UNOS cinco millones de niños y niñas se han visto afectados por el supertifón Haiyan en Filipinas. Como los adultos, necesitan agua potable, comida, refugio y atención sanitaria, pero, además, una especial protección, y es que son los más vulnerables en este tipo de catástrofes. Según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), los menores no solo están en riesgo de sufrir malnutrición, sino también enfermedades derivadas de la emergencia sanitaria e incluso ser víctimas de raptos, violaciones o abusos.

"Hay que procurar que se proteja a estos niños y niñas, que se les cuide y que estén en entornos seguros. Cuando ocurren estas cosas, se crean centros de acogida o centros de refugiados y muchas veces se da por hecho que solo por eso estás protegiendo a las personas, pero no es así. En esos momentos, los menores son los más vulnerables y pueden ser víctimas de tráfico, de rapto, pueden ser usados para realizar trabajos infantiles y las niñas pueden sufrir abusos o maltratos", alerta Macarena Céspedes, gerente de Campañas e Incidencia Política de Plan Internacional.

La primera fase de la ayuda suele ser humanitaria, atender las necesidades sanitarias, de alimentación, de agua potable y de refugios. Estas siguen siendo las prioridades en Filipinas, ya que un gran número de personas siguen expuestas a las inclemencias del tiempo y la temporada de tifones todavía no ha finalizado. "Con más de 500.000 hogares completamente destruidos, la necesidad urgente de refugios y protección básica para mujeres y niños continúa", explicó esta semana la coordinadora de Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios, Valerie Amos. La ONU ha alertado también de que alrededor de 1.5 millones de niños en el país podrían sufrir desnutrición aguda y unas 800.000 mujeres embarazadas o lactantes requieren de asistencia nutricional adicional a consecuencia del tifón. Asimismo, según Unicef, ya se han dado casos de diarrea aguda entre menores.

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha explicado que no existen riesgos de epidemias en Filipinas, pero que es posible que se den casos de diarreas. "Solo existe un riesgo mínimo de que se desarrolle la diarrea, en caso de que se beba agua contaminada por los cuerpos, un riesgo que puede eliminarse con procesos de desinfección rutinarios o hirviendo el agua para prevenir enfermedades que se transmiten por el agua", señala el Cruz Roja en un informe hecho público el pasado miércoles.

Pero además de la atención primaria, en el caso de los niños, la atención psicológica es fundamental. "Este tipo de catástrofes afecta de forma tremenda a la primera infancia, su desarrollo psicosocial cambia bruscamente desde este momento. Niños que sufren esta situación con 2 y 3 años, aunque nos parezcan muy pequeños, empiezan a pensar de otra forma", afirma Macarena Céspedes. "En una situación como esta, todo lo que tienes establecido como normal se destruye en unos minutos y no sabes qué hacer. Si para un adulto es duro, imagínate para un niño que no llega a comprender muy bien lo que está pasando, que no sabe expresar lo que siente, que puede haberse quedado solo, sin casa, ni comida ni protección", agrega. "Hay que restablecer lo antes posible la educación porque para los niños es muy importante tener ese sentimiento de normalidad en su vida después de haber vivido un trauma tan importante", explica Diana Valcárcel, especialista en comunicación en emergencias de Unicef que ha viajado a Filipinas para analizar la situación.