MADRID. ¿Se pueden tener los ojos sanos y no ver nada?
JULIO ANGUITA: Hay una ceguera generalizada. La gente prefiere vivir soñando a conocer la verdad, está a la vista.
JULIO FLOR: Nuestros ojos son ventanas, un sistema óptico que recoge imágenes; pero el receptor es la retina, donde está el nervio óptico que envía esas imágenes al cerebro para codificar la información. Los ojos pueden estar sanos, pero si el nervio óptico tiene una lesión, una anomalía, entonces no veremos nada. En este libro se pueden leer pequeñas historias, micro relatos como pequeñas luciérnagas.
¿A qué ceguera hacen referencia realmente?
J.A: La ceguera es única, no admite calificativos. Ceguera se refiere simplemente a no querer saber la realidad que ocurre y sus causas. Y ahí está la ceguera política, filosófica, moral. Conozco a las personas que no quieren saber nada de todo lo que les inquiete... Es como aquella famosa frase de los catedráticos de la Universidad de Cervera a Fernando VII "Lejos de nosotros, majestad, la funesta manía de pensar". Esa es una actitud muy arraigada en la herencia de la sociedad española
J.F: Debemos conocer la Historia, ejercitar la memoria, pero además debemos subrayar la buena información, la sensibilidad, la hondura de nuestra mirada, codificar e integrar lo que percibimos del mundo en que vivimos. Son muchos los intereses en liza para narcotizarnos, para tapar la luz. Por un lado está la solemne declaración universal de los Derechos Humanos, las buenas intenciones de las leyes, pero no basta; porque nos condiciona el egoísmo, las relaciones de poder, los privilegios internacionales, la corrupción, los miedos, etc. "El miedo nos cegó, el miedo nos mantendrá ciegos", escribió Saramago. Contemplamos la ceguera de todos, la nuestra es la primera por supuesto. Una línea gruesa de oscuridad nos atraviesa el alma.
¿A qué grado de ceguera atribuyen ustedes la escasa valentía de los jueces cuando, por ejemplo, dejan de imputar a la infanta Cristina o los responsables de la catástrofe ecológica del 'Prestige'?
J. A: Eso no es ceguera. Esto tiene un nombre mucho más feo. Es cuando un funcionario del Estado debe ejercer del Ministerio fiscal acusador y, no es que tienda a encubrir, porque no sé cuáles son sus intereses, sino que sus actuaciones no son acordes con lo que se dice su ministerio. Eso no es colaboración.
J. F: La Constitución ampara teóricamente el derecho al trabajo y la vivienda. No es la panacea, pero ojalá se cumpliera. Hay gobiernos que dicen defender a las víctimas, si bien cuando éstas son iraquíes y mueren a miles bajo el "fuego amigo" entonces es otro cantar. La infanta se va ir de rositas, eso parece, pero piden cinco años de cárcel por lanzar tres tartas a la presidenta de Navarra, o solicitan tres años de prisión por sentarse en un portal para evitar el desahucio de una familia, o multan con 100 euros a un ciclista que iba comiendo un cruasán. Hay electores que votan una y otra vez a políticos corruptos que juegan con el dinero de todos. Aquí y ahora miles de mujeres son golpeadas e insultadas por sus parejas sentimentales, llegando al asesinato, qué decir del terrorismo de Estado, la tortura o el hambre. Algo está pasando si nos hemos acostumbrado a vivir con todo esto, si no movemos un dedo para exigir justicia.
¿Tienen buena vista quienes aplauden a gente como Rato que salió escopeteado del FMl, de Bankia y ahora es un feliz asesor de Telefónica y del Santander?
J.A: La complicidad es muy amplia. El tejido de cómplices inmediatas, los coautores, los colaboradores, los que que guardan silencio... En el fondo todos son cómplices.
J.F: A fecha de hoy pareciera que han ganado ellos, los poderes financieros, la Banca, el FMI, y que la inmensa mayoría hemos perdido por goleada. Ellos se cubren, se protegen, se amparan. La sociedad está perdiendo los logros de luchas que tanto costaron a las generaciones que nos precedieron. Una gran mayoría que no hemos sabido organizarnos como es debido hemos abandonado la lucha, extraviando la ilusión, permitiendo que se pierdan los logros que merecieron la pena, tan auténticos como ese sol que sale todos los días para todas y todos.
¿Por qué nos ponemos la venda para que no se vean los latrocinios, de la Corona hasta la corrupción en Valencia, tan a la vista de todos?
J.A: Para mí que la izquierda pacte con el PP es tan escandaloso como que a veces pacte con el PSOE. El pacto es inherente a la sociedad y la vida. Usted cada día pacta con su marido, compañeros. El problema es lo que pactan. Eso es lo escandaloso. El problema que hay que entender es cómo cada fuerza política se toma la política. Si simplemente es una especie de acuerdo permanente para estar siempre en las instituciones entonces es manifiestamente despreciable. Pero hay una amplia gama de actitudes y comportamientos.
J. F: Este libro que narra la historia reciente, a través de la biografía política de Julio Anguita, que nos dice que la claridad es una cuestión moral. Nos pide que llamemos a las cosas por su nombre. En la claridad de las palabras de Anguita late un provocador que no busca el cuerpo a cuerpo, sino el estímulo de la mente y la reflexión. Es por ello un ser de concordia, un ciudadano que pone el dedo en la llaga para mover el pensamiento, un intelectual que anima a observar con hondura, muy consciente del mundo devastado y mercantilizado en el que vivimos. Anguita es un pensador, pero no sólo, es también un activista, un luchador del conocimiento y la cultura, porque sólo a través de la cultura pueden resolverse los problemas en que hoy continúa debatiéndose "un pueblo lleno de fe, pero falto de luz", como escribiera García Lorca.
¿Esa ceguera también está ante las modificaciones legislativas laborales que nos hacen cada vez más pobres?
J.A. Eso no es ceguera. Eso es complicidad de los políticos.
J.F: Los desahucias, las relaciones de poder, lo que pretende el FMI, el bipartidismo en el Estado español, la merma de Europa, el espionaje y la deconstrucción de la democracia que practica la Troika comunitaria. Se modifican las condiciones laborales, se adaptan al dios mercado, cuando habría que modificar otros asuntos, y, por qué no, reinventar la política. En ese sentido se cuestiona si los partidos tal y como están hoy diseñados y organizados sirven o no a la causa de los derechos sociales, de los Derechos Humanos. El libro es un alegato contra la modorra y la autocomplacencia. Es un libro que muerde, que estimula, sin estridencias, sin insultos. pero muy claro. Algo más debe hacerse. Mucho más.
Todos miramos, pero parece que nadie "viera" que los jóvenes no encuentran trabajo y ni siquiera los jóvenes se mueven. ¿Qué pasa?
J.A: Estamos en una sociedad desmotivada. Ha sido así hace mucho tiempo. Yo viví la época de la lucha contra Franco y lo primero hay que decir es que Franco no se impuso solito a todo un país; tenía a su lado a una parte nada despreciable de la sociedad. El franquismo inventó a Franco. Él recogió lo peor que había en la sociedad española en la época de Fernando VII. La alianza extrema con la Iglesia católica y con el pensamiento que la Iglesia católica introdujo después de la Guerra, la Cruzada. Aquí la Iglesia tiene mucho que decir y a la cual hay mucho que decirle. Franco se apoyó en los poderes económicos, en el miedo a pensar, en la especie de conciencia de una sociedad que ve distinto a quien piensa de otra manera. Eso forma parte de nuestra historia.
J.F: Algunos creen que esto estallará algún día. No podemos saberlo. Antes he dicho que la claridad es una cuestión moral. Esa es la tarea del periodismo de hoy. Se puede llamar a las cosas por su nombre: paro, precariedad, pobreza, explotación, dominio de clase. Hemos de tener muy presentes a los seis millones de personas que están en la trituradora del desempleo y a ese 10% de la población que depende para comer de los bancos de alimentos y de la caridad institucional. El incierto futuro, que tanto miedo nos da, debiera agudizar nuestro ingenio, aclarar nuestra mirada.
Estamos construyendo una Europa economicista. ¿No estamos realmente ciegos ante las ideas motrices de lo que es la verdadera Europa: el humanismo cristiano, la solidaridad, la cultura, la democracia?
J:A: Sí, en la economía de ellos. Está hablando con una persona que hace muchos años se enfrentó por este tema a la opinión pública española ,a la publicada, a las grandes fuerzas políticas cuando decíamos que esto era una estafa, cuando llevábamos razón. Entonces la población española no quiso saber nada. Los sindicatos están perdiendo aquello que apoyaron. ¿Por qué hay que seguir y no podemos salir del euro? Es como si a alguien le colocaran una piedra en el cuello y lo tiraran al mar. Recuerdo aquella época en la que solo hubo una fuerza política que fue la nuestra que se enfrentó. Se debatió el tema. La sociedad, mucha gente de la universidad, de los periódicos, del mundo de la intelectualidad estaban arrastradas. No tuvieron pensamiento suficiente. Se dejaron llevar como se llevan muchas veces al toro embebido en el capote.
J:F: Hasta el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schultz, ha dicho recientemente que no es lo mismo contemplar a Europa en la lejanía (derechos sociales, libertades) que observarla en la cercanía (donde impera la fuerza de los más poderosos). Qué decir de Lampedusa o las cuchillas de las vallas de Melilla. Eso también es Europa.
¿Creen en un ser humano distinto?
J:A: Eso está bien, pero dicho así se asemeja muchas veces a las personas dulces con las que se presenta la utopía. Y yo de dulce tengo poco y de inocente algo, pero poco. Un ser humano que lucha porque es digno. La dignidad es lo único que separa al ser humano del caballo, si no nos transformamos en caballo y lo digo con mucho respeto al equino.
J. F.: Decía Groucho Marx que "la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar los remedios equivocados". Tiene gracia, pero no solo, pues en ocasiones se ajusta a esa definición. Hay demasiadas palabras vacías de realidad. Nos hace falta mayor claridad, también un mayor rigor. Pero el optimismo -basado en el compromiso- nos ha de traer ganas de luchar, de no claudicar. La peor derrota es el desaliento. Anguita asegura con Marcuse que las utopías que ayer parecían imposibles, se han hecho realidad hoy. Luis Eduardo Aute me dijo una vez que "mientras quede un ser humano en el planeta Tierra, puede haber solución. Mientras quede uno". Y añadió: "pero mejor que queden dos? para que se amen".
40 años luchando por la utopía. ¿Es posible?
J:A: La utopía se confunde, tiene unas características, es posible. Es técnicamente posible. No hay ninguna utopía de las que en el mundo se han ido desarrollando y prosperando que no fuera posible técnicamente y le voy a decir unas cuantas.
¿Cuáles?
J.A: Hoy se le puede dar de comer a todos los habitantes de la Tierra. Se pueden erradicar las enfermedades epidémicas porque hay suficiente capacidad de fabricar medicamentos. Hoy puede hacerse posible que la gente aprenda a leer y escribir, y que pueda tener un techo. La utopía no es algo imposible, lo confunden con quimera. La utopía es algo que no existe ahora, pero puede ser posible porque lo es técnicamente. Es muy real y concreto. Hace 50 años tener un seguro obligatorio de enfermedad en la sanidad pública era imposible. Ya lo tenemos... La utopía es lo único digno que hace al mundo diferente.