Bilbao. Recién llegado de Brasil, donde ha impartido algunas conferencias y compartido oración con comunidades cristianas, el obispo emérito de Donostia aguarda las horas con calma para recibir el premio de la Fundación Sabino Arana que reconoce "su contribución a la paz y a la reconciliación y su firme defensa de los derechos humanos". Monseñor Uriarte se apoya en la parábola y las referencias bíblicas para explicar y alumbrar el camino hacia la paz y la reconciliación en Euskadi.
¿Qué significado tiene para usted este galardón?
Un reconocimiento de los esfuerzos más o menos acertados, pero bien intencionados que a lo largo de mi vida episcopal ha realizado a favor de la paz y la reconciliación de nuestra sociedad. Es un reconocimiento que agradezco de corazón a la Fundación Sabino Arana
Le llegan los premios una vez jubilado. ¿Algo tarde, quizá?
Casi siempre estos premios llegan al final del trayecto vital. En parte tiene que ser así. De este modo se reconoce una coherencia a lo largo de una existencia. No pienso que sea tardío. Me pregunto más bien si otros no lo merecen más que yo.
¿Una vez que se ha jubilado se siente con menos ataduras para hablar en público?
Me muevo entre la debida discreción y la libertad que te da el hablar no como pastor responsable de una comunidad diocesana. La discreción se la debo sobre todo a los obispos actuales de nuestras diócesis. Por eso declino la mayoría de las invitaciones de los medios de comunicación social.
¿Ha sido un premio a la constancia, por su continua implicación durante las dos últimas décadas en los procesos de pacificación?
He seguido con mucho interés y con pasión los procesos que he conocido. Solo en uno me tocó implicarme de manera directa e inmediata, como preparador, intermediario y testigo del encuentro con ETA y el Gobierno de Aznar. En los demás procesos, mi participación se ha reducido bien a una discreta palabra evangélica a los implicados, bien a una palabra pública en cartas pastorales, homilias y conferencias.
El premio reconoce su contribución a la paz y a la reconciliación, pero todavía ni lo uno ni lo otro se han completado en este país.
El camino de la paz, y el de la reconciliación, suele ser casi siempre desesperantemente largo. Pero en la harina del proceso pacificador hay que introducir previamente la levadura de una reflexión, de una interpelación, de una invitación. Ella produce su fruto a la larga. Hoy es pronto para la reconciliación, pero es hora de hablar de ella.
¿Es posible una reconciliación plena sin un previo reconocimiento público por parte de ETA del daño causado?
No. ETA sobre todo debe reconocer el daño injusto que ha causado. Pero muchos otros hemos de reconocer nuestra mayor o menor parte de responsabilidad. Con un reconocimiento así por parte de ETA sería más plausible que las víctimas mostraran otra actitud. La suma de gestos por parte de ETA y de la izquierda abertzale haría menos comprensibles las reacciones de algunas asociaciones de víctimas.
Y sin un desarme, ¿es posible avanzar hacia la convivencia?
No es posible reconciliación sin desarme. En las actuales circunstancias de dureza granítica del Gobierno de Madrid, urge un desarme unilateral. Se lo deben a su pueblo y a toda la sociedad. Si no se quiere que el proceso se pudra, es necesario el desarme. Si empezaron a avanzar de manera unilateral, llegados a este punto debe seguir con esa unilateralidad.
¿El Estado debería pedir perdón por las vulneraciones de derechos humanos que haya podido incurrir?
Una vez lograda la plena pacificación con la disolución de ETA será ejemplar que el Gobierno español reconozca los abusos cometidos en la lucha contraterrorista y ofrezca la reparación debida y posible. Un Gobierno no pierde su dignidad por confesar la verdad. Lejos de debilitarse, se fortalece.
¿Tiene que haber vencedores y vencidos en el relato final de lo que ha sucedido aquí en las últimas décadas?
Que ETA está sumamente debilitada, en una situación de no retorno, es una convicción ampliamente compartida. Que el vocabulario "vencedores y vencidos" ayude a una pronta pacificación es más que discutible. Los italianos tienen un criterio: "vincere, ma non sopravincere" (vencer, pero no humillar).
Pretenden instalar el relato de que ETA sigue a través de Sortu y que ha vencido políticamente. ¿Se corresponde esto con la realidad?
A Sortu le ha legalizado la autoridad competente. Los votos que ha recibido se los han dado ciudadanos vascos haciendo uso de sus derechos cívicos. Estos votos no son fruto de ETA. Corresponden a sus convicciones políticas, no al influjo de ETA.
En las dos últimas décadas, usted ha sido muy activo en los diferentes procesos de pacificación. ¿Es el animal político que lleva dentro o una manera de entender su ministerio?
San Pablo nos dice: "Dios nos ha confiado el ministerio y la palabra de la reconciliación". Juan Pablo II: "todo bautizado debe sentirse en su medida, ministro de la reconciliación... llamado a construir la paz con la fuerza de la verdad y de la justicia". No soy de los que se queda en la orilla cuando ve a alguien braceando en el agua sin poder salir. Es una manera de ser. A mi edad, ya no me van a cambiar.
El premio también le reconoce su capacidad de construir puentes. ¿Ha tenido que pasar por encima de muchas intransigencias?
Construir puentes y no muros es tarea de todo ser humano que quiere el bien común. Quienes creen que tienen que levantar muros (en nombre de la patria o en nombre de Dios) tienden a la intransigencia. Me ha tocado sufrir tarascadas, pero no han mermado mi libertad ni han afectado demasiado a mi moral anímica.
¿Qué conclusión sacó de su participación en la mediación entre el Gobierno de Aznar y ETA en Suiza en 1996? ¿Que ocurrió para que aquel intentó no prosperara?
Que todavía las uvas no estaban maduras. Había demasiado maximalismo, inmovilismo, impaciencia.
¿Por qué le eligieron a usted?
Creo que por la imparcialidad, el crédito moral y la confianza.
¿Volvería a participar como mediador en unas negociaciones?
No fui mediador, sino intermediario. El mediador toma una mayor iniciativa y propone hipótesis durante la negociación, mientras que mi tarea en aquella ocasión consistió en preparar el encuentro, actuar como testigo y, en caso de atasco, intentar el desbloqueo. Yo creo que no me llamarán. Hace falta instancias más especializadas. El crédito moral y la imparcialidad son necesarios, pero no suficientes.
¿La iglesia debe implicarse en el proceso de paz o debe ser un mero espectador?
No debe ser simple espectadora, sino activa, pero desde lo que es propio de su identidad: anunciar el mensaje de la reconciliación, ser comunidad reconciliada, reconocer sus insuficiencias, contribuir a la sanación de las víctimas, extraer de los sacramentos su virtualidad reconciliadora, promover una cultura de la reconciliación, orar por la reconciliación.
¿Le preocupa que algunos consideren que usted toma partido en esta cuestión?
Tomar partido por que se conozca toda la verdad de lo sucedido entre nosotros, para promover una justicia humana y humanizadora, propugnar el diálogo como vía de solución, defender la dignidad humana y cristiana del perdón. ¿Es eso tomar partido?
¿Cómo habría que afrontar la cuestión de los presos? ¿Por parte de los propios presos? ¿Y por parte del Estado?
Creo que en estas circunstancias, los presos habrían de pedir individualmente los beneficios penitenciarios. Su última declaración de acatar la legalidad penitenciaria abre una puerta esperanzadora. El Gobierno de Madrid parece resistirse a modificar su política penitenciaria que, según el parecer de muchos, está, por lo menos, desfasada y resulta dolorosa sobre todo para los familiares y dificulta los pasos hacia la paz.
¿Es partidario de medidas de gracia para los presos si hubiera garantías firmes de que no vuelven a la violencia? ¿Amnistía, indulto...?
Algunos especialistas en Derecho Penal son reticentes ante estas medidas del Ejecutivo. Otros las consideran saludables. Desde el punto de vista moral, me parece que una amnistía general contraviene a la verdad y a la justicia. Otra cosa serían los indultos, según las circunstancias. En una amnistía no existe juicio, no hay reconocimiento de las víctimas, sin embargo en el indulto, una vez condenado se aplica una rebaja total o parcial de la pena, pero una vez condenado. Allí donde hay democracias consolidadas y sociedades maduras no sería justa una amnistía total.
¿Le preocupa el inmovilismo del Gobierno Rajoy o forma parte de un protocolo bajo el cual se están moviendo cosas?
Me preocupa. Comprendo sus dificultades, pero el inmovilismo no es, a mi entender, la respuesta adecuada. Hasta el día de la fecha no me consta que se estén moviendo las piezas en el sentido de la paz y la reconciliación.
¿Usted se cree que el Estado no está hablando con ETA?
Externamente no percibo indicios positivos. No tengo ningún motivo ni a favor ni en contra para pensar que haya algo entre bastidores. Aunque me resisto a creer que no haya absolutamente nada.