miembro en activo del antiguo sector duro de la era Aznar. Rato, Álvarez-Cascos, Zaplana, Acebes y, por último, Mayor Oreja son historia. El actual presidente sigue en pie pero con todas las alarmas activadas ante los reiterados desplantes en la antigua sala de máquinas popular.