DONOSTIA. Javier Elzo conoce muy bien la problemática de la juventud vasca y española. Ha dedicado mucho tiempo a estudiar su comportamiento, ya sea en lo relacionado con la emancipación de la casa de sus padres, el machismo y la violencia machista o el consumo de alcohol y otras drogas. Sobre esto último, repara en un dato: ahora solo un 0,3% de los ciudadanos españoles sitúa a la droga como uno de los problemas más importantes, mientras que en 1996 era un 48%.

¿Se ha relajado la ciudadanía en cuanto al tema de las drogas?

Por un lado, ha dejado de ser novedoso; por otra parte, en este momento hay medios para atajar las consecuencias de la droga que no había hace unos años ; y, en tercer lugar, la gente se ha acostumbrado a la droga y sabemos que forma parte de la vida cotidiana.

¿Y qué me dice del alcohol?

Aquí la droga que hace más estragos por su uso abusivo, no por su consumo, es el alcohol. En esto no se ha hecho nada. Las medidas que ha tomado la administración lo único que han conseguido es incentivar el consumo abusivo del alcohol. En marzo del año pasado el Parlamento Vasco decidió que se podían cerrar los locales de consumo de alcohol media hora más tarde. Sabemos que cuanto más tarde cierren, más se consume, y que la última hora el cuerpo está más flojo, se ha perdido el control y se consume hasta que el bolsillo y el cuerpo aguanten. Hace falta otra política diferente.

¿Está en contra del alcohol?

No estoy en contra del consumo del alcohol, sino del modo en el que se está consumiendo. Hemos pasado de un modo mediterráneo, que existía hasta hace veinte o treinta años, a un modo nórdico, que es el peor de todos, que consiste en que uno es perfectamente abstemio de lunes a jueves o viernes y los fines de semana, barra libre. Eso sí, lo único que hace falta es que no conduzcas.

¿Es un problema cultural y, por tanto, de mayor dificultad?

Es un problema cultural y ha habido una aceptación por parte de la población que piensa que es normal que uno se emborrache. Se ha producido una asociación entre fiesta y borrachera. No soy un puritano, entiendo que cuando hay una fiesta hay que celebrarlo y se puede tomar una copa de más. El problema es que ahora se va a emborrachar, a colocarse. Hace años se hablaba de coger el puntito, ahora ya es emborracharse. Y hemos llegado a aberraciones como que algunas chicas o mujeres se introducen en la vagina o en los ojos algodón empañado con alguna bebida alcohólica fuerte para que les haga efecto antes al entrar antes en sangre.

El alcoholismo es un problema real pero que solo se ve dentro de casa.

En su día hice un estudio con el juez José Mari Lidón, luego asesinado por ETA, en el que analizamos cuál era la criminalidad asociada a los consumos de alcohol y de droga. La conclusión que extrajimos fue que el número de delitos relacionados con el consumo de alcohol era superior al derivado del consumo de drogas. Estos eran básicamente delitos contra la propiedad, para procurarse la sustancia, mientras que los delitos cometidos por consumo de alcohol eran contra los personas, eran consecuencia del haber consumido el producto. Y entre ellos estaban los delitos producidos en el seno de la propia familia cuando uno llegaba borracho a casa.

El poteo, el txikiteo, ha sido y es una institución en este país.

El poteo fue una institución y la verdad es que antes se bebía mucho, más incluso que ahora. Aquello hizo estragos, y no solo el poteo, sino aquella costumbre muy extendida entre los trabajadores de beberse en la comida media botella de vino. Había una serie de accidentes de trabajo debido a eso. No voy a decir que aquella situación era buena ni mejor que esta, pero sí es cierto que allí no íbamos a emborracharnos. Esa es la diferencia.

Se dice que esta es la juventud mejor preparada, pero se ven muchos casos de machismo.

Yo no diría que es la más machista, sino todo lo contrario. En el conjunto de jóvenes hay menos machismo que hace cincuenta años, pero hoy hay un nuevo machismo en un núcleo, reducido pero importante, de jóvenes que tienen un sentimiento antifemenino y en ellos hay un sentimiento machista potente, pese a haber vivido en una cultura en la que hay conciencia sobre el machismo.

¿Ve algún modo de cambiar esta pauta?

Tenemos machismo para rato porque la sociedad es históricamente machista, ha sido una sociedad muy masculinizada hasta que se ha producido un fenómeno de gran importancia, más incluso que las ideas sufragistas de finales del siglo XIV: la píldora. La píldora ha permitido a la mujer ser dueña de la fecundación, es la mujer la que decide cuándo se queda embarazada. Ahora estamos asistiendo a un segundo cambio: la posibilidad de la fecundación sin necesidad de realizar el acto sexual. Estamos viviendo una segunda revolución que propicia que muchas mujeres decidan voluntariamente vivir solas y procrear solas. Hay mujeres, y también hombres, que han decidido crear voluntariamente familias monoparentales, sea en adopción, con la fecundación in vitro o el vientre de alquiler.

¿Por qué es importante este fenómeno?

Porque indica hasta qué punto se ha llegado a una dificultad enorme en la comunicación entre hombres y mujeres. Hará falta que pase una generación hasta que se dé la vuelta a esta situación y realmente los hombres quieran vivir con las mujeres y las mujeres con los hombres. En Euskadi podríamos tener un 50% de separaciones matrimoniales si no fuera por la crisis. Se puede decir, sin temor a equivocarse, que una de cada dos parejas jóvenes que decide crear un núcleo familiar va a separarse.

¿Los jóvenes se emancipan tarde de la familia?

En Euskadi más que en el resto del Estado. Aquí la casa, etxea, es muy importante. Somos muy amazulos, muy etxezulos, y eso lo valoro positivamente. Suele decirse que es muy tardía porque es difícil encontrar trabajo y por el alto precio de la vivienda. Esto último es verdad, pero lo de que no hay trabajo para los jóvenes no es verdad. Con la crisis hay problemas de trabajo, pero hace poco el Consejo de la Juventud constataba que el desempleo en España afectaba al 45% de la población activa menor de 30 años. Para el País Vasco daba la cifra del 19%. Pero en 2005 también había paro en Euskadi y los jóvenes seguían estando en casa, no se iban. Luego no es un problema de empleo, sino de concepción de familia. Es un problema básicamente cultural.