LA cooperación internacional es una de las áreas más maltratadas por la crisis económica mundial. En las partidas presupuestarias de los Estados, los fondos destinados a la solidaridad se han reducido drásticamente. Por ejemplo, la cantidad que le dedica en estos momentos el Estado español está en mínimos históricos: el 0,12% del PIB frente al 0,7% al que se comprometieron los partidos políticos antes del inicio de la crisis. Los recortes también han llegado a Euskadi, pero de una forma menos drástica: se destina cerca del 5%. "Se argumenta que si no hay dinero para la gente de aquí, ¿cómo vamos a dar dinero a África, América Latina u otras zonas en desarrollo? Es un argumento entendible, pero también tenemos que tener en cuenta que hablamos de realidades diferentes. En los países en desarrollo estamos hablando de gente que se muere porque no consigue medicamentos, que no tiene para comer o no tiene agua potable. En una sociedad avanzada como queremos que sea la nuestra, la solidaridad tiene que ir enfocada a la gente dentro y fuera de nuestras fronteras", analiza Igor Filibi, profesor de relaciones internacionales de la UPV.

Filibi forma parte, junto a Noé Cornago y Felipe González, de la comisión académica del máster Cooperación Internacional descentralizada. Análisis y gestión de la agenda global en el marco del sistema de Naciones Unidas. Según el profesor vasco, la cooperación descentralizada, aquella que se aleja de los grandes fondos estatales o multilaterales, "ha logrado que se aumente muchísimo la cantidad de dinero que se destina a cooperación al desarrollo". De esta forma, un municipio pequeño puede destinar una partida de dinero a un proyecto de cooperación concreto, participando en todo el proceso. "No es como meter el dinero en un fondo de cientos de miles de euros y no saber exactamente a qué se destina", explica Filibi.

La crisis en la ONu La situación económica ha afectado a la cooperación internacional y también al sistema de Naciones Unidas, lo que limita, en muchas ocasiones, su capacidad de actuación. "La ONU se suele llevar críticas, pero hay que ser justos, hace lo que puede. Tiene dos límites: la Carta de Naciones Unidas, que fija lo que puede y no puede hacer, y el dinero", explica Filibi. Y, en este sentido, "hay agencias que están en una situación límite", agrega. "A este nivel, lo que haga una universidad o un gobierno autonómico puede marcar la diferencia de que se haga un proyecto o no", apunta. "Un ejemplo muy cercano: nosotros tenemos un grupo de 15 cooperantes haciendo prácticas en agencias de la ONU y ahora que están a punto de renovarse las becas, hemos recibido e-mails de agradecimiento por seguir pagando las becas. En esta situación, el trabajo que realizan estas personas es muy importante".

En los últimos dos años, las distintas agencias de la ONU se han volcado con Siria, un país sumido en una guerra que ha provocado más de 100.000 muertos y más de dos millones de desplazados. El alto comisario de las Naciones Unidas para los refugiados, Antonio Guterres, ha reconocido recientemente que la organización ha logrado apenas la mitad del dinero que solicitó a la comunidad internacional para asistir a los refugiados sirios en la región y a los desplazados internos en el país árabe.

"En las últimas dos décadas, la cooperación se ha convertido en una herramienta de la política exterior. Cuando las cosas iban bien económicamente se daba más dinero a cooperación y eso ayudó a mucha gente, pero no podemos ser ingenuos, los estados utilizaron esos fondos para conseguir algunos objetivos de su política exterior. Cuando ahora hay menos dinero, hay estados que han eliminado una gran parte de los fondos de cooperación. Cuando las cosas van peor es cuando se ve si realmente eran intereses o valores", critica Filibi.

El valor de la solidaridad Lo mismo ocurre a nivel individual. "La crisis saca lo peor, pero también lo mejor de la gente. Cuando las cosas van mal, la gente suele tener un primer instinto de proteger lo suyo, sin embargo, en un segundo momento tiende a ser solidario. En realidad, en estos momentos, estamos rescatando un valor muy amenazado que era el de la solidaridad. Estamos viendo gente que espontáneamente ayuda a otras personas. Y, por ejemplo, la gente que quiere trabajar en cooperación al desarrollo no ha disminuido y es gente a la que le va a costar mucho más que antes encontrar un trabajo", valora Filibi.

Según el profesor universitario, además de la falta de recursos económicos, Naciones Unidas tiene otros dos grandes retos: recuperar el liderazgo para crear opinión y la eficiencia. "Hubo tiempos en los que la ONU fue más influyente y creo que un reto pendiente es recuperar ese liderazgo en el debate de las ideas, marcar las prioridades, los problemas", analiza. "Como toda organización humana tiene sus problemas, las críticas son razonables porque hay cosas que ha hecho mal, pero hay que reconocer que las Naciones Unidas están haciendo un trabajo impagable. En Siria, por ejemplo, la ONU se está volcando", concluye.