jerusalén. Los israelíes se apresuraran desde hace unos días a recoger máscaras antigás ante la creciente posibilidad de un ataque de EEUU a Siria y el temor a una represalia por parte de Damasco contra su país, como la que lanzó Sadam Husein en la Guerra del Golfo. La prueba más palpable de esta inquietud es que se ha cuadruplicado en los últimos días la recogida de máscaras antigas y centenares de israelíes se apresuran a hacerse con nuevas unidades, tras las informaciones sobre el presunto uso de armas químicas en el país vecino.

Cerca de un centenar de israelíes se apiñaban el miércoles para renovar sus máscaras caducadas o obtener nuevas en el centro comercial Adar, uno de los dos puntos de recogida en Jerusalén. "No tengo miedo, pero hay que renovarlas ¿Por qué justo ahora? Ya sabes, uno escucha las noticias, hay mucho ruido, que si se va a liar en Siria... Y yo tengo una familia", señala Rami Cohen, jubilado que espera paciente su turno con un número como los del supermercado. Entre los israelíes, acostumbrados a alertas similares cada tantos años, se percibe más resignación y obediencia que nervios ante un ataque que muchos ven improbable.

Para Giulia Punturello, natural de Nápoles, todo esto es nuevo. Emigró a Israel hace apenas tres años y aún no había vivido tan de cerca la cultura de la protección inculcada en un país que ocupa Palestina desde hace casi medio siglo, ha librado varios guerras con sus vecinos árabes y sufrido decenas de atentados suicidas. "Salvo la gente haciendo cola, que es como Nápoles, esto no está en mi cultura", bromea Punturello, mientras sostiene con una mano una máscara caducada y con la otra a su hijo, ataviado con una kipá sobre la cabeza.

En Jerusalén, la inquietud no se circunscribe a los residentes judíos. En la cola se podían ver también familias palestinas, que suponen un tercio de la población y viven en la parte ocupada de la ciudad, la oriental. Una madre palestina que prefiere no dar su nombre asegura que si Al Asad ataca Israel, poco importa que Jerusalén Este sea palestina o albergue el tercer lugar más sagrado para el Islam, la Explanada de las Mezquitas. "Esto es una cosa más grande, internacional. Y, sí, venimos a por las máscaras, pero sabemos que puede caernos un misil. En realidad la muerte no está en nuestros manos", argumenta. Tras una hora de espera, el encargado de la distribución pidió silencio y anunció que la entrega continuará en las oficinas de correos, lo que dio paso a un frenético sálvese quien pueda. Varios se lanzaron a las cajas de cartón donde se almacenaban las máscaras y cogían seis o siete, sin darse cuenta de que algunas eran las caducadas que habían devuelto otros. "¿Llevo una hora esperando para que mi hijo tenga una máscara y ahora me toca irme con las manos vacías? Es una vergüenza", gritaba una mujer a los organizadores, que de pronto prohibían filmar a los periodistas.

A su lado, un hombre respondía: "Tienes razón, pero llevan un año insistiéndonos en que las cambiemos. No hicimos ni caso y ahora venimos todos a la vez". Israel Shriki, judío ultraortodoxo de 25 años, definía la situación con ironía: "El verdadero vencedor es Al Asad. Quería generar pánico y desde luego lo ha conseguido".