el debate está lanzado y la propuesta para reformar nuestra policía, también. Hablo de la Ertzaintza porque el resto de policías, salvando los cuerpos locales y forales, no son estrictamente nuestras por mucho que contribuyamos con nuestros impuestos a pagar sus sueldos. Esa es una primera consideración que nos remite a un problema de duplicidad que, interesadamente, el anterior Gobierno Vasco obvió: demasiados uniformados y si alguno sobra, que sobra, no son los nuestros.
Segunda consideración sobre la reforma de la Ertzaintza que ha avanzado el Departamento de Seguridad. Se trata de alcanzar un doble objetivo: volver a una policía de proximidad y, al mismo tiempo, prestar más y mejor atención a las nuevas formas delictivas que se han extendido en los últimos años.
Escribía Bernard Shaw que "el miedo a la policía simula honradez" y algo hay de verdad cuando de manera universal, ocurre en todas las sociedades, los agentes uniformados despiertan con más frecuencia temor que simpatía. En realidad, seamos sinceros, somos un mar de contradicciones en nuestra relación con las policías; cuanto más lejos la tengamos, mejor? salvo cuando requerimos su servicio, claro. Entonces, nos gustado tenerla a mano.
Es ese equilibrio, la presencia próxima y a la vez invisible, la que trae de cabeza a los gobernantes cada vez que se plantean un modelo policial "de proximidad". En nuestro entorno se toma como ejemplo de buenas prácticas a los "bobbies" británicos y a ese modelo se hizo alusión cuando hace más de tres décadas salía la primera promoción de la Ertzaintza.
Pero aquella esperanza se truncó; ETA colocó a la Ertzaintza entre sus objetivos, los que apoyaban aquellos crímenes los acompañaron con una presión social que incluía a las familias de los agentes, los dirigentes políticos de la izquierda abertzale se lanzaron a acusarla de ser una policía política (obviando, por cierto, que entre los agentes había muchos de sus simpatizantes) y así ha sido casi hasta ayer. Aún hay ramalazos "tuiteros" en esa línea. Pero ETA ya no mata y es hora de pensar en su reconversión y en la vuelta a aquellos orígenes esperanzadores.
Es una reestructuración compleja técnicamente, a tenor de lo que han ido explicando estas semanas los responsables políticos de la Ertzaintza, pero tengo pocas dudas de que responde a una demanda social. A la mayoría no le termina de gustar muchas de las actuaciones de la Policía vasca. Sin embargo, algunos sindicatos de la Ertzaintza parecen estar cómodos en una situación del pasado y se resisten a adaptarse a los cambios que se viven en su entorno.
Coincidiendo con el anuncio de la reestructuración, que dará paso a una negociación sindical y los cambios normativos que sean pertinentes, la consejera de Seguridad citó a esas asociaciones a una cita informativa. Pero el sindicato Erne se adelantó. Antes de escuchar la propuesta, le montó a la consejera una concentración. Y el que tenía que ser su interlocutor sujetaba una pancarta que aludía al cierre de comisarías y a "amortizaciones" que, según el sindicato, van a ser "impuestos".
Desde luego que los policías también pueden defender sus derechos laborales, pero resulta extraño que no esperen ni siquiera a escuchar la propuesta de reforma. Y más extraño aún que se concentren en el interior de una comisaría sin ni siquiera haber comunicado previamente la protesta. Muchos otros se han llevado un porrazo por menos.
Intuyo que esta beligerancia tiene sus orígenes en la época de Rodolfo Ares como consejero, en la que el sindicalismo de Erne se erigió no sólo en la central mayoritaria (ya lo era antes) sino que extendió su poder más allá del campo laboral para adentrarse en la dirección política de la Ertzaintza. Recordemos que uno de los primeros nombramientos de Ares fue el de Ernesto Martínez de la Hidalga, hasta entonces coportavoz de Erne, como viceconsejero de Administración y Servicios, un cargo que no existía hasta la fecha. Sí, tiene que ser duro haber manejado los hilos en beneficio propio y encontrarse con que los nuevos representantes elegidos por la ciudadanía ponen fin a esta anormal situación.
En el tránsito de un modelo policial a otro van a surgir tensiones, pero lo deseable sería que no se pierda de vista que el objetivo de la policía no es la consolidación de condiciones laborales ventajosas de quienes la integran, sino la mejora del servicio a la sociedad a la que se deben.