TRAS siete meses de debate, el Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK) respondió a las recomendaciones hechas por el Foro Social organizado el marzo de 2013 por Lokarri y Bake Bidea. Por fin. Evidentemente, el EPPK respondió a lo que de aquellas conclusiones le afectaba y lo hizo el pasado 28 de diciembre a través de una declaración cuyos términos fundamentales ya habían sido adelantados en círculos próximos a la izquierda abertzale.
Del comunicado del EPPK, depurando de literatura el breve texto, se desprenden tres conclusiones fundamentales: el reconocimiento del daño causado, la aceptación de los cauces legales para la solución individual y escalonada de la excarcelación y la renuncia a practicar los métodos del pasado con el compromiso de utilizar exclusivamente las vías políticas y democráticas. Estas conclusiones, analizadas objetivamente, suponen un giro radical en los planteamientos mantenidos por el EPPK durante décadas, y por ello deben ser valoradas como uno de los ejes claves en el proceso de paz y normalización iniciado tras la decisión de la izquierda abertzale de poner fin al ciclo político-militar.
Con excepción de la izquierda abertzale, se han prodigado las críticas a los términos utilizados en la declaración. En ella se habla del origen político del conflicto, se exige el desarrollo libre de todos los proyectos políticos, la solución política integral, la derogación de las medidas de excepción y el fin de la dispersión, todo ello con la literatura habitual que pone de los nervios a los demás agentes políticos. En este punto es preciso que se comprenda la enorme dificultad que supone el giro, la complicada ziaboga de este trasatlántico que ha sido el MLNV, las servidumbres retóricas internas y más aún en las expresiones del núcleo más duro. Ya es hora de que se practique este ejercicio de empatía que valore en su justa medida el fondo y no se deje afectar por las formas. Y mucho menos que tome postura inicial y definitiva de rechazo simplemente porque no le gusta el envoltorio.
Como no podía ser menos, las reacciones a la declaración del EPPK no se han apartado del guión en esta especie de foto fija que representa a los representantes políticos vascos. Sin embargo, hay que hacer notar que en general el comunicado ha sido acogido de manera positiva por las formaciones abertzales y por la izquierda no nacionalista, coincidiendo todas ellas en animar a los firmantes a seguir dando pasos unilaterales de forma que se acelere el desarme y la disolución de ETA.
¿Y el PP vasco? En un ejercicio de funambulismo, se han quedado con que es "insuficiente", por supuesto sin explicar por qué. Los populares vascos están demasiado presentes, demasiado cercanos, como para ignorar que la decisión del EPPK es fundamental para desbloquear el proceso hasta su final ordenado. Pero a los Oyarzábal, Quiroga, Damborenea y demás dirigentes del PP vasco no les queda otra que atrincherarse tras el muro de intransigencia levantado por el Gobierno español.
Es escandaloso que a pesar de la trascendencia incuestionable del paso dado por los presos políticos vascos, haya que seguir lamentando la constatación de que para el Ejecutivo español y para el partido que lo sustenta, la nueva situación en Euskadi tras el cese de la actividad armada de ETA no ha cambiado nada. Ni la participación normalizada de la izquierda abertzale histórica en las instituciones, ni el reconocimiento del daño causado, ni la aceptación de las solas vías democráticas, ni el sometimiento a la actual legalidad penitenciaria, nada de todo esto ha hecho pestañear al Gobierno del PP.
¿Y Mariano Rajoy? Ni está, ni se le espera. Acojonado por el vocerío ácido de los colectivos de víctimas más extremistas y maniatado por el sector más duro de su partido, ha decidido asistir como convidado de piedra a los movimientos verdaderamente claves que se están produciendo en este país hacia su normalización en paz y convivencia. Para el Gobierno español, el comunicado no dice nada nuevo y hay que seguir persiguiendo, acosando y criminalizando a quienes estén o hayan estado en la cárcel bajo la ley antiterrorista.
En lugar de sumarse a los pasos que se están dando en Euskadi desde la política institucional y los agentes sociales para normalizar la convivencia tras cincuenta años de violencia, Rajoy y su partido han convertido en un mero tantra lo de "que ETA se disuelva" pero no se atreven a ocupar el papel que les corresponde en la certificación de ese final. ETA no tiene ante quién desarmarse ni ante quién disolverse.
El reconocimiento público del daño causado y la aceptación de la legalidad penitenciaria por parte del EPPK no es suficiente para que el impávido Mariano Rajoy ponga encima de la mesa lo que hay que poner y acabe de una vez -como primer paso- con la dispersión, aguantando el chaparrón de los chillidos histéricos de la caverna. Luego, rotas las cadenas, vaya dando paso al final de la legislación de excepción y demás castigos de otro tiempo.
Pero no. El cálculo político electoral le ha aconsejado a Rajoy no mover ficha. Sin inmutarse, sin arriesgarse, sin manifestarse siquiera, así, no tiene nada que perder. Por eso, con la mirada estrábica fija en el infinito, escucha la histórica declaración del EPPK como si oyera llover.
Ni está, ni se le espera
Mariano Rajoy ha decidido asistir como convidado de piedra a los movimientos claves hacia la normalización
Con la venia
pablo muñoz