Huimos porque queríamos vivir", reflexiona el sirio Hamid, que escapó junto a su familia de su pueblo, a las afueras de Hama. Tras varios meses de travesía por Siria, todos ellos llegaron al campo de refugiados de Zaàtari, en Jordania, donde "por primera vez en dos años he dormido bien", asegura. Al país vecino suelen llegar sirios procedentes de ciudades castigadas por la guerra como Homs y Hama, así como de la región de Damasco, que se desplazan con la ayuda de unos traficantes que les cobran alrededor de 250 dólares. Las rutas de los refugiados sirios se han vuelto cada vez más peligrosas en medio de la cruenta guerra, pero la desesperación por huir de la barbarie no ha disminuido los desplazamientos.

Dos años y medio de conflicto han dejado un drama mayúsculo: más de 100.000 muertos, 4,25 millones de desplazados internos y 2,1 millones de refugiados en los países vecinos (Turquía, Irak, Líbano y Jordania). Y Acnur calcula que la cifra superará los tres millones a final de año. Además, según datos de la ONU, 400.000 casas han sido destruidas y 1,2 millones seriamente dañadas; 5.500 escuelas y 3.800 mezquitas han quedado inutilizadas; el 57% de los hospitales están dañados y e 60% de las ambulancias fuera de servicio; y 15.000 médicos han huido del país.

En el caso de los solicitantes de asilo, "preocupa especialmente el acceso al territorio", asegura María Jesús Vega, portavoz de Acnur. "Los países vecinos están desbordados, acogen al 98% de los refugiados y cada día reciben a 5.000 personas más. Europa, por su parte, está blindada -por los controles fronterizos y la exigencia de visados- y tampoco ayuda económicamente, mientras que en países como Egipto se están endureciendo las condiciones. El país se está cerrando a los refugiados con un mayor control fronterizo, hay detenciones, abusos y ataques de grupos civiles que asocian a los refugiados con los Hermanos Musulmanes. Ante esta situación, muchos sirios salen de Egipto hacia el oeste y se encuentran con Libia, un país que está resurgiendo y en el que, en estos momentos, tampoco hay seguridad. Además, estos son países en los que no hay un procedimiento de asilo y en el que los refugiados no se sienten seguros, por lo que prosiguen el viaje. Algunos hacen más de 6.000 kilómetros y es la razón también por la que pagan otro dineral, entre 1.600 y 1.800 euros para alcanzar Italia por el mar", explica Vega.

El drama sirio ha llamado también a las puertas de Europa: se calcula que unas 50.000 personas han llegado al Viejo Continente procedentes del país árabe en busca de refugio desde que estalló el conflicto, principalmente a Alemania y Suecia, y más recientemente a Italia, vía marítima. Al Estado español han llegado apenas 255 personas. "España es el lugar más alejado de la zona de conflicto. Por vía marítima, a través de Marruecos, es muy complicado porque Frontex y la vigilancia costera española están patrullando toda la zona y para entrar de otra forma, cualquier sirio necesita un visado. Se da el caso, además, de que tras estallar el conflicto, España impuso un visado de tránsito, es decir, que cualquiera que tenga que hacer escala en España, necesita un visado", explica la portavoz de Acnur.

Italia, vía marítima Según la agencia de la ONU para los refugiados, diecisiete países se han comprometido a facilitar y agilizar los trámites para acoger a refugiados que huyen de la violencia y aliviar así a los países vecinos, que soportan una fuerte presión en sus economías. Sin tener en cuenta a los países de la región, entre los que se incluye Egipto, Alemania, Italia y Suecia son los que más solicitantes de asilo sirios han acogido. El primero alberga a 6.000 personas de esta nacionalidad y ha iniciado un programa de acogida para trasladar a su territorio a otros 5.000 que se encontraban en Líbano. Asimismo, Suecia, con 7.800 sirios, ha anunciado que concederá la residencia permanente a las personas que solicitaron asilo en su territorio, por lo que sus familiares podrán pedir ahora la reunificación.

En los últimos veinte años, las costas italianas han sido destino frecuente de miles de inmigrantes y solicitantes de asilo subsaharianos, sin embargo, desde que estallaron las primaveras árabes, este flujo ha incluido, primero a tunecinos, y ahora a sirios. El año 2011 fue especialmente dramático. En plena revolución tunecina y libia, hasta 58.000 personas llegaron a las costas italianas -alrededor de 20.000 tunecinos y otros tantos de distintas nacionalidades que huían de Libia-. Este año ya han llegado a Italia 30.000 personas -entre ellos 8.000 sirios y más de 7.000 eritreos, además de miles de somalíes-. En su mayoría huyen de conflictos armados y de la represión. "No se llega, de momento, al nivel de 2011, pero este año también lo recordaremos", cree Vega.

El naufragio del pasado 3 de octubre frente a las costas de Lampedusa, en el que murieron 366 eritreos y somalíes, y el que tuvo lugar una semana después en el Canal de Sicilia, con un balance de 38 muertos -en la embarcación viajaban más de un centenar de sirios y una treintena de palestinos que huían de la guerra civil en Siria-, ha vuelto a poner de relieve los riesgos que corren miles de personas cada año en busca de un lugar seguro.

Human Rights Watch ha urgido esta semana una vez más a los jefes de Estado y de gobierno de la UE a adoptar medidas que mejoren los rescates en el mar. "Los líderes europeos deberían ir más allá de las lamentaciones y comprometerse con acciones concretas que ayuden a prevenir más muertes de migrantes", señaló el pasado miércoles la subdirectora en Europa Occidental, Judith Sunderland. HRW denunció unas políticas comunitarias que se centran en prevenir la salida de esos inmigrantes y en prohibir su entrada en la UE y exigió nuevas propuestas que aumentan la vigilancia en el Mediterráneo centradas en salvar vidas.

Las organizaciones que trabajan con inmigrantes y solicitantes de asilo destacan una serie de medidas a seguir con el fin de evitar más muertes en el mar. En primer lugar, que los inmigrantes interceptados en alta mar sean rescatados y llevados al puerto más cercano lo antes posible, para que puedan ser atendidos de inmediato. Los barcos que socorran a inmigrantes no deberían ser sanciandos o multados, denuncian. Al respecto, aseguran que leyes como la Bossi-Fini, que criminaliza la ayuda a los inmigrantes, son opuestas a este fin. En segundo lugar, las autoridades de la UE deben distribuir las responsabilidades para mejorar la atención y cumplir en mejores condiciones los procedimientos de asilo en los casos que sea necesario. El reglamento Dublín II establece que los responsables de los inmigrantes y solicitantes de asilo son aquellos países a los que llegan. La consecuencia es que muchos se quedan en los países mediterráneos hasta que se tramita su petición en centros de acogida en su mayoría sobrepoblados. Esto puede durar meses.

También exigen trabajar en los países de tránsito para, en lugar de presionarles para que controlen los flujos migratorios, exigirles respeto a los derechos humanos. Y, como no, combatir las causas por las que millones de personas se ven obligadas a huir, así como a las mafias. En definitiva, apostar por soluciones duraderas que no se limiten al control de los flujos migratorios y a presionar a terceros países.